FEDERICO I Barbarroja, hijo del duque FEDERICO II de Suabia y de Judit de Baviera, sucede a su padre en el gobierno del ducado suabo en 1147, año en que participa en la Segunda Cruzada junto a su tío, el emperador CONRADO III, quien -este mismo año- lo nombra heredero.
FEDERICO I Barbarroja (Emperador del SIR y Rey de Alemania)(1152-1189)
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Sube al trono de Alemania, sucediendo a Conrado III, su sobrino el príncipe FEDERICO de Suabia.
Sube al trono de Alemania, sucediendo a Conrado III, su sobrino el príncipe FEDERICO de Suabia, un Hohenstaufen hijo de Federico II el Tuerto, hermano de Conrado III casado con Judith, güelfa. Su espléndida barba rojiza le merecerá el apodo de FEDERICO I Barbarroja (1152-1189). FEDERICO I es un hombre osado que abriga planes muy ambiciosos. Se considera el sucesor de Constantino, de Justiniano y de Carlomagno, con todos los derechos y prerrogativas de aquellos tres grandes emperadores de los siglos IV, VI y IX.
La ambición de FEDERICO I Barbarroja, sin embargo, va mucho más allá de las fronteras de Alemania.
La ambición de FEDERICO I Barbarroja, sin embargo, va mucho más allá de las fronteras de Alemania, pues, considerándose continuador de la obra de Carlomagno y Otón I, tiene el firme propósito de crear un imperio universal que restaure la grandeza del Imperio Romano, para lo cual es preciso someter al Papado y a las ciudades italianas. Semejantes ideales chocan contra una nueva realidad histórica: las comunas; que poco a poco se han ido sustrayendo a la autoridad efectiva del emperador. La oposición viene también de otra parte. FEDERICO ha logrado someter la Iglesia de Alemania a sus intereses; pero ahora los papas están firmemente decididos a conservar su independencia y el prestigio tan fatigosamente obtenidos. Por lo tanto, comunas y papado se encuentran casi naturalmente de acuerdo en la lucha contra el imperio.
FEDERICO I Barbarroja unifica Alemania y Borgoña al casarse con Beatriz, heredera de Borgoña.
La designación de FEDERICO I Barbarroja como rey de Alemania resulta por aclamación de la Asamblea de príncipes, que ven en él un monarca enérgico y valeroso, capaz de acabar con los enfrentamientos que, desde 1125, mantienen en todo el reino los gibelinos, partidarios de los Hohenstaufen, procedentes de Suabia, y los güelfos, seguidores de los Welf de Baviera. En el norte, FEDERICO I Barbarroja unifica Alemania y Borgoña al casarse con Beatriz, heredera de Borgoña. Declara una paz imperial y para asegurarla, apacigua a los güelfos al reconocer a ENRIQUE el León como duque de Sajonia y Baviera, y en compensación convierte a Austria en ducado. Pero cuando ENRIQUE rechaza aportar tropas a una campaña italiana, FEDERICO, apoyado por otros príncipes celosos lo exilian por traidor. Los ducados de ENRIQUE se separan y Baviera pasa a la familia Wittelsbach.
FEDERICO I Barbarroja promete ayudar al papa EUGENIO III a sofocar la rebelión de los romanos.
El 23 de marzo de 1153, por el tratado de Constanza, Federico BARBARROJA se compromete a ayudar al papa EUGENIO III a sofocar la rebelión de los romanos, que, con ARNALDO de Brescia al frente, se han constituido en municipio libre y han expulsado al pontífice. Para demostrarle su gratitud, el papa le propone consagrarlo emperador. Pero no ha lugar porque EUGENIO III morirá antes de poderlo hacer.
Muere el Papa EUGENIO III en Tívoli, antes que Federico BARBARROJA llegue a Roma.
El Papa EUGENIO III muere el 8 de julio de 1153 en Tívoli, antes que Federico BARBARROJA llegue a Roma. (Pío IX reconocerá oficialmente las virtudes de EUGENIO III y le declarará beato en el año 1872).
En ayuda del Papa, Federico I entra con su ejército en Italia en 1154.
En ayuda del Papa ANASTASIO IV, FEDERICO I entra con su ejército en Italia en 1154.
Fallece en Roma el papa ANASTASIO IV.
Fallece en Roma el papa ANASTASIO IV, el 3 de diciembre de 1154. Ha luchado por mantener la integridad de la Iglesia ante el poder temporal. Con este fin intenta entrevistarse con el mismo FEDERICO I Barbarroja, para lo que envía un legado, que muere antes de llegar a su destino, Magdeburgo, que ha sido ocupada por FEDERICO I. Poco después fallecerá el Papa
FEDERICO I Barbarroja es coronado emperador por ADRIANO IV. Arnaldo de Brescia es ajusticiado.
FEDERICO I Barbarroja devuelve al papa ADRIANO IV el gobierno de los Estados Pontificios cuando, deseando ser coronado emperador de mano del pontífice, entra en la ciudad con un potente ejército. Allí intentan los senadores atraerlo a su causa, ofreciéndole coronarle función que según ellos, corresponde al Senado. Pero FEDERICO no se deja convencer, respondiéndoles: «Roma ya no es Roma». La ciudad se rebela contra él, por lo que FEDERICO toma cumplida venganza con los alzados, muchísimos de los cuales son ajusticiados. BARBARROJA ha de salir de Roma llevándose con él al papa y a los cardenales. Poco después, sus hombres logran apoderarse del instigador de los motines, el ardiente predicador ARNALDO de Brescia. El emperador se lo entrega al prefecto de la ciudad y éste le condena a morir en el cadalso, quemando luego su cadáver y echando sus cenizas al río Tíber. Finalmente, FEDERICO recibe del nuevo Papa, ADRIANO IV, la corona imperial como premio por la ayuda que le ha prestado.
El papa ADRIANO IV concluye con GUILLERMO I de Sicilia, hijo de Roger II, el tratado de Benevento.
Sometida Roma por FEDERICO I Barbarroja, el Papa ADRIANO IV se ocupa de sus problemas con los normandos quienes dominando el reino de Sicilia y el sur de Italia constituyen una amenaza para los Estados de la Iglesia. En 1156 el papa concluye con GUILLERMO I de Sicilia el tratado de Benevento, que garantiza al papado la seguridad de sus fronteras meridionales. Pero este acuerdo entre ADRIANO y los normandos indispone al Papa con el emperador. En realidad, nunca ha habido unas relaciones claras y cordiales entre el monarca alemán y el sucesor de Pedro. Posee aquél una enorme personalidad y es un hombre de Estado de excepcional categoría que lucha decididamente por restaurar todos los derechos y privilegios de su corona. Su imperialismo tiene que chocar necesariamente con un papa imbuido de antiguas pretensiones gregorianas por un dominio universal.