En el año 880 se conoce que existen en la montaña de Montserrat unas iglesias dedicadas a la Virgen María y a San Acisclo (Sant Iscle). Ello prueba la existencia de esos primitivos centros de culto, que serán las primeras ermitas de las que tengamos noticias. Más adelante se extenderán los puntos de devoción: San Jerónimo, en la cumbre más alta de la montaña; San Juan, San Dimas, San Miguel….

Habiendo fallecido (879) Luis II el Tartamudo, rey de Francia, no se encuentra entre los soberanos carolingios un candidato adecuado para ser emperador de Occidente. ¿En quién recaerá la corona imperial, que desde Carlomagno se ha ido transmitiendo por vía hereditaria? ¿A la rama franca o a la rama germánica? Sólo el papa puede decidirlo, y sin la aprobación del Romano Pontífice de nada le servirá a cualquier príncipe arrogarse ese supremo título. CARLOS III el Gordo, rey de los germanos, hijo de Luis II el Germánico, solicita la corona imperial (881-888). El Papa JUAN VIII se la concede.

Ante el ataque de los sarracenos, el papa JUAN VIII tiene que arreglárselas con Bizancio ya que el nuevo emperador, CARLOS III el Gordo, no le ayuda. Gracias a su política de tolerancia ante los diversos problemas que tiene planteados con Constantinopla, obtiene el papa el apoyo del emperador bizantino en sus luchas contra los sarracenos del sur de Italia. CARLOS III el Gordo no presta al papa la ayuda que le solicita contra los sarracenos, ya que otros negocios más urgentes le aguardan en Alemania donde los normandos hacen estragos subiendo por la corriente del Rin.

El peor enemigo del papa JUAN VIII no son los infieles, sino sus más inmediatos y, en teoría, fieles amigos y familiares. Con CARLOS III el Gordo luchando contra los victoriosos normandos que asolan el norte de los territorios francos y germánicos, los nobles italianos que nunca han visto con buenos ojos al papa, se rebelan contra él. En esta fecha uno de sus familiares le proporciona una bebida envenenada que tarda en hacer su efecto, por lo que coge un martillo y le da con él en la cabeza dejándole muerto en el acto.

El bárbaro asesinato del papa JUAN VIII, que es el primero que encontramos en la serie de los papas, nos indica que vamos entrando en una época de horror y de sangre, la más oscura y triste que haya atravesado el pontificado romano y que se ha dado en llamar «saeculum ferreum obscurum». JUAN VIII es el último de los grandes papas de ese tiempo. A partir de su muerte, la irreversible decadencia del imperio carolingio, fragmentado e impotente, deja a los papas faltos de apoyo temporal, lo que impulsa a las cada vez más poderosas familias nobles romanas a nombrar pontífices de su sangre que, muchas veces, durarán sólo semanas o días en la Sede y que hasta se superpondrán con algunos adversarios.

MARINO I -papa- (16.12.882 – 15.5.884), obispo de Ceri, caso nunca visto hasta este momento porque ningún obispo cambia de sede ni siquiera para alcanzar el sumo pontificado. Hombre de gran virtud, logra, durante su breve gobierno de la Iglesia, conservar un prudente equilibrio entre las fuerzas en pugna que ponen en peligro la estabilidad del papado. Este papa es también conocido como Martín II, debido a que durante la Edad Media el nombre de Marino se confundió con el de Martín, lo que supuso que en la lista de los papas, a Marino I se le llame Martín II y a Marino II se le llame Martín III. Este hecho implicará que, al corregirse el error, en las listas actuales de papas se pase de Martín I a Martín IV y no hayan existido papas con los nombres de Martín II y Martín III. Su elección se ha realizado sin consultar al emperador CARLOS III, quien, posteriormente, no pondrá ningún inconveniente a su nombramiento.

Fallece METODIO que junto con Cirilo ha estado evangelizando a los eslavos. Ambos serán nombrados patronos de Europa y se les considera pioneros en la evangelización de los pueblos eslavos.

Fallece el papa MARINO I.

ADRIANO III -papa- (17.5.884 – 17.9.885). Miembro de la familia Colonna, cambia su nombre al ocupar el solio pontificio, pues se llama Agapito. Decreta que, en adelante, el emperador debe ser un príncipe italiano. Media entre los príncipes imperiales para evitar la creciente fragmentación del Imperio pero tiene que buscar apoyo y defensa en los señores italianos más bien que en el lejano, débil y vacilante emperador. Durante su breve pontificado, y siguiendo la línea de su predecesor, Marino I, renovará la excomunión de Focio.

El Papa ADRIANO III, en su relación con el Reino Franco Oriental, manifiesta que la consagración del Papa no precisa el consentimiento imperial, a pesar de lo cual, el Papa responde afirmativamente a la petición del emperador CARLOS III el Gordo para que acuda a la Dieta que, con el objetivo de resolver la sucesión del trono imperial, se celebrará en Worms. Cuando el papa se dirige al encuentro, muere cerca de Módena el 17 de septiembre de 885, posiblemente asesinado, por lo que su cadáver no regresa a Roma, siendo enterrado en el monasterio de Nonantula sito en esa misma ciudad. Poco después de su muerte será proclamado santo, pero su canonización será impugnada y no será confirmada hasta que León XIII dicte, el 2 de diciembre de 1891, un decreto por el que se reconoce oficialmente el culto de Adriano III.