IMPERIO AUSTROHÚNGARO (1867-1919)

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FRANCISCO JOSÉ I, es advertido de que no existen pruebas para culpar a Belgrado del crimen.


Tras el asesinato de Francisco FERNANDO -sobrino del emperador- y su esposa, el Conde Tisza, presidente del Consejo de Ministros de Hungría, envía una carta al emperador de Austria-Hungría, FRANCISCO JOSÉ I, advirtiéndole de que no existen pruebas para culpar a Belgrado del crimen.

A Francisco José inquieta el eslavismo que une a rusos y serbios. Cree que debe sojuzgarse a Serbia.


A pesar de las advertencias de que no se encuentra culpable a Belgrado, el emperador FRANCISCO JOSÉ I de Austria-Hungría envía una carta autógrafa al káiser GUILLERMO II de Alemania, recabando su apoyo, que le ha sido dictada por su ministro de Estado, conde Berchtold. Aunque no se ha probado la participación del Gobierno serbio en el asesinato, FRANCISCO JOSÉ, a quien le inquieta el eslavismo que une a rusos y serbios y que puede cerrarse como un dogal sobre su vasto y heterogéneo imperio, cree llegada la ocasión de llevar a cabo una guerra preventiva y quizá definitiva para sojuzgar a Serbia.

El káiser GUILLERMO II le dice a Austria que puede contar con la total ayuda de Alemania.


El káiser GUILLERMO II contesta a la misiva recibida de Austria que “Austria puede contar con la total ayuda de Alemania, en caso de guerra contra Rusia” en su enfrentamiento con Serbia. El káiser comunica su apoyo incondicional (“ahora o nunca”, dice Guillermo, “hay que acabar con los serbios y, además, pronto”). Esta carta ha pasado a la historia como “un cheque en blanco”.

La guerra de castigo contra Serbia se decide, en la fecha, en Viena.


La guerra de castigo contra Serbia se decide, en la fecha, en Viena.

Esta pieza también aparece en ... PRIMERA GUERRA MUNDIAL (1914-1918) • SERBIA / SERBIOS

Austria presenta un ultimátum a Serbia en el que se le conceden 48 horas para aceptar las condiciones.


Austria, en la fecha, presenta un ultimátum a Serbia intencionadamente inaceptable. En el escrito correspondiente, se concede a Serbia solamente cuarenta y ocho horas para aceptar las duras condiciones del ultimátum. La lucha por la hegemonía y la agresiva política de alianzas practicada en Europa, el nacionalismo y la carrera armamentista de las grandes potencias, las tensiones en el Estado multinacional austro-húngaro, así como las exigencias de Rusia para tener salida libre al Bósforo y los Dardanelos son razones que empujan a Europa hacia un grave conflicto.

Alemania hace llegar una advertencia a Rusia, Francia y Gran Bretaña para que no se interfieran.


Las medidas que toma Austria-Hungría contra Serbia, afectan también a la Triple Entente (Francia, Gran Bretaña y Rusia), por lo que el Gobierno alemán -que apoya totalmente a Austria- hace llegar una advertencia a Rusia, Francia y Gran Bretaña contra “cualquier interferencia en la cuestión austro-servia”. Francia, por su parte, da a Rusia la seguridad de un apoyo a fondo.

Inglaterra propone planes para evitar lo inevitable que no se aceptan.


Sir Edward Grey, ministro de Estado de Inglaterra, propone -ante la actitud de Austria- una reunión de Inglaterra, Alemania, Francia e Italia. El káiser rechaza la propuesta y la califica de “muestra de orgullo británico”.

Serbia asombra a todo el mundo aceptando las condiciones del ultimátum austríaco. GUILLERMO II de Alemania dice que ya no hay razón para la guerra.


Serbia asombra a todo el mundo aceptando las condiciones del ultimátum austríaco salvo unas cláusulas secundarias, por lo que contesta, muy moderadamente, al ultimátum de Austria. El ministro plenipotenciario de Viena en Belgrado, GiesI, lleva la respuesta serbia. El káiser GUILLERMO, que ve con temor la amenaza que presenta para su país la alianza franco-rusa, al leer la suave contestación serbia, exclama: “Ya no existe razón para la guerra”. El canciller alemán Betinmann Hollweg envía, en consecuncia, notas moderadoras a Viena.

A FRANCISCO JOSÉ I de Austria se le engaña y se le dice que los serbios han disparado sobre los austriacos. El Emperador firma la declaración de guerra.


Sin embargo, el ministro de Estado de Austria, conde Berchtold, engaña a su soberano, el emperador FRANCISCO JOSÉ I de Austria-Hungría, y le informa de que los serbíos han disparado sobre tropas austríacas. El Emperador, en la fecha, firma la declaración de guerra a Serbía. Esta declaración de guerra se considera el inicio de la Primera Guerra Mundial o Gran Guerra. Los pueblos de Europa acogen con entusiamo la Primera Guerra Mundial. Las masas estallan en gritos de júbilo al oir los agresivos dicursos de monarcas, militares y políticos y la juventud europea se precipita muy contenta a la aventura de la guerra. El nacionalismo, vinculado desde la revolución Francesa de 1789 a los conceptos de autodeterminación y soberanía popular, pronto ha empezado a desarrollar una ideología radical. El nacionalismo y el patriotismo se han vuelto directamente contra todos aquellos que los han promovido y que de pronto se han convertido en enemigos. Para la población que desconoce la experiencia de la guerra, ésta significa “una rápida incursión en lo romántico, una aventura salvaje y viril que los jovenes no pueden llegar a perderse…”