Los medos constituyen un grupo de tribus que viven en lo que hoy es el noroeste de Irán. Hacen su aparición en la historia al ser citados por primera vez en un texto del rey asirio, SALMANASAR III, que, en la fecha, les vence.

En Asiria reina SHAMSHI-ABAD V (824-810 aC.).

El rey asirio era menor de edad, y su madre, SAMMURAMAT -viuda de Shamshi-Abad V-, estuvo efectivamente a la cabeza del gobierno. Aunque no era una guerrera, parecía tan insólito tener a una mujer al frente de una nación entregada a la actividad bélica, que los griegos basaron en ella su leyenda de Semíramis, describiéndola mucho más poderosa de lo que realmente fue. Semíramis en la leyenda, es hija de la diosa Derceto y de Caístro, un joven sirio. Omnes, gobernador de Siria al servicio del rey Ninos, casó con ella y la llevó en la expedición de Bactriana. Gracias a su perspicacia fue posible la toma de Bactra. La tomó como esposa el propio rey, que pronto murió. Dueña del imperio asirio, sigue la leyenda, construyó y fortificó Babilonia, enriquecida con espléndidos palacios y con jardines colgantes, considerados como una de las siete maravillas del mundo (De hecho fueron realizados por Nabucodonosor II). Después de reinar 42 años, dejó la corona en manos de su hijo Ninias siguiendo un período de debilidad.

Tras un período de cincuenta años de relativa debilidad, Asiria conoció otra reviviscencia de su fuerza -la última y la mayor- gracias a TEGLATPALASAR III, que reinó de 744 a 727 aC. inició el proceso por el que los reinos de la costa mediterránea serían finalmente subyugados.

Ante la dominación de los asirios, las ciudades fenicias y el reino de Judá, amparadas en su proximidad a Egipto, se doblegan bajo la conquista y solamente conservan su autonomía al precio de una política servil. Israel y Judá, a pesar de sus diferencias, han tenido el mismo Dios, las mismas tradiciones y la misma certeza de ser “el pueblo de Dios”, a quien él había dado la tierra. La anexión de Samaría, ponía en crisis estos dos polos de la fe: el pueblo y la tierra. Gracias a los profetas y a los sabios, permanecerá viva la esperanza de ver a Dios realizar algún día la reunificación del pueblo: el verdadero pueblo es Israel y Judá.

En Egipto se inicia el período denominado “Baja Época” (715-332 aC.). (Egipto irá languideciendo hasta conocer el vasallaje como provincia asiria, persa y del Imperio Macedónico de Alejandro Magno.)

Asiria (con SARGÓN II) con la colaboración indirecta de los cimerios, que inician su invasión de la zona, derrota a Urartu. El Imperio asirio comprende toda la región del Tigris-Éufrates y la costa oriental del Mediterráneo. Es la más poderosa entidad político-militar que el mundo ha visto. En Asia Menor occidental, los cimerios tropiezan con la oposición de Lidia, un reino tributario de Asiria, y son derrotados.

En efecto, los cimerios, perseguidos por los escitas, se establecen, en la fecha, en Anatolia, destruyendo de camino, el reino frigio. Es el primero de los conflictos que provocan los pueblos de las estepas al emprender migraciones que tendrán consecuencias devastadoras sobre las remotas civilizaciones urbanas: un ciclo que se repetirá con frecuencia durante los dos milenios siguientes. Cuando el asirio SARGÓN II se dirige hacia esta región, muere.

SENAQUERIB, rey asirio (705-681 aC.), ha de combatir las revueltas interiores, y llega a arrasar Babilonia en el 689 aC. Este acto fue considerado como un verdadero sacrilegio, dada la importancia religiosa de la metrópoli, cuyo dios, Marduk, era el dios nacional de casi toda Mesopotamia.

Para evitar las consecuencias (sobrenaturales y polìticas) de la destrucción de Babilonia por SENAQUERIB, su sucesor, ASARHADÓN (680-669 aC), reconstruye la ciudad y devuelve la autonomía a Babilonia.