Al acercarse la expiración del contrato entre Pekín y Londres con relación a los Nuevos Territorio alquilados en 1898 en Hong Kong, estas dos capitales traban conversaciones, y en 26 de setiembre de 1984 llegan a un acuerdo rubricado por las cámaras parlamentarias de ambos Estados con posterioridad. Este acuerdo adoptado entre MARGARET THATCHER y DENG XIAOPING incluye, sin necesidad, la isla de Hong Kong en el chalaneo y queda convenido que en 30 de junio de 1997 Hong Kong (propiedad de la Corona) se convertirá en una región administrativa -Hong Kong China- especial de China con total respeto, durante 50 años, al sistema social y económico capitalista existente bajo la fórmula de “un país, dos sistemas”.

El 3 de octubre de 1984, Deng Xiaoping, Presidente de la Comisión Central de Asesoramiento del Partido Comunista de China, recibe a todos los miembros de una delegación de compatriotas de Hong Kong y Macao que asisten a las ceremonias del Día Nacional. Durante este encuentro, Deng anuncia por primera vez que el problema de Macao, como antes el de Hong Kong, se resolverá mediante la aplicación del principio de “un país, dos sistemas”. Un calco del acuerdo alcanzado con el Reino Unido para Hong Kong.

La represión que ha puesto fin a los sucesos de Tiananmen, en el pasado mes de junio, es considerada por Occidente la gran mancha en el expediente de Deng Xiaoping. Ante todo se le reprochará no haber mandado policías con porras, en vez de soldados con armas de fuego y tanques. Deng y la vieja guardia que le rodeaba entienden que las demandas de los estudiantes e intelectuales (libertad de manifestación, de prensa, sindical; democracia liberal) constituyen una contrarrevolución que, si triunfa, debilitará fatalmente el partido-Estado, impidiendo un proceso de desarrollo económico exitoso y ordenado. Deng no defiende posiciones de poder o intereses personales, sino su obra, la modernización de China, de la que depende la seguridad nacional. Una democracia liberal en 1989 resultaría con toda probabilidad, como Deng cree, inviable. Paradójicamente, China avanzará en los próximos años en dirección a los ideales de los estudiantes.

Tras la crisis de Tiananmen, resultado de las contradicciones acumuladas en los primeros diez años de reforma económica, los elementos más conservadores de la dirección colectiva quieren la congelación de la reforma económica, incluso su involución, en vista de las consecuencias políticas que ha ocasionado. Temen que si continúa el cambio económico conducirá a un nuevo Tiananmen, de mucho mayores proporciones y no limitado a la ciudad de Pekín, que acabará barriendo al partido. El hundimiento de la URSS y el desmantelamiento del comunismo en los países resultantes ha asustado a los viejos dirigentes aún más que Tiananmen. Sin embargo, Deng hace la lectura contraria: para evitar lo ocurrido en la URSS se ha de intensificar la reforma económica. Éste es el mensaje que lanza en los primeros meses de 1992, tras los dos años y medio de campaña contra el liberalismo burgués que han seguido a los sucesos de Tiananmen, en un viaje a las zonas económicas especiales del centro y el sur de China. Ésta será la última gran batalla política librada por Deng Xiaoping. A sus 87 años tiene todavía la energía suficiente para imponerse, pisando a fondo el acelerador de la reforma económica.

La “marea de primavera” de Deng Xiaoping, es decir, la instrumentación acelerada de reformas económicas para introducir la “economía de mercado socialista” llega al Tíbet y para junio los que se oponen son rebasados por la facción a favor de las reformas rápidas.

Las relaciones entre el Dalai Lama y Beijing se interrumpen súbitamente y el Dalai Lama publica su correspondencia con Deng Xiaoping.

Fallece Deng Xiaoping.

Hoy se cumplen diez años de la muerte de Deng Xiaoping. La modernización de China que él impulsó, está creando bases económicas, sociales y culturales para que un día pueda haber una democracia en China, y ésta es ya, en todo caso, un país mucho más abierto y plural que en 1978, o 1989, y mucho más próximo a nuestros valores, los que defendían los estudiantes en 1989. Y ello gracias a la política puesta en práctica, por su voluntad soberana, no por presiones de dentro o de fuera, por Deng Xiaoping y el PCCh. Ésta es una de las paradojas centrales de la China actual. Deng quería, ante todo, una China rica, fuerte, y que, en consecuencia, no pudiera volver a ser humillada como lo fue durante un siglo a partir de la guerra del Opio, en 1840. Pasará a la historia como el modernizador de China. Con Mao China se puso en pie, pero sólo con Deng echó a andar, lo que marca un punto de inflexión en la historia mundial. Deng tuvo una gran visión y consiguió hacerla realidad, los dos elementos que definen a los grandes estadistas. Una década después de su muerte y tres décadas después del inicio de la reforma económica, China sigue construyendo con pulso firme lo que dentro de otros treinta años puede llegar a ser, de no torcerse el rumbo, la mayor economía del mundo.