Con el respaldo de Francia, que ha financiado decisivamente una economía muy voluble por las tendencias a la baja en los precios del cacao, el café y el petróleo (las principales producciones) y por el retraso de las reformas estructurales, Biya, presidente de Camerún, se siente autorizado para congelar el proceso democratizador iniciado en 1990 y restaurar un orden dictatorial a todos los efectos. El 18 de enero de 1996 promulga una Constitución que confirma la naturaleza unitaria del Estado y amplia la duración del mandato presidencial a siete años.

Por otra parte, para la mayoría de la población, el alza de los salarios no ha permitido compensar el aumento sensible de los precios de los artículos de primera necesidad, lo que ha acarreado el desarrollo de actividades informales, lícitas o ilícitas, así como el consumo de drogas. A pesar de la cooperación de la policía francesa, no ha sido posible parar el aumento de la criminalidad. El gobierno se ve obligado a anunciar, en la fecha, un plan de urgencia contra el gran bandolerismo. Otra de las consecuencias de los PAE ha sido la reforma de los sistemas de comercialización de los productos de exportación, como en el caso del cacao, terminándose con el sistema de cuotas, verdadera “renta política” de los dignatarios del ex partido único. A pesar de que los miembros de las 40 familias que se beneficiaban con este sistema de cuotas se hayan convertido a menudo en accionarios de las nuevas sociedades de exportación, es seguro que ha disminuido la importancia de sus prebendas, lo que explica sin duda que ahora inviertan en el comercio de marihuana.

La suerte de Guinea Ecuatorial cambia ese mismo año cuando se descubren gigantescos yacimientos petrolíferos. El cacao, café y madera ceden el primer lugar en la lista de exportaciones al petróleo, que produce un crecimiento de la economía realmente histórico. En 1997 el PBI crece un 71,2%, en 1998 un 22% y en 1999 un 15%, duplicando el tamaño de la economía en menos de tres años.

Sin embargo el problema étnico está lejos de ser el único en Costa de Marfil. De hecho, a pesar de sus riquezas, la dependencia del precio mundial del cacao y el café (que no deja de bajar desde finales de la década de los setenta) ha provocado un retroceso hasta ahora imparable: la esperanza de vida se sitúa por debajo de los 50 años y el futuro del país se encuentra hipotecado: más de la mitad de la población es analfabeta y a finales de los noventa era el país con el índice de deuda externa per cápita más alto del mundo. Al mismo tiempo, la inmensa riqueza forestal de Costa de Marfil desaparece por uno de los procesos de deforestación más rápidos del planeta.

El problema de Costa de Marfil viene de lejos. La zona sur ha sido, gracias a sus riquezas naturales y sus grandes plantaciones de productos de exportación (café, bananas y cacao), el puntal del crecimiento del país. De allí ha surgido la elite de gobernantes que no han hecho sino privilegiar el desarrollo de esa región: desde Felix Houphouët- Boigny, padre de la independencia y primer jefe de Estado del país, hasta Henri Bédié y Laurent Gbagbo (originario de una de las mayores zonas productoras de cacao del mundo, ahora asediada por los rebeldes). La discriminación llega hasta la selección de policía y del ejército: el 80 por ciento de la promoción de la gendarmería de 2001 pertenece a los grupos étnicos de Gbagbo y su antiguo ministro de Defensa.

Costa de Marfil es el primer productor mundial de cacao (43% del mercado). El precio para diciembre de la tonelada de cacao alcanza las 1.615 libras esterlinas (2.548 euros) en Londres, el precio más alto en los últimos 17 años y los expertos preven nuevas subidas. Los compradores temen que los rebeldes se adentren en los bosques tropicales y logren el control total de los cacaotales. Esto, unido a los cortes de carreteras y la falta de combustible, explica el comportamiento de los precios.