BATALLA DE SAN QUINTÍN, BATALLA DE LAS GRAVELINES Y LA PAZ DE CHATEAU-CAMBRESIS (1557)

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FELIPE II, que se encuentra en serios apuros económicos, comienza la invasión de Francia desde Flandes.


FELIPE II que se encuentra en serios apuros económicos, cuando, por fin, considera que cuenta con la fuerza suficiente, comienza la invasión de Francia desde Flandes. Unos 42.000 hombres, entre españoles, flamencos, borgoñones y, sobre todo, mercenarios alemanes, se adentran en territorio enemigo en julio de 1557 bajo el mando de Manuel Filiberto, duque de Saboya.

FELIPE II ordena el asedio y la toma de la ciudad de San Quintín, al Norte de Francia.


FELIPE II, decepcionando a su padre, que habría deseado un rápido progreso hasta París, muestra su prudencia, ordenando, en la fecha, fiesta de S. Lorenzo, el asedio y la toma de la ciudad de San Quintín, en vez de adoptar cualquier medida que supusiera temeridad y riesgo. Así, pues, el ejército español, tras realizar diversos amagos, procede a sitiar la ciudad de San Quintín, al norte de Francia, en la región de Picardía, actual departamento de Aisne. La desproporción de fuerzas es notable, pero la ciudad cuenta con buenas defensas, por lo que el sitio se adivina duro. Además, tras conocer los franceses la noticia, preparan un ejército de socorro comandado por el condestable Montmorency que suma unos 26.000 hombres. Montmorency confía en que, con la colaboración de los sitiados, obtendrá una fácil victoria. Su excesivo optimismo radica en la fe en sus capacidades y en su experiencia, así como en el desprecio que le inspira el duque de Saboya, que sólo cuenta 29 años.

La derrota francesa en San Quintín es total.


En el asedio de San Quintín, en el norte de Francia, el exceso de confianza del general galo Montmorency en el intento de socorro de la plaza, se ve sorprendido por el contraataque de la caballería española, lo que le obliga a replegarse a toda prisa. Pero sus tropas, agotadas por las marchas, son alcanzadas por las fuerzas de FELIPE II, encabezadas por la caballería del conde Egmont y obligadas a presentar batalla. La carnicería es total; mueren casi 9.000 franceses, entre ellos 300 miembros de la alta nobleza, y 8.000 resultan prisioneros, entre ellos Montmorency, mientras que las fuerzas del duque de Saboya apenas sufren 2.000 bajas.

San Quintín es tomada a sangre y fuego con la intervención del propio FELIPE II.


A pesar de la derrota de los franceses, San Quintín ha resistido durante quince días bajo el mando del almirante GASPAR de Coligny, un fanático hugonote que no duda en ahorcar a aquellos que flaquean en la defensa. Mientras tanto, llega el propio FELIPE II a las murallas de la ciudad con más de 20.000 hombres de refuerzos, entre los que se encuentran más de 5.000 ingleses. Durante esos días del asalto es la primera y única vez que el monarca se pone una armadura para arengar a las tropas, pero sin participar directamente en la batalla. FELIPE II no disimula en absoluto la repugnancia que le despierta aquel espectáculo sangriento, extrañándose de que su padre se sintiese tan a gusto en las batallas. Por fin, en la fecha, la ciudad es tomada a sangre y fuego, tras lo que sigue un horrible saqueo.

Tras el desastre de San Quintín, el rey francés, ENRIQUE II, toca a rebato y llama a todos los franceses a defender París.


Después de San Quintín, el rey francés, ENRIQUE II, toca a rebato y llama a todos los franceses a defender París. Hacia allí destaca a su mujer, CATALINA de Médici, provista de abundantes recursos monetarios, para levantar el ánimo de sus habitantes y preparar su defensa. Por su parte, el rey español, FELIPE II, procede a dictar a sus secretarios las cartas que habrán de partir inmediatamente a toda Europa dando parte de aquella victoria. Emotivas son las dirigidas a sus parientes, en las que aprovecha para encargar los pertinentes tedeums, y de más calado las enviadas a Italia, concretamente a Venecia, república a la que sugiere abandonar la alianza antiespañola, así como convencer al papa de lo mismo. Decenas de pinturas, tapices y grabados se encargan en Flandes y en España para conmemorar la batalla.

Después de unos meses de enfrentamientos, el duque de Alba llega hasta las puertas de Roma.


Después de unos meses de enfrentamientos, el duque de Alba llega hasta las puertas de Roma. Temeroso el Papa, PABLO IV, de que se repita lo sucedido cuando el saqueo por las tropas del duque de Borbón, solicita un armisticio que le es rápidamente concedido. Tanto el de Alba como su rey no quieren provocar un enfrentamiento con el Papa, al estar considerada España a la cabeza de las naciones cristianas. Mientras se cumple el armisticio, el francés duque de Guisa, invade Nápoles, aunque no adelanta gran cosa en la conquista de este reino. Después de la victoria española sobre los franceses, en la Batalla de San Quintín, PABLO IV aliado de ENRIQUE II de Francia, no tiene más remedio que concentrarse en la reforma y pedir la paz con España.

FELIPE II refuerza las defensas de San Quintín y conquista otras plazas adyacentes.


FELIPE II refuerza las defensas de San Quintín y conquista otras plazas adyacentes que le permitan consolidar un corredor hasta Flandes, y se retira a invernar, licenciando a la mitad de sus tropas, lo que alivia su grave situación financiera.

FELIPE II exige únicamente del Papa que Roma mantenga su neutralidad entre España y Francia.


FELIPE II, magnificando acaso la idea de que PAULO IV representaba a Dios sobre la tierra como lo habían hecho los sucesivos herederos de la Santa Sede, exige únicamente que Roma mantenga en adelante su neutralidad entre España y Francia. Todas las plazas tomadas al estado de la Iglesia son devueltas y el duque de Alba acude a Roma para pedir perdón en nombre de FELIPE II por haber invadido posesiones sagradas. PAULO IV, derrotado y vencido se convierte en vencedor por ese respeto que el rey español guarda a los enviados de Dios.

ENRIQUE II de Francia prepara su desquite. El señor de Termes llega a Dunkerque y amenaza Bruselas.


ENRIQUE II de Francia prepara su desquite y manda llamar urgentemente a las fuerzas que tiene destacadas en Italia, abandonando al papa PABLO IV a su suerte. Recluta un nuevo ejército en la Picardía, que pone en manos de Nevers; pide ayuda naval al sultán otomano y alienta a los escoceses a invadir Inglaterra por el norte. El duque de Guisa -Francisco de Lorena- arrebata el puerto de Calais a los ingleses (es cuanto queda de las conquista inglesas en Francia), y el señor de Termes con un ejército de 12.000 infantes, 2.000 caballos y un inmenso tren de artillería, tras atravesar el río Aa, llega a Dunkerque y amenaza Bruselas.

Egmont, que sospecha las intenciones del francés, lo alcanza cerca de Gravelines.


Egmont, que sospecha las intenciones del francés, haciendo una marcha rápida, incluso abandonando la artillería y bagajes, lo alcanza cerca de Gravelines. El enfrentamiento de los dos ejércitos es impetuoso. La caballería española se ve obligada a retirarse, siendo perseguida por la francesa, lo que le obliga a separarse de su infantería. Entonces, el general español que ha rehecho sus escuadrones, los lanza de nuevo al combate, mientras los infantes hacen nutrido fuego sobre el flanco izquierdo y retaguardia de los contrarios. La caballería francesa logra enlazar con su infantería y el combate vuelve a generalizarse en toda la línea. En este momento la escuadra española llega a la desembocadura del Aa, desde donde realiza un certero fuego de artillería sobre la retaguardia del enemigo. El general Termes cae prisionero, así como los demás jefes que no han muerto. Las pérdidas francesas son muy elevadas. En cambio, los españoles sólo contabilizan 500 muertos y 2.000 heridos.

Esta pieza también aparece en ... VALOIS EN FRANCIA (1328-1589)