La primera guerra chino-japonesa (1894-1895) concluye con el tratado, en la fecha, de Shimonoseki. Por él, Japón inicia su expansión militar. China ha de reconocer la independencia de Corea (lo que significará el fin de su influencia allí) que se convierte de hecho en un protectorado de Japón y tiene que ceder al Japón -a perpetuidad- la isla de Taiwán (Formosa) junto con algunas islas vecinas. Japón ocupará asimismo la península de Liaotung, situada al oeste de Corea, y recibirá una crecida indemnización de China, 200 millones de taels (310 millones de yens). La victoria sobre China ha puesto a Japón en la senda de la expansión, marcando además un rotundo giro en las relaciones de poder en Extremo Oriente. Los chinos, finalmente, se ven obligados a conceder privilegios comerciales al vencedor en sus puertos. Pero Rusia que tiene sus propios designios sobre China, conseguirá pocos meses después que Francia y Alemania la secunden en sus presiones para que Japón abandone la península de Liaotung y port-Arthur, a costa de una indemnización adicional por parte de China encendiendo la chispa de las fricciones entre rusos y japoneses en torno a Corea y Manchuria.

En Corea, después de obtener su «independencia» a raíz de la guerra chino-japonesa, la reina es asesinada el 8 de octubre de 1895, y el rey busca refugio en la legación rusa. Parece que Rusia ejerce allí la hegemonía, pero el Japón vigila de cerca la situación, a la espera del momento apropiado para intervenir.

Rusia se apodera de la península de Liaotung, al otro lado del estrecho, frente a Shantung. Los japoneses se han visto obligados por Rusia a abandonarla tras la guerra con China, y ahora los rusos construyen una importante base naval en el extremo de la península, en Port Arthur. El gobierno de Tokio no está dispuesto a tolerar esta provocación.

El 30 de enero de 1902, Gran Bretaña firma una alianza con el Japón. Este acuerdo tiene sentido. En primer lugar, el Japón ha demostrado su fuerza durante la guerra chino-japonesa. Por otra parte, el Japón es la única potencia fuerte en el Lejano Oriente, y carece de cualesquiera intereses europeos, de modo que no competirá de manera directa con Gran Bretaña. Y tampoco amenazará las posiciones británicas en Oriente. En particular, puede contarse con el Japón para mantener ocupada a Rusia, y Gran Bretaña es enemiga de ese país desde la guerra de Crimea, medio siglo antes.

Con el fin de aprovechar sus ventajas, la flota japonesa ataca sin declaración formal de guerra, apenas al día siguiente de la negación rusa para continuar las negociaciones, una pequeña flota japonesa aparece y las tropas japonesas comienzan a desembarcar en las costas de Corea. Antes de las 10 de la noche del 8 de febrero una decena de torpederos japoneses entran en Port Arthur, donde se halla anclada la flota rusa y antes de que los rusos puedan hacer el primer disparo ya han perdido varios de sus barcos. Con ello, Japón da el primer paso para recuperar su preponderancia marítima en el Lejano Oriente. Se inicia la guerra ruso-japonesa.

Port Arthur capitula el 3 de enero de 1905 ante los japoneses tras un asedio de varios meses. El general ruso Anatoli Mijailovich Stoessel ha dirigido al general japonés Nogi una carta, en la que le dice: «Considero que es inútil toda resistencia, vistas las posiciones que ocupáis y propongo abrir negociaciones para la capitulación». El precio ha sido 60.000 bajas. En seguida se ha suspendido el fuego y han fraternizado las avanzadas de ambos ejércitos. En Manchuría, el general ruso Alexéi Nikoláievich Kuropatkin hace cuanto puede dadas las circunstancias.

En Manchuria, tras costosas acciones terrestres, las mal abastecidas tropas rusas se repliegan de Port Arthur a Mukden (Manchuria), donde, entre el 20 de febrero y el 9 de marzo 350.000 soldados rusos y 250.000 soldados japoneses libran una sangrienta e indecisa batalla. Vencen los japoneses, pero por escaso margen y después de haber perdido otros 70.000 hombres.

Mientras, la flota rusa del Báltico se dirige al Lejano Oriente, algunas unidades a través del canal de Suez, y la mayoría alrededor del cabo de Buena Esperanza. Es una expedición quijotesca y del todo inútil. En la mañana del 27 de mayo, el almirante japonés, Heihachiro Togo, es despertado con la noticia de que la flota rusa se dirige al estrecho de Tsushima. «Esta batalla va a decidir la suerte de nuestra nación», manifiesta el almirante japonés Heihachiro Togo cuando son avistadas las chimeneas negras y amarillas de la flota rusa. Sus palabras constituyen una profecía. En efecto, Togo vence al ruso Rozhdiéstvenski, que es hecho prisionero. La confrontación de aquel día en las aguas del estrecho de Tsushima supondrá mucho más que una victoria o una derrota pues marcará el futuro del Japón en el siglo XX como gran potencia.

La rapidez y puntería superiores de Japón pronto tienen consecuencias. Los grises buques nipones apenas visibles en la niebla, parecen escapar a la vacilante artillería rusa, embarazada por sus demasiado ostensibles navíos. A media mañana del día 28 de mayo, la flota de Togo ha aniquilado los últimos restos de la flota rusa. De los 38 buques que han participado en la batalla, todos menos 3 son hundidos, destruidos o capturados. Perecen unos 4.800 hombres entre marineros y oficiales. Por su parte los japoneses sólo pierden 3 de sus buques y 117 hombres. Expresadas las perdidas en términos de tonelaje, ha sido la mayor batalla naval de la historia, que sólo será superada por las grandes batallas de la Segunda Guerra Mundial.

Tratado entre Corea y Japón. Los coreanos a lo largo de estos últimos años se han encontrado en la incómoda posición de verse arrastrados por dos fuerzas contrapuestas, representadas por rusos y japoneses. La guerra entre ellos en 1904-1905 ha zanjado la cuestión, pues Rusia, derrotada, ha de retirarse de Corea, mientras que la presencia japonesa se hace más y más dominante. Así, en la fecha, se firma un tratado entre Corea y Japón por el que Corea queda prácticamente bajo control nipón.