GREGORIO VII (Papa) (Hildebrando) (1073-1085)

Total de piezas: 27

GREGORIO VII envía epístolas a prácticamente todos los prelados y príncipes de la cristiandad.


GREGORIO VII envía innumerables epístolas a prácticamente todos los prelados y príncipes de la cristiandad. Por medio de ellas, establece una relación regular, directa y personal con los dirigentes religiosos y temporales de los más alejados confines de la Iglesia, conociendo sus necesidades y aspiraciones, y haciéndoles llegar sus directivas y consejos. De esta manera GREGORIO VII consigue ejercer en los príncipes la cristiandad una gran autoridad. Por otra parte, GREGORIO VII ratifica los decretos de sus predecesores León IX y Nicolás II declarando que “el estado matrimonial es irreconciliable con el sacerdocio católico”. Todas estas medidas de renovación y de lucha por la conquista de la libertad de la iglesia presagian ya el noveno concilio ecuménico.

GREGORIO VII -papa- (22.4.1073 – 25.5.1085).


GREGORIO VII -papa- (22.4.1073 – 25.5.1085). Al día siguiente de morir Alejandro II y mientras dirige las honras fúnebres del difunto pontífice, como archidiácono de la Iglesia, HILDEBRANDO es aclamado por el pueblo como futuro papa. Pocas veces, hasta entonces, ha habido tal unanimidad en el Pueblo de Dios para elegir a un sucesor de Pedro. Tanto ha hecho ya por la Iglesia, que todos esperan de él sin duda más de lo que humanamente puede d?ar. Hombre de notable vitalidad, retoma con renovado vigor la lucha de sus antecesores contra la simonía y la corrupción en la vida eclesial. En su lucha -“reforma gregoriana”- cuenta siempre con la incondicional ayuda de los cluniacenses, que ya son muchos.

El papa era nombrado por el emperador. La reforma gregoriana iba a cambiar las cosas.


Al frente de los Estados de la Italia central, el papa también es un verdadero príncipe rodeado por una corte, de hecho poco distinto a los reyes de la época. Sin embargo, el papa era nombrado por el emperador. La reforma gregoriana (así llamada debido a la actuación de Gregorio VII, papa entre 1073 y 1085) iba a cambiar las cosas.

El colegio de cardenales, por orden del Papa GREGORIO VII, dicta sentencia contra PERE RAMON.


El colegio de cardenales, por orden del Papa GREGORIO VII, dicta sentencia contra PERE RAMON por el asesinato de su madrastra. Éste ha de cumplir 24 años de penitencia, y durante los primeros 12 años estará excomulgado. Se le imponen largos periodos de ayuno, otros de prisión para redimir cautivos y otros de reclusión cerca de un templo, rezando noche y día, haciendo ayunos y vigilias, descalzo y cubierto de ceniza y cilicios. Se le prohibe hacer uso o llevar algún arma, excepto en caso de extrema necesidad de defensa o de luchar contra los infieles. Cumplirá el exilio en Jerusalén y la penitencia podrá ser prolongada doce años más si se estima que no ha dado suficiente satisfacción de su culpa. PERE RAMON morirá al cabo de poco tiempo de la sentencia del colegio de cardenales, en Hispania, es decir, en tierra de sarracenos, a donde huirá para esquivar el castigo. Fallece sin dejar descendencia.

Las sedes episcopales más importantes se consideran “íglesias propías” del rey o del emperador.


Las sedes episcopales más importantes se consideran “íglesias propías” del rey o del emperador, quien propone para su gobierno, a las personas de su beneplácito, las cuales, antes de su consagración, le prestan juramento de fidelidad y se proclaman sus vasallos. Esta situación, en cierto sentido es explicable, por cuanto a los beneficios espirituales están unidos otros títulos y privilegios nobiliarios. En modo especial los emperadores de la dinastía sajona favorecen la creación de poderosos feudos eclesiásticos, que les reportan un valioso apoyo político. En la práctica, el nombramiento de los abades y obispos más importantes, y el solemne acto (investidura) mediante el cual se les otorgan los beneficios espirituales, son prerrogativa de la autoridad civil.

El emperador de Alemania, ENRIQUE IV, trata de utilizar la Iglesia para obtener numerario.


Dado que buena parte de los ingresos reales han caído en manos de la nobleza, el emperador de Alemania, ENRIQUE IV, trata de utilizar la Iglesia para obtener numerario, y así, gracias a la venta de dignidades eclesiásticas, logra los recursos que precisa. Pero la Iglesia se manifiesta en contra de esta práctica a pesar de la tradición imperial, y no consiente en la “Investidura laica”. Por ello, intenta desembarazarse de la tutela imperial para defender la independencia espiritual de la Iglesia. En efecto, no desea laicos para cubrir los altos cargos; estos deben provenir exclusivamente de la propia jerarquía y, en última instancia, debe nombrarlos el Papa. El emperador, que duda de la fidelidad de los príncipes, se apoya mucho en sus obispos. Si no puede escogerlos, pierde el pilar más sólido de su poder. Por otra parte, hay que tener en cuenta que los obispos son, al mismo tiempo, príncipes y funcionarios del Imperio, por lo que no es del todo lógico que el emperador no pueda intervenir, de alguna manera, en la designación de quienes, en buena lógica son, o deben ser, sus hombres de confianza.

GREGORIO VII plantea la exigencia ante el emperador de que sólo él está autorizado a nombrar obispos.


Se produce, en la fecha una designación imperial de un arzobispo para Milán, cargo que no conlleva un principado imperial, como ocurre con los obispos de las principales ciudades. Entendiendo correctamente que la intromisión no tiene paliativos, el papa GREGORIO VII envía una dura carta a ENRIQUE IV, conminándolo a dejar sin efecto el nombramiento bajo pena de excomunión. El Papa GREGORIO VII plantea la exigencia de que sólo él está autorizado a nombrar obispos.

Desde los inicios del Imperio alemán existe una casi constante pugna entre el Imperio y la Santa Sede.


Ya desde los inicios del Imperio alemán, a finales del siglo X, existe una casi constante pugna entre el Imperio y la Santa Sede pues la mayoría de los Emperadores se consideran jefes, no sólo de la sociedad civil, sino también de la religiosa, con derecho a intervenir en el gobierno de la Iglesia, nombramientos de la Jerarquía, etc. Esto origina una serie de enfrentamientos y perturbaciones, tales como la simonía, la lucha de las investiduras, las frecuentes excomuniones de Emperadores y las no menos frecuentes destituciones de papas y nombramientos de antipapas. La idea del actual Papa –GREGORIO VII- es que su persona personifica la autoridad suprema de la Cristiandad, que no puede errar, y que todos los príncipes seculares, incluido el emperador, le deben fidelidad. Y considera, por lo mismo, que el pontífice puede deponer a reyes y emperadores según su criterio. Ningún emperador puede mostrarse acorde con tales pretensiones, y de ahí la lucha entre Enrique IV y Gregorio VII, que durará hasta la muerte del segundo en 1085, aunque se reanudará con sus sucesores.

ENRIQUE IV reúne un concilio en Worms y declara depuesto a GREGORIO VII a quien comunica tal decisión en una histórica carta.


ENRIQUE IV, ante la exigencia de GREGORIO VII,  reúne un concilio en Worms, declara depuesto a GREGORIO VII y le comunica la decisión en una histórica carta. ENRIQUE IV tropieza con la oposición de unos Papas desacostumbradamente enérgicos, que hacen la controversia aún más enconada. ENRIQUE IV sabe que los emperadores que le han precedido no han tenido escrúpulo alguno en destronar Papas ni en interferir las elecciones para hacer de los pontífices marionetas del Imperio. ENRIQUE IV trata de imitar en esto último a sus antecesores. Pero el Papa también sabe que puede excomulgar al emperador y relevar a la nobleza de su obediencia hacia él. Y esto es lo que procurará hacer.

Cuando GREGORIO VII recibe la carta del emperador, dicta la inmediata excomunión de ENRIQUE IV.


Cuando GREGORIO VII -en la fecha- recibe la misiva que le da a conocer la decisión del rey de deponerle de su cargo, dicta la inmediata excomunión de ENRIQUE IV, lo declara privado de la autoridad real y desliga a sus súbditos del juramento de fidelidad. Por primera vez en la historia, un papa, en acto de legítima defensa, ejerce el poder de suspender a una suprema autoridad imperial, que abusa de la fuerza que posee para atacar a la Iglesia. Al cabo de poco tiempo, la excomunión comienza a mostrar sus efectos. Muchos príncipes se ponen del lado del Papa, pues de lo contrario se verán también amenazados de excomunión. Además esperan reforzar su poder a costa del rey.