El zar ruso PEDRO I el Grande, el 27 de mayo de 1703, funda la ciudad que ha construido en la orilla del río Nevá y la llama San Petersburgo (en honor del santo cuyo nombre él lleva), en un territorio que acaba de conquistar a Suecia, convirtiéndose en la nueva capital occidentalizada de Rusia, en sustitución de Moscú. Su construcción según los cálculos más serios ha provocado la cifra de 120.000 muertos. Llama a la ciudad San Petersburgo (“ciudad de San Pedro”) en honor de su santo patrón. (Moscú cuenta en estos momentos con 100.000 habitantes). La nueva capital es para el zar la “ventana a Occidente” y se dice que la llama “mi paraíso”. También construye una flota para utilizarla en el Báltico. Esta capitalidad durará hasta 1918, en que Lenin la devolverá a su antiguo poseedor.

Los siervos en Rusia no experimentan ningún cambio cuando el zar PEDRO I se decide a reformar a este país atrasado. Y es que para PEDRO I, la reforma significa abrir Rusia a Occidente y aprender de éste.

A fin de reforzar la posición de Rusia en el mundo, el zar ordena formar un ejército permanente según el modelo occidental, para lo cual se recluta forzosamente cada año de 30.000 a 40.000 jóvenes a quienes se imparte instrucción militar. También se amplia la flota hasta hacerla la más poderosa del Báltico. Y, tal como ha hecho con el ejército, el zar Pedro reorganizó así mismo la administración estatal. Para ello divide el imperio en ocho distritos. Los gobernadores de distrito son responsables ante el gobierno imperial, y éste a su vez ante el zar. Para que todos los niveles de gobierno trabajen de acuerdo con sus ideas, sustituye la nobleza de linaje por una aristocracia de servicio. Lo decisivo en este nuevo ordenamiento jerárquico de funcionarios y oficiales no es ya el linaje sino el rendimiento en cualquier grado en se halle cada cual.

Ninguna de aquellas reformas beneficia a los trabajadores y los campesinos; al contrario, los servicios que deben realizar y los impuestos que han de pagar son cada vez mayores. Las clases altas abandonan al mismo tiempo las costumbres rusas y al pueblo ruso y comienzan a vivir, vestirse y hablar de acuerdo con los usos extranjeros. De ese modo se produce una ruptura entre el zar y el pueblo y se desanudan los antiguos vínculos. El monarca ruso se convierte en un déspota, y el pueblo libre se equipara en importancia a unos esclavos sin libertad. Todo esto preocupa sin embargo poco a Pedro el Grande, según el apelativo por el que no tarda en ser conocido. El zar persigue su objetivo de modernizar Rusia con una determinación brutal.

El zar PEDRO I el Grande logra reconquistar para Rusia Noteborg, Ivangorod y Narva. Concretamente, el 9 de agosto de 1704, PEDRO recupera Narva, perdida cuatro años antes, y aniquila a cuantos suecos encuentra allí.

El 1 de enero de 1708, CARLOS XII, rey de Suecia, está listo (aunque con demasiado retraso) para dirigir su atención a Rusia. Cruza el río Vístula con 45.000 hombres, y marcha en dirección Este hacia Moscú. Durante más de medio año continúa hacia el Este, mientras PEDRO I pone en marcha cuidadosamente la política rusa que iba a dar cuenta de aquellos y de los futuros invasores. Evita presentar batalla, y poco a poco va cediendo terreno, pero destruyendo alimentos, cosechas y todo cuanto pueda resultar útil a los suecos en su avance. Es la política de “tierra quemada”.

PEDRO se ha ido aproximando pacientemente, y al cabo, cuando decide que ha llegado el momento oportuno, se enfrenta al monarca sueco el 28 de junio de 1709 en Poltava, al este del Dniepr, en Ucrania. CARLOS XII ha sido recientemente herido en un pie, y debe ser transportado en litera. Con poquísima munición, ha de lograr una victoria rápida. Ataca en seguida, pero PEDRO se da cuenta de sus intenciones, por lo que resiste firmemente el ataque, y entonces, en el momento crucial, hace intervenir una tropa de refresco integrada por 40.000 hombres, con gran número de cañones y munición. Los suecos sencillamente se desploman.

CARLOS XII de Suecia capitula en Perevolotnia, junto al Dniéper. Acaba de perder la batalla de Poltava contra los rusos dirigidos por PEDRO, iniciada el 28/6. El monarca sueco, que es acogido por el otomano Ahmed III, permanece diecisiete meses en la cama abatido por la tristeza. El resto de su ejército es exterminado o tomado prisionero. Una Europa admirada llamará al conquistador “PEDRO el Grande”, que es como se le conocerá desde este momento.

Casi perdido en el feliz desarrollo de la “Gran Guerra del Norte” contra CARLOS XII de Suecia, se abre un interludio en cuyo transcurso PEDRO comete una torpeza contra el Imperio otomano. Tras el desastre de Poltava, CARLOS XII, instalado en el Imperio otomano, logra convencer a los turcos de que entren en guerra con Rusia. PEDRO, a quien Poltava le ha hecho perder el sentido de la realidad, marcha hacia lo que hoy es Rumanía, y en su negligencia se deja atrapar a orillas del río Prut por un ejército turco más numeroso.

PEDRO el Grande, se muestra cruel con su hijo Alejo, al que ha educado su madre, Eudoxia (1669-1731), a quien PEDRO detesta y de la que se ha divorciado (o al menos eso dice él). Esa educación ha hecho de Alejo la antítesis de su padre: es un joven débil, pasado de moda, que cree en los viejos procedimientos medievales. Muerto de miedo por su brutal progenitor, trata de renunciar a la sucesión que le corresponde e ingresar en un monasterio, pero se lo prohíbe. Entonces huye y se oculta en Italia (1716), pero los agentes de Pedro lo secuestran y lo devuelven a Rusia. Pedro sabe que su hijo, tanto si abraza la vida monástica como si se refugia en el extranjero o va a cualquier sitio que no sea la tumba, será utilizado por los conservadores para suprimir todas sus reformas y hacer retroceder a Rusia a la edad oscura. Así, pues, en 1718 dispone la ejecución de su hijo a quien tortura primero. El príncipe fallece antes del cumplimiento de la sentencia, de resultas de tan terrible martirio, a la vez moral y físico. Se dice que Alejo ha expirado a golpes de látigo, el 26/8/1718, dos días antes de celebrarse las ceremonias conmemorativas de la victoria de Poltava.