CÁTAROS O ALBIGENSES (Herejes maniqueos)

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La cruzada albigense (denominación derivada de Albi, ciudad situada en el suroeste de Francia), también conocida como cruzada contra los cátaros, fue un conflicto armado que tuvo lugar entre los años 1209 y 1244, por iniciativa del papa Inocencio III con el apoyo de la dinastía de los Capetos (reyes de Francia en la época), con el fin de reducir por la fuerza el catarismo, un movimiento religioso calificado como herejía por la Iglesia católica y asentado desde el siglo XII en los territorios feudales del Languedoc, favoreciendo la expansión hacia el sur de las posesiones de la monarquía capetana y sus vasallos.

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Arnaut ALMERIC, el legado pontificio, logra, reunir en Lyón un ejército de caballeros y soldados.


Arnaut ALMERIC, el legado pontificio, logra, reunir en Lyón en junio de 1209, un ejército de caballeros y soldados. Son quizá veinte mil jinetes y doble número de peones. (Se han dado cifras para todos los gustos). Un ejército contra el que los barones y señores del Languedoc sólo pueden oponer unos pocos cientos de caballeros. La cruzada, en la fecha, acaudillada por el propio ALMERIC, se pone en marcha contra la ciudad de Béziers. Es la primera contra un pueblo cristiano uniendo al terrible alcance de la excomunión y el entredicho, la formidable fuerza militar de los señores del Norte. A ellos pronto se sumarán campesinos, burgueses y mercenarios.

El conde RAMON VI de Tolosa, se somete al legado pontificio en el tema de loa Cátaros.


El conde RAMON VI de Tolosa, viendo el cariz que están tomando los acontecimientos relacionados con los albigenses y temiendo perder sus estados, se somete al legado pontificio, suscribiendo todas las proposiciones que se le presentan y entregando, como prenda de seguridad, siete de sus castillos de Provenza. Con esto, en la fecha, es absuelto de la excomunión.

La ciudad de Béziers es ocupada por las tropas asaltantes de los cruzados.


La ciudad de Béziers es ocupada -en la fecha- por las tropas asaltantes de los cruzados. Los habitantes de la ciudad se refugian en la catedral y se pregunta al legado del papa, abad del Cister, ARNAUT ALMERIC, qué debe hacerse con los allí refugiados, puesto que entre los herejes se han mezclado buenos y auténticos católicos. Es conocida la legendaria respuesta: «Matadlos a todos que Dios reconocerá a los suyos». La frase es apócrifa y fue inventada ciento cincuenta años después de los hechos por un monje alemán, pero lo cierto es que en Béziers mueren más de cincuenta mil personas y esta tragaedia marca el comienzo de la guerra «santa» contra los cátaros o albigenses.

La cruzada contra los albigenses o cátaros conlleva una brutalidad que no se ha tenido con otras religiones no cristianas.


La cruzada contra los albigenses o cátaros conlleva una brutalidad que no se ha tenido con otras religiones no cristianas. Si desde Roma se ve con tanta belicosidad a los cátaros, los más abundantes cristianos ortodoxos occitanos, que conviven con esta minoría, que ni en el triángulo Tolosa- Albi-Carcasona llega al veinte por ciento de la población, parece que no muestran ninguna inquietud relevante en estas relaciones.

A Béziers sigue Carcassona que se rinde al paso de la cruzada contra los albigenses.


A Béziers sigue Carcassona que se rinde en la fecha. En esta ciudad, el joven vizconde Ramon-Roger, de la casa de los Trencavel, señores de Béziers, Carcassona y Albí, casa que domina la parte oriental de Languedoc, ha de ver como la cruzada hiere de muerte y sin piedad a sus ciudades siendo él mismo hecho preso a traición y encadenado en el muro de su palacio de la Cité, donde encontrará la muerte tres meses después.

SIMÓN de Monfort es nombrado por Arnaut ALMERIC, nuevo dirigente de la Cruzada.


Ya que ninguno de los nobles que está interviniendo en la cruzada quiere hacerse cargo de las ciudades recien conquistadas, Arnaut ALMERIC tiene que solicitar tal responsabilidad de SIMÓN de Monfort, noble normando que ha luchado ya en dos cruzadas. Éste acepta siendo nombrado nuevo dirigente de la Cruzada.

El concilio celebrado en Avignón vista la actitud pasiva de RAMON VI, excomulga de nuevo al conde.


El concilio celebrado en Avignón con asistencia del episcopado y de los abades de Provenza, vista la actitud pasiva que sigue manteniendo RAMON VI, excomulga de nuevo al conde y, por otra parte, dicta severos decretos disciplinarios, a fin de extirpar las causas u ocasiones de la herejía, declarando que los primeros culpables son los obispos por dejación de sus responsabilidades. (En setiembre de 1210 se celebrará otro concilio en Saint-Gilles en el que también se encontrará culpable a RAMON VI.)

Felipa, Esclarmonda y la catalana Ermessenda de Castellbó, tres condesas, serán perfectas cátaras.


El condado de Foix, al otro lado del Languedoc, está regido por Roger Bernat II, y todo el mundo está de acuerdo que la corte de los condes está más que contaminada por el catarismo. Los condes siempre afirmarán que esto es una calumnia y la Inquisición nunca podrá demostrar nada, pero las nobles damas de Foix serán el paradigma de las influencia de los «Hombres buenos» en la mujer occitana. Felipa, Esclarmonda y la catalana Ermessenda de Castellbó, tres condesas, serán evidentemente, perfectas cátaras.

SIMÓN de Monfort inicia la ocupación de los dominios Trencavel que todavía están en manos de los señores de Occitania.


En la primavera de 1210, SIMÓN de Monfort inicia la ocupación de los dominios Trencavel que todavía están en manos de los señores de Occitania. Comienza por Bram. La conquista es fácil, poco cruenta para ambos bandos. Sin embargo, SIMÓN de Monfort quiere dejar constancia de quien es el amo de la comarca: toma a un centenar de hombres, les rompe la nariz, les corta el labio superior y les vacía los ojos, menos a uno a quien le deja uno de los dos ojos. Este último servirá de guía a los demás, que se dirigirán en grupo a Cabaret, a fin de que toda la zona se entere de lo ocurrido.

En Menerba, los cruzados queman, de hecho, a 140 perfectos junto a la iglesia después de haberlos conminado a abjurar.


Sigue a Bram, Menerba. La villa se rinde a SIMÓN de Monfort, que perdona a los lugareños pero conmina a los perfectos a abjurar para salvarse. Robert de Mauvoisin, uno de sus capitanes, se muestra en desacuerdo: \»hemos tomado la cruz para acabar con los herejes, no para perdonarlos\». Arnaut ALMARIC, el legado pontificio, \»salva\» la situación: \»No os preocupéis, creo que se van a convertir muy pocos\». Queman, de hecho, a 140 perfectos junto a la iglesia. Cuando aún humea la hoguera, un grupo de clérigos, con Arnaut al frente, cantan un tedéum para agradecer el \»feliz\» desenlace. Siguen a Menerba todos los castillos del Carcassès y Menerbès que van cayendo uno tras otro, muchos de ellos entregados sin combate por los mismos señores: el recuerdo de Besiers, Carcassona, Bram y Menerba están demasiado frescos. A final de año cae Termes y unos meses después Cabaret en el Cabardès.