El primer nacionalismo vasco es un movimiento contundentemente antiliberal, anticaciquil, tradicionalista, católico ultramontano y antisocialista, con claros rasgos xenófobos a la hora de rechazar la presencia \»exótica\» de los inmigrantes no vascos. Por otra parte, el radicalismo del discurso sabiniano corresponde a la enorme magnitud del desafío ante el que se encuentra una sociedad sometida a una abrupta y profunda transformación de sus estructuras económicas, sociales, políticas y culturales. Es también reflejo de la gran debilidad del primer nacionalismo dentro de la sociedad vasca, donde ha impactado en la capital vizcaína y en algún pueblo costero como Bermeo, pero fuera de estos núcleos sigue siendo un fenómeno completamente desconocido. Si añadimos la implacable persecución jurídica y policial, la fragilidad de la base cultural del nacionalismo -con sólo una minoría incluso de los nacionalistas que se pueden considerar vascoparlantes-, así como la impermeabilidad de las otras corrientes políticas ante las reivindicaciones de los seguidores de Sabino ARANA, queda evidente la necesidad de recurrir a palabras mayores si se quiere despertar la conciencia de los coetáneos.

En 1897, ARANA polemiza con el carlismo, primero en una hoja de cuatro páginas, \»El partido carlista y los fueros vasko-nabarros\», y luego en un folleto del mismo título en que responde a las críticas que se le hacen y que provocan nuevas polémicas y escritos que se prolongarán más allá de la muerte de ARANA. El hecho es significativo. Porque, por más que un vago protonacionalismo aliente de alguna forma en todo el fuerismo vasco, por más que el nacionalismo haga suyas algunas de las ideas que han emergido en los años posteriores a la abolición foral de 1876, el nacionalismo vasco supone una ruptura esencial con la tradición política vasca. En su folleto ARANA identifica fueros con códigos nacionales de soberanía; provincias vascongadas, con Estados vascos e integración foral -mediante la derogación de la ley de 25 de octubre de 1839, que, para ARANA, ha supuesto la destrucción de la independencia vasca-, con soberanía de dichos \»Estados\».

El primer paso hacia un ensanchamiento social del nacionalismo vasco es la integración en el movimiento de sectores de la burguesía media alta y alta a partir de 1898 bajo el liderazgo del industrial RAMÓN de la Sota y Llano, procedente del fuerismo liberal. Estos vascos acaudalados no han encontrado acomodo político ni social entre la alta burguesía industrial y financiera de la provincia, principal soporte del monarquismo alfonsino en Vizcaya. La acción concertada entre la reputación y el dinero de esta burguesía, por una parte, y el populismo y carisma de SABINO, por otra, son la base del lento, pero continuo éxito del nacionalismo vasco.

Primer momento estelar del nacionalismo vasco: En 1898 Sabino ARANA es elegido diputado nacionalista a la Diputación de Vizcaya gracias a los votos carlistas e integristas

La prensa nacionalista tiene un papel importantísimo a la hora de facilitar la comunicación interna de la cada vez más extensa red político-cultural del nacionalismo vasco. El propio Sabino ARANA ya ha reconocido esta importancia, por lo que dedica gran parte de su tiempo y medios financieros a la confección de diferentes periódicos y revistas que sufrirán la permanente escasez de medios e incluso en repetidas ocasiones la persecución judicial. SABINO ARANA pese a sus planteamientos extremistas no es ciego ante la realidad cambiante, y evoluciona, por otra parte, en estos años, hacia un modelo nacionalista más posibilista y menos radical.

Como en Catalunya, también en el País Vasco existe una peculiaridad cultural propia que en este caso se ve multiplicada por una autonomía económica mantenida a través de los conciertos. También en el País Vasco la dinámica creada por la modernización económica resulta un factor de primerísima importancia para explicar el advenimiento del nacionalismo. Como es natural, este crecimiento económico tiende a aumentar las divergencias con respecto al resto de España, agrícola y estancada, y una parte de la sociedad vasca percibe la modernización económica y social como un posible grave problema para la identidad propia.

Sabino ARANA propone en un artículo sin firma pero redactado por él y publicado en el periódico nacionalista La Patria, la sustitución del independentismo por el autonomismo. El artículo impacta como una bomba entre la perpleja comunidad de nacionalistas vascos. Una grave enfermedad no le permite a SABINO ARANA descubrir ante sus incrédulos seguidores los enigmáticos motivos de este sorprendente cambio que algunos interpretan como mero giro táctico, mientras que otros la quieren entender como un profundo replanteamiento de la política nacionalista.

El galleguismo y el valencianismo se puede decir que no tienen impacto político apreciable durante el primer tercio del siglo XX. Tanto en Galicia como en Valencia existen, aunque quizá en un grado muy inferior al de Catalunya o el País Vasco, factores culturales que favorecen la creencia en una personalidad característica. Pero ciertamente en ambas regiones falta un desarrollo económico que tienda a la vez a la diferenciación con respecto al resto de España. En realidad, se puede decir que en el terreno político más que nada lo que sucede es que determinadas fórmulas políticas se tiñen de un cierto regionalismo, sin derivar hacia un nacionalismo y, menos aún, radical.

En el terreno industrial los años del comienzo de siglo presencian novedades muy importantes. Las primeras grandes empresas de producción siderúrgica datan de estos años -Altos Hornos, 1902- lo que en la práctica supone que una porción considerable de la producción de hierro queda en España y no es, por tanto, exportada hacia Gran Bretaña.

En el País Vasco el nacionalismo tiene un carácter profundamente católico, mientras que en Catalunya existen por lo menos dos tradiciones al respecto: una católica y conservadora y otra republicana y laica. Una posible diferencia adicional entre los dos nacionalismos consiste en que el nacionalismo vasco es obra casi exclusiva de una sola persona, Sabino ARANA Goiri. El elemento religioso juega en él un papel esencial, mientras que en lo político se declara republicano. En ocasiones hace manifestaciones de tono racista, que deben ser entendidas como un deseo de mantener la vida tradicional vasca empleando un lenguaje muy característico de la época.