La Santa Alianza, firmada el 26 de septiembre, no es bienvenida por estadistas como Klemens Wenzel von Metternich, ni por los prusianos, por lo que Metternich, en la fecha, reemplaza este tratado por una alianza puramente política entre Austria, Prusia, Rusia e Inglaterra (también conocido como Cuádruple Alianza), con el fin de garantizar el mantenimiento del orden absolutista y reprimir cualquier intento de alterar la situación política de la Europa de la Restauración, contando con la posibilidad de poder intervenir manu militari en cualquier país contra movimientos liberales y revolucionarios. Se trata, en suma, de prevenir que Francia no vuelva a dominar Europa. En virtud de este tratado, Francia queda reducida a las fronteras de 1790, pierde Santo Domingo y se compromete a pagar una indemnización de 700 millones de francos a los aliados y a mantener durante cinco años un ejército de ocupación en su suelo. Este tratado asegura la obra del Congreso de Viena e integra a una Francia vigilada en el concierto de la Europa conservadora. Con todo, la orientación contrarrevolucionaria de las potencias firmantes hará que este tratado se popularice con el término de “Santa Alianza”.

Naturalmente, los financieros prosperan en Gran Bretaña. Incluso los financieros judíos pueden enriquecerse. Los Rothschild constituyen un ejemplo. El primer miembro importante de la familia es Mayer Amschel Rothschild (1744-1812), que ha ayudado a los británicos a financiar los ejércitos antinapoleónicos. Su hijo segundo, Nathan Mayer Rothschild (1777-1836), funda una sucursal de la firma en Londres. Sabe el resultado de la batalla de Waterloo antes que nadie, gracias a la hábil utilización de palomas mensajeras, y está en condiciones de efectuar sus operaciones financieras basándose en ese conocimiento.

En Gran Bretaña, la desesperación empuja a la violencia a los pobres y a los que sufren. Se dan movimientos para destruir la nueva maquinaria que a los oprimidos les parece que ha acabado con una Gran Bretaña primigenia e ideal de pequeños propietarios agrícolas e industrias caseras. Entre 1811 y 1816 hay bandas de «luditas» (el origen de este nombre es incierto) que promueven tumultos y tratan de destruir la maquinaria. Son duramente reprimidos y con el tiempo (cuando vuelva la prosperidad) el movimiento se extinguirá. (El nombre se sigue usando a veces para designar a quienes se vuelven ciegamente contra el avance tecnológico.)

En Gran Bretaña, se produce el inicio de un fuerte movimiento en pro de la reforma parlamentaria y de la ampliación del electorado, de tal manera que el Parlamento no sea sólo el portavoz de los intereses de comerciantes y terratenientes. El periodista William Cobbett destaca en este movimiento, y como consecuencia de ello ha de marcharse al extranjero en dos ocasiones. Un reformador idealista, Robert Owen, propugna el socialismo, urgiendo la reforma de las fábricas y el control de las mismas por el personal que trabajaba en ellas. Da un ejemplo de cómo los molinos pueden funcionar con eficacia y, al mismo tiempo, con consideración hacia los trabajadores. Así, se abstiene de emplear a niños, y organiza seguros de vejez y enfermedad, e incluso estructura la formación profesional. Gasta su fortuna sin tasa, pero su ejemplo tiene pocas oportunidades de alterar la inflexibilidad de la codicia y el privilegio. El banquero británico David Ricardo escribe sobre economía y señala con claridad los intereses en conflicto de las diversas clases. Así surge la noción de «lucha de clases», que incrementa su importancia con el transcurrir del tiempo.

En Gran Bretaña, en 1816, con la paz sobreviene una depresión económica. El paro empeora a causa de la desmovilización del ejército. Además, el advenimiento de la Revolución industrial significa la multiplicación de molinos y factorías en los que los trabajadores están obligados a ocuparse el mayor tiempo posible a cambio de la peor retribución posible. Como a las mujeres se les puede pagar menos que a los hombres, y a los niños menos que a los adultos, el trabajo de mujeres y niños se generaliza en condiciones infernales. A los obreros tampoco se les permite constituir sindicatos ni negociar mejores condiciones. El gobierno considera que no es de su incumbencia proteger a los explotados, y sostiene que toda negociación debe hacerse individualmente: un obrero fabril hambriento frente a un rico y poderoso propietario de molino. Por otra parte, si se requiere la protección del gobierno con carácter perentorio, ésta se presta al rico y poderoso, pues toda señal de protesta se considera «jacobinismo».

En 1816, una vez concluidas las guerras napoleónicas, clausurado el Congreso de Viena y tomando ejemplo de los norteamericanos, un escuadrón británico bombardea Argel (capital de Argelia), fuerza su rendición y libera a unos 3.000 esclavos europeos. Con esto termina para siempre la piratería berberisca.

Surinam es restituido por los ingleses a los holandeses.

Se publica en 1818 la novela «Frankenstein» de MARY WOLLSTONECRAFT SHELLEY -de 19 años y nacida en Londres-. Los efectos de la erupción del volcán Tambora en abril de 1815, se prolongaron hasta 1816, año que fue reecordado como el año sin verano por las bajas temperaturas y las constantes precipitaciones. En la fecha, coinciden en la Villa Deodati, en Ginebra, en busca de vacaciones el poeta Lord Byron y su amante Claire Clarement; el también poeta Percy Bysshe Shelley y su esposa, Mary Wollstonecraft; y el médico personal del noble, John Polidori. Estaban en el caserón sin poder poner un pie fuera porque estaba cayendo una lluvia torrencial. Y a Byron se le ocurrió una forma de matar el tiempo: les leyó historias alemanas de fantasmas. Luego, propuso a sus compañeros escribir la narración más terrorífica posible. La cosecha fue fructífera. De aquella noche cercenada por la tormenta nacieron criaturas que han trascendido al tiempo. Mary, que ha pasado a la libros de literatura con el apellido de su marido, Shelley, inventó a Frankenstein; el engendro devuelto a la vida. Y Polidori dio vida a un relato que se llamó El vampiro.

En la India, Inglaterra extiende su ocupacion desde Bombay derrotando a los indios mahratas.

Por el Tratado de Mundoseer los territorios de Holkar de Indore (India) se unen con los estados de Bajput a la protección británica.