El régimen feudal no llegará a fraguar en Frisia (Países Bajos) ni en Irlanda, mientras que en el centro y el este de Europa sólo preponderará brevemente. La España musulmana queda al margen del feudalismo. Por lo que respecta a los reinos del resto de la península (Castilla y León, Aragón, Navarra y Portugal), sólo puede hablarse de instituciones concretas, más que de un sistema social y político de tipo feudal. Sin embargo, los condados catalanes, a causa de su inicial vinculación política con el Imperio carolingio, sí experimentan una evolución similar a la del reino franco.

Parece que no hay ninguna noticia en el sentido de que la expedición a Córdoba se considerara un desastre para los catalanes. Es evidente que la empresa hubo de acrecer considerablemente el prestigio del soberano de Barcelona dentro y fuera del país. Los condados daban fe de vida en el mundo hispánico; cristianos y musulmanes podían ver que los catalanes constituian una fuerza bélica con la que se debía de contar. Parece, por otra parte, que la operación podía estar ligada también al desarrollo de los propios intereses económicos ya sensibles a principios del siglo XI. Ya es conocida la pobreza en metales preciosos de los estados cristianos del norte peninsular y que el oro musulmán había de ser el motor de su crecimiento. Irlo a buscar ya sea en forma de parias, de soldados o de saqueos, era una necesidad vital de los pueblos más ambiciosos.

Se suceden -después de Abderramán IV- los califas Al QASI Ben Hammud (1018-1021), Yahyia (1021-1022), Al QASI Ben Hammud (2ª vez)(1022-1023), Abd al-Rahmán V (1023-1024), Mohamed III (1024-1025), Yahyia (2ª vez)(1025-1027) e Hixem III (1027-1030).