Ad abolendam se convierte en el embrión del futuro Tribunal de la Santa Inquisición y del Santo Oficio.


El Concilio de Verona al que asiste el emperador FEDERICO I Barbarroja- y en el edicto Ad abolendam expedido por el papa LUCIO III (1181-1185) contra los cátaros y lo valdenses, se fija las primeras disposiciones del recientemente creado tribunal permanente contra los herejes: tribunal episcopal. Así, se decreta: que los condes, barones y otros señores juren ayudar a la Iglesia a descubrir y castigar a los heresiarcas (autores de las herejías), so pena de ser excomulgados y perder sus bienes y derechos; que los demás prometan también bajo juramento denunciar al obispo o delegados, a todas las personas que se sospeche vivan en la herejía o formen parte de sociedades secretas; que los obispos visiten dos veces al año todas las ciudades y aldeas de su diócesis para descubrir a los sacrílegos; que se entreguen al brazo secular a todos los que sean declarados herejes por los obispos y que no confiesen su crimen; y también, que sean declarados infames para siempre y despojados de sus empleos.