Empiezan a llegar al País Vasco emigrantes que habían ido a hacer fortuna tratando de escapar de las limitaciones impuestas por la unidad agricola del caserío. «Americanos» o «filipinos» regresan para vivir de sus rentas, que invierten en las acciones de las nuevas empresas industriales. Por otra parte las grandes ciudades, y en especial Bilbao y su ría comienzan a recibir inmigrantes del interior. Unidos dos fenómenos, el del alto índice de natalidad y el de la inmigración, producen en las Provincias Vascongadas un aumento de población, tan grande que Vizcaya llega a superar la densidad de Catalunya.

La agricultura, caracterizada por explotaciones de tamaño medio y abundancia de arrendamientos a largo plazo, actúa como gran elemento conservador. Hay progresos, indudablemente, a lo largo del siglo XIX pero por mejora de los cultivos y aprovechamiento de los recursos ganaderos asociados a ellos. El consumo interior basta para absorber todas las cosechas. Desde mediados del siglo XIX las Provincias Vascas vuelven a ser importadoras de alimentos.

Hacia 1870 España está considerada como el principal país europeo productor de mineral del hierro y de éste una gran parte procede de las Vascongadas. La interdependencia con el carbón asturiano, favorecido por la supresión de las aduanas interiores y la regularización de los transportes marítimos, permite la evolución de los antiguos ferrones a las grandes factorías. Después de 1877, una gran parte de este mineral se exportará, produciendo inyecciones de dinero que servirá de plataforma para el capitalismo vasco.

Al tener lugar en España el cambio de régimen con la monarquía de Amadeo de Saboya, se producen de nuevo intentos carlistas. Y así, en el Norte, en Guipúzcoa, es el lugar de comienzo de la Tercera guerra carlista (1872-1876), desde donde se va extendiendo en poco tiempo por las tierras vasco-navarras y Catalunya, donde las tropas carlistas están dirigidas por CARLOS de Borbón y su hermano Alfonso CARLOS, respectivamente. Son hijos del difunto (1861) infante CARLOS LUIS de Borbón y Braganza, conde de Montemolín (CARLOS VI). Los carlistas denuncian el fraude electoral. Dorregaray se alza en Valencia y el coronel Ferrer en el Maestrazgo.

Dueños los carlistas de buena parte del territorio navarro, un ejército de la República, de doce mil hombres al mando del general Moriones, se enfrenta, en los alrededores de Estella, durante los día 7, 8 y 9, con los batallones carlistas en una encarnizada batalla -batalla de Montejurra (Navarra)- en la que los liberales se retiran a Arcos. Los carlistas consideran éste como su hecho de armas más glorioso, y el lugar de la batalla se ha convertido en el escenario de una concentración conmemorativa anual.

CARLOS de Borbón, duque de Madrid (título con el que los carlistas designan al pretendiente a la corona de España), aprovechando la desorganización general, en la fecha, se hace proclamar rey -en las provincias Vascongadas- con el nombre de CARLOS VII. La nueva guerra, que tiene un carácter regionalista más acusado da lugar a un hecho significativo de importancia: el pretendiente acude a Guernica, al pie del árbol, y jura los Fueros del Señorío.

Los carlistas ponen sitio nuevamente a Bilbao durante 125 días.

A finales de febrero, los carlistas comienzan el bombardeo de Bilbao. Así, pues, Bilbao, como en la primera guerra carlista, sufre un cerco (febrero-mayo de 1874) de los carlistas. Cuando la empresa fracasa, se produce en el vasquismo tradicional una profunda sensación de desaliento.

Batalla del Somorrostro. Las tropas gubernamentales al mando del general alfonsino, Concha, atacan a los carlistas que asedian Bilbao, haciéndoles huir. SERRANO entrará en la capital vasca.

Los nacionalismos vasco y catalán se incuban bajo la Restauración, en la segunda mitad del siglo XIX, cuando todavía nacionalismo y liberalismo marchan unidos. La prosperidad de estas regiones, precisamente por políticas nacionales hispanas, atrae a Bilbao y Barcelona a miles de trabajadores de otras regiones, mano de obra muy poco culta, pero más barata y abnegada, pues viviendo en la miseria enriquece a la burguesía vasca y catalana. De ahí que con el tiempo serán fuente de inestabilidad social, cuando surjan partidos socialistas y sindicatos. La idea de nacionalidad catalana probablemente estará ya implícita en algunos (o bastantes) de los libros, revistas y escritos de distinto tipo publicados en Catalunya después de 1876 y en los planteamientos de bastantes de las organizaciones catalanistas que por entonces se crearán.