ENRIQUE IV (Rey de Alemania, 1056-1106)(Emperador del SIRG, 1084-1106)

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Desde los inicios del Imperio alemán existe una casi constante pugna entre el Imperio y la Santa Sede.


Ya desde los inicios del Imperio alemán, a finales del siglo X, existe una casi constante pugna entre el Imperio y la Santa Sede pues la mayoría de los Emperadores se consideran jefes, no sólo de la sociedad civil, sino también de la religiosa, con derecho a intervenir en el gobierno de la Iglesia, nombramientos de la Jerarquía, etc. Esto origina una serie de enfrentamientos y perturbaciones, tales como la simonía, la lucha de las investiduras, las frecuentes excomuniones de Emperadores y las no menos frecuentes destituciones de papas y nombramientos de antipapas. La idea del actual Papa –GREGORIO VII- es que su persona personifica la autoridad suprema de la Cristiandad, que no puede errar, y que todos los príncipes seculares, incluido el emperador, le deben fidelidad. Y considera, por lo mismo, que el pontífice puede deponer a reyes y emperadores según su criterio. Ningún emperador puede mostrarse acorde con tales pretensiones, y de ahí la lucha entre Enrique IV y Gregorio VII, que durará hasta la muerte del segundo en 1085, aunque se reanudará con sus sucesores.

GREGORIO VII plantea la exigencia ante el emperador de que sólo él está autorizado a nombrar obispos.


Se produce, en la fecha una designación imperial de un arzobispo para Milán, cargo que no conlleva un principado imperial, como ocurre con los obispos de las principales ciudades. Entendiendo correctamente que la intromisión no tiene paliativos, el papa GREGORIO VII envía una dura carta a ENRIQUE IV, conminándolo a dejar sin efecto el nombramiento bajo pena de excomunión. El Papa GREGORIO VII plantea la exigencia de que sólo él está autorizado a nombrar obispos.

ENRIQUE IV reúne un concilio en Worms y declara depuesto a GREGORIO VII a quien comunica tal decisión en una histórica carta.


ENRIQUE IV, ante la exigencia de GREGORIO VII,  reúne un concilio en Worms, declara depuesto a GREGORIO VII y le comunica la decisión en una histórica carta. ENRIQUE IV tropieza con la oposición de unos Papas desacostumbradamente enérgicos, que hacen la controversia aún más enconada. ENRIQUE IV sabe que los emperadores que le han precedido no han tenido escrúpulo alguno en destronar Papas ni en interferir las elecciones para hacer de los pontífices marionetas del Imperio. ENRIQUE IV trata de imitar en esto último a sus antecesores. Pero el Papa también sabe que puede excomulgar al emperador y relevar a la nobleza de su obediencia hacia él. Y esto es lo que procurará hacer.

Cuando GREGORIO VII recibe la carta del emperador, dicta la inmediata excomunión de ENRIQUE IV.


Cuando GREGORIO VII -en la fecha- recibe la misiva que le da a conocer la decisión del rey de deponerle de su cargo, dicta la inmediata excomunión de ENRIQUE IV, lo declara privado de la autoridad real y desliga a sus súbditos del juramento de fidelidad. Por primera vez en la historia, un papa, en acto de legítima defensa, ejerce el poder de suspender a una suprema autoridad imperial, que abusa de la fuerza que posee para atacar a la Iglesia. Al cabo de poco tiempo, la excomunión comienza a mostrar sus efectos. Muchos príncipes se ponen del lado del Papa, pues de lo contrario se verán también amenazados de excomunión. Además esperan reforzar su poder a costa del rey.

Se inicia la “Querella de las investiduras” que no acabará hasta 1122. La nobleza está contra el rey.


Asegurada la situación política de su reino por su victoria sobre los sajones, y ayudado por eclesiásticos complacientes, ENRIQUE IV -que es un joven de 25 años que pasa de momentos de eufórica energía a otros de depresión en los que se culpa de errores reales o imaginarios, conformando, en suma, una personalidad neurótica e inmadura-, rechaza la carta del pontífice suscitándose una vivísima controversia, sobre todo en Alemania, porque mina desde su base un equilibrio político uníversalmente aceptado. Se inicia la “Querella de las investiduras” que no acabará hasta 1122. ENRIQUE IV tiene en su contra la nobleza que está deseosa de alzarse contra él.

Enrique IV no ha previsto la fuerte resistencia papal, y de ahí se origina la catástrofe.


ENRIQUE IV no ha previsto la fuerte resistencia papal en el tema de las investiduras, y de ahí se origina la catástrofe. Reúne a sus fieles en Maguncia y fracasa en su intento de que los congregados elijan nuevo papa. Mientras tanto, los príncipes alemanes, capitaneados por RODOLFO duque de Suabia, se reúnen en Tribur y exigen a ENRIQUE IV que abdique si, en el plazo de un año, no le es levantada la excomunión; en notable gesto, invitan a GREGORIO VII a hacerse presente en Alemania. Hombre tan político como religioso -más de lo primero que de los segundo según sus detractores- el papa se pondrá de inmediato en camino, aceptando una invitación un tanto sorprendente pero que él debe juzgar beneficiosa para la Iglesia en su ya tan larga lucha contra los poderes temporales.

GREGORIO VII se dirige a Alemania aceptando la invitación de los príncipes alemanes.


GREGORIO VII se dirige a Alemania aceptando la invitación de los príncipes alemanes. Muy cerca de los Alpes, GREGORIO VII es informado de que ENRIQUE IV, al frente de hombres armados, ha penetrado en Italia. Convencido de que quiere promover un violento enfrentamiento con él, el papa decide retirarse al castillo parmesano de Canossa (en los Apeninos) perteneciente a la duquesa Matilde, tía de ENRIQUE IV y de acendrada fidelidad a la Iglesia.

El emperador, permanece durante tres días implorando perdón descalzo sobre la nieve.


Cuando el emperador se presenta ante el papa en el castillo de Canossa, en la fecha, no le cubre armadura alguna sino el sayal de penitente. Permanecerá durante tres días implorando perdón descalzo sobre la nieve, hasta que GREGORIO VII accedá a permitirle la entrada y concederle su perdón.

GREGORIO VII perdona a ENRIQUE IV. La humillación imperial es una clara afirmación de la autoridad papal.


GREGORIO VII perdona a ENRIQUE IV. Sabe que el perdón le va a costar muy caro, pero como representante de Cristo en la tierra no puede obrar de otra manera. El sometimiento de ENRIQUE IV al Papa, significará para el imperio una pérdida de jerarquía que no logrará recuperar jamás. Desde entonces, el Emperador y el Papa se enfrentarán como dos poderes en pie de igualdad.Sin embargo, la humillación imperial es una clara afirmación de la autoridad papal, de la que GREGORIO es uno de sus más valiosos sostenedores. Él afirma la suprema potestad de la Iglesia aun sobre la autoridad civil, potestad justificada por la misión confiada a la misma Iglesia, que procura, por encima de cualquier otro valor, y cualquier otro bien, el bien espiritual de los pueblos. Los papas llegarán a alcanzar una autoridad (el papa nombra los obispos a partir del siglo XIII) que ya no perderán desde entonces. Así, en los siglos XII y XIII, los papas considerarán que, a causa de su autoridad espiritual, tienen el derecho y el deber de intervenir en los asuntos temporales, y, por tanto, les corresponde corregir la conducta de los reyes, puesto que éstos son pecadores como todos los demás hombres. Por consiguiente, habrá dos representantes de Dios en la tierra, el papa y el emperador. Obviamente, uno de los dos sobrará.

De regreso a Alemania, ENRIQUE IV se encuentra con la oposición de los príncipes. Guerra civil.


De regreso a Alemania, ENRIQUE IV se encuentra con la oposición de los príncipes, que han visto
con malos ojos su humillación. Éstos, reunidos en Forschheim, eligen rey de Alemania a RODOLFO, duque de Suabia, quien inmediatamente promete al papa plena sumisión en lo referente a la cuestión de las investiduras. Esta elección provoca la guerra civil, que hace sentir sus efectos en toda Alemania, principalmente en Suabia.