Diversos caudillos como Josep Puig, Jeroni Galceran, Vilella, Josep Borges y Josep Estartús, consiguen formar una treintena de partidas que en octubre de 1847 llegan a los 4.000 hombres. Pero a pesar de ocupar ciudades importantes como Cervera, Terrassa o Lleida, dominar las zonas de montaña y las tierras del Ebro, tampoco consiguen sus objetivos.

La capacidad de movimiento de las tropas carlistas y el soporte que reciben de las poblaciones contrastan con la represión de un ejército impotente, a pesar de las diversas políticas de los capitanes generales Bretón, Manuel Pavía, Fernando Fernández de Córdoba y Manuel Gutiérrez de la Concha. En efecto, en la zona donde se está desarrollando la Segunda Guerra Carlista o «Guerra de los Matiners», se establece una dura represión oficial ordenando, incluso, la ejecución de todo aquel que porte armas o ayude a un rebelde.

A finales de 1847, el general Pavía anuncia la pacificación de Catalunya tras el fusilamiendel sacerdote y guerrillero español Benito Tristany. También otro cabecilla, Bartomeu Porredon es asesinado a golpes de bayoneta en su propio lecho. Muertos los cabecillas parece que el alzamiento está acabado pero proseguirá todavía hasta el año siguiente. En 1822 Tristany dirigió una partida absolutista que ocupó Solsona. Destacado por su fanatismo y crueldad, combatió en la primera guerra carlista, siendo nombrado por el pretendiente Carlos V mariscal de campo. En 1846 inició el levantamiento que condujo a la segunda guerra carlista.

Tras tres años de vagar por Europa estudiando las ciencias militares, el Conde de Reus, Juan PRIM, a propuesta del ministro de la guerra, Fernández de Córdoba, es nombrado Gobernador de Puerto Rico (1847-1848). PRIM, en la fecha, desembarca en Puerto Rico.

La Junta de Fábricas de Barcelona crea, en la fecha, la asociación de fabricantes, Instituto Industrial de Catalunya. Su objetivo es el fomento de la industria y la mejora de la competitividad con la introducción de nuevas tecnologías.

Narciso MONTURIOL tiene que exiliarse en Francia por su participación en los sucesos revolucionarios de Barcelona de 1847.

PRIM reprime con dureza las rebeliones de esclavos y promulga el Código Negro. Enfrentado a las autoridades hispanas de República Dominicana por su intento de atraer nuevos colonos y debido también a su actitud en la represión del bandolerismo, que se juzgará arbitraria (fusilamiento del cuatrero apodado el Aguila), el gobierno metropolitano decidirá, en la fecha, su sustitución. A partir de este momento, se destacará más y más en la vida política.

En la fecha se celebra la inauguración oficial en Barcelona del primer ferrocarril en la España peninsular, debido a la iniciativa  del empresario catalán  Miquel Biada. Su trazado es paralelo a la costa. Todos los medios, incluido el personal (guardaagujas) han sido importados. Diversas autoridades asisten al acto de bendición, tras el cual, el tren inicia su recorrido hacia Mataró. El tren está constituido por 24 coches-vagones y tiene capacidad para 900 pasajeros. Posteriormente se construirán otras líneas de comunicación ferroviaria entre la capital catalana y otras ciudades, como Granollers, Martorell y Terrassa.

La Revolución Francesa de 1848 reanima a progresistas avanzados, demócratas y republicanos, que levantan partidas en colaboración circunstancial con las carlistas recuperadas ahora por Ramón Cabrera, el Tigre del Maestrazgo, que vuelto de Francia, intenta transformar las partidas guerrilleras en un ejército capaz de enfrentarse con garantías a las fuerzas isabelinas. Sin embargo, la liquidación de la guerrilla de izquierdas («Fracaso de la conspiración de Montjuïc») y la política de subordinación dirigida a algunos cabecillas carlistas (Bep de l’Oli), juntamente con el proceso de recuperación económica y el cansancio del país, permiten el aplastamiento del movimiento en mayo de 1849.

Terminada la Segunda Guerra Carlista, el carlismo entra en una especie de letargo. Consolidada la Monarquía isabelina, bendecida por la Iglesia y con un liberalismo político de mínimos, el carlismo parece condenado a desaparecer. No es así. Una nueva función histórica le espera: la de convertirse en la reserva espiritual y fuerza movilizadora de las clases más conservadoras.