Cuarenta y seis personas asesinadas en los 274 atentados perpetrados durante los últimos seis años es el balance de la actividad terrorista de ETA desde que anunció la ruptura de la anterior tregua mantenida hasta diciembre de 1999. La ruptura de la tregua por desavenencias entre los nacionalistas trajo consigo una ofensiva terrorista extremadamente sangrienta a partir de enero del 2000, una ofensiva con la que ETA buscaba mantener aislado políticamente al PNV para provocar un nuevo pacto más adelante imponiéndole unas condiciones que no había querido aceptar en 1999.

Un total de 1.398 civiles han sido asesinados en Bagdad el mes de mayo. En esta cifra no están incluidos los civiles fallecidos en atentados con bomba de la insurgencia. Aún así, el número de muertos es el mayor que ha habido en un mes desde la invasión de Irak por EE. UU. en marzo de 2003. Todos murieron en atentados o asesinados; en muchos casos los cuerpos fueron encontrados en las calles de la capital Irakí tras haber sido ejecutados, habitualmente de un tiro en la cabeza. Al menos 400 de estos cadáveres no han podido ser identificados. El número de Irakíes que han muerto en Bagdad durante los cinco primeros meses del año asciende ya a 6.025 – cifra oficial de los cuerpos ingresados en el depósito de cadáveres-, lo que representa una media superior a los 1.200 asesinados por mes. Si esta proporción se mantiene, 2006 superará largamente al año anterior en el que entraron en la morgue de Bagdad 10.150 cuerpos, el año de mayor mortandad desde el inicio de la guerra.

El Gobierno de Afganistán destituye a 84 cargos de las fuerzas de seguridad tras los graves incidentes de esta semana en Kabul entre la multitud y las tropas estadounidenses y afganas. La situación preocupa a Washington. Pasados cinco años del desalojo de los talibanes del poder, de los bombardeos, de la persecución del fantasma de Ossama Bin Laden; con un Gobierno formado, una Constitución aprobada, un presidente que es invitado a los discursos sobre el estado de la nación en Washington y algunos intentos por mejorar la condición de las mujeres y el atraso secular, en Afganistán siguen los combates, los atentados, la violencia. Casi cuarenta talibanes murieron el viernes en los enfrentamientos con las fuerzas gubernamentales que buscaban recuperar la ciudad de Chora, ocupada desde el martes por la guerrilla.

El líder de Al Qaeda en Irak, el sanguinario Abu Musab Al Zarqaui, muere al ser bombardeada desde el aire, por dos F-16 estadounidenses, la casa donde se reunía con sus colaboradores. Pese al gran alivio en Washington, el presidente Bush fue prudente en su optimismo y alertó de que la insurgencia Irakí no está derrotada. La eliminación del sanguinario Al Zarqaui, cabeza visible de Al Qaeda en Irak, responsable de atentados devastadores como el perpetrado contra las oficinas de la ONU en Bagdad, la voladura de mezquitas chiíes y autor material de la decapitación de rehenes, supone un evidente alivio para Washington. También reaccionó bien el mercado del petróleo, cuyo precio por barril descendió de los 70 dólares.

La Guardia Civil detiene en un piso de la calle Amargura, de Reus (Tarragona), a los considerados tres máximos dirigentes de los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (Grapo), la banda terrorista descabezada en varias ocasiones desde su fundación en 1975, pero que siempre ha resurgido bajo el impulso del fanatismo maoista de sus integrantes. Los detenidos son Juan García Martín, presunto jefe de los Grapo; su compañera Carmen Cayetano Navarro, responsable de relaciones internacionales, y María Aránzazu Díaz Villar, jefa de las de interior, que fueron conducidos a la Audiencia Nacional en Madrid.

El Gobierno de Sri Lanka asegura que el proceso de paz seguirá adelante pese al atentado de hoy que ha costado la vida a 64 personas y que imputa a los separatistas tamiles. Un portavoz gubernamental afirma que la acción “es un acto terrorista, no una declaración de guerra”. Se trata del atentado con mayor número de víctimas civiles desde que se decretó el alto el fuego en febrero del 2002. El atentado acrecienta el temor a que Sri Lanka retorne a una guerra civil abierta. La guerrilla separatista, los Tigres de Liberación de la Patria Tamil, niega su implicación en el atentado y lo condena en un comunicado en el que se indica que “tomar como objetivo directo de ataques a la población civil no tiene ninguna justificación”.

Basaiev ha muerto, en la fecha, en Ingushetia, una república vecina de Chechenia en el Cáucaso ruso. El líder independentista formaba parte de un grupo de militantes islámicos que estaban preparando un “acto terrorista” en esa región, coincidiendo con la cumbre del G-8 que se celebrará el próximo fin de semana en San Petersburgo. Los rebeldes chechenos esperaban “poner presión política sobre el liderazgo” del G-8, pues durante este año a Rusia le corresponde presidir este exclusivo club de líderes mundiales. Putin asegura que lo sucedido es lo que muchos deseaban para Basaiev por los muchos crímenes cometidos, y anuncia condecoraciones para los agentes del FSB que han participado en la operación. “Ésta es la retribución deseada contra los bandidos por nuestros niños en Beslan, en Budionnovsk y por todos los atentados que cometieron en Moscú y en otras regiones, incluidas Ingushetia y Chechenia”.

El tren suburbano de Bombay, el más densamente utilizado del mundo, sufre un atentado con siete bombas que provoca 207 muertos y 600 heridos. Aunque nadie reivindica la matanza ni Nueva Delhi ha acusado a ningún grupo en concreto, la sombra islamista apunta con fuerza y se acusa al enemigo mortal del norte, Pakistán, de inspirar el terrorismo. (El otro enemigo de la India se encuentra en el sur: Sri Lanka y el separatismo tamil).

El Gobierno indio reaccionó airado a las declaraciones de rechazo y condolencias de Islamabad (Pakistán) por el atentado de Bombay, que fueron por cierto inmediatas, la misma noche del martes. El motivo es un comentario del ministro de Exteriores pakistaní, Jurshid Mehmud Kasuri, diciendo que “el incidente de Bombay, por trágico que sea, y sin duda lo es, subraya la necesidad de que ambos países colaboren para controlar este clima, pero sólo pueden hacerlo si resuelven sus disputas, en particular sobre Jammu y Cachemira”. La diplomacia india, a través de su portavoz, Navtej Sarna, consideró “espantoso” que se quiera “relacionar este inhumano acto de terrorismo con la llamada falta de resolución en la disputa entre India y Pakistán”.

Desde que el general Musharraf accedió a la comandancia de las fuerzas armadas de Pakistán en 1998, India viene siendo golpeada una y otra vez por un terrorismo cuyo rastro siempre conduce a los Servicios de Inteligencia Militar pakistaníes. La participación del régimen militar pakistaní en estos actos, modulada sea la presión internacional, no es una sospecha o una hipótesis, es un hecho corroborado por las autoridades indias masacre tras masacre, antes y después del inicio del proceso de paz. El chantaje nuclear de Musharraf, sin embargo, neutraliza, como sucedió con la última gran escalada de tensión entre los dos países en 2002, cualquier estrategia de diplomacia coercitiva india basada en la amenaza de la confrontación. Hasta que EE. UU. y el Reino Unido no dejen caer a Musharraf (y parece ser que ya van dándose cuenta que este señor les está tomando el pelo) el Ejecutivo de Manmohan Singh permanecerá sin opciones reales para combatir la postura del liderazgo pakistaní de no abandonar, de una vez por todas, el terrorismo como política de Estado.