En 1810, Jean-Baptiste Bernadotte, que ha sido nombrado uno de los dieciocho mariscales de Francia, a punto de tomar posesión del cargo de gobernador de Roma, es, inesperadamente, elegido heredero del rey Carlos XIII de Suecia, en parte porque un gran sector del ejército sueco, previendo futuras complicaciones con Rusia, se muestra favorable a la elección de un soldado como heredero, y en parte también porque Bernadotte es muy popular en Suecia, debido a la caballerosidad con la que ha tratado a los prisioneros suecos durante la última guerra con Dinamarca. El asunto es decidido por uno de los mensajeros suecos, el barón Karl Otto Mörner, quien por iniciativa propia, ofrece la sucesión de la corona sueca a Bernadotte. Este, comunica la oferta de Mörner a Napoleón, el cual -poco amigo de Bernadotte- trata todo el asunto como un absurdo. Bernadotte, sin embargo, informa a Mörner que no rechaza el honor de ser él el elegido. A pesar de que el gobierno sueco, sorprendido por la descarada actuación de Mörner, le arresta al volver a Suecia, la candidatura de Bernadotte va ganando seguidores de forma gradual, y el 21 de agosto de 1810, al carecer el rey de herederos es elegido «Príncipe de la Corona».

NAPOLEÓN y ALEJANDRO I se vuelven a reunir en Erfurt (Sajonia) al año siguiente del encuentro en Tilsit para reafirmar la paz y poner de manifiesto el poder de la nueva Europa. Pero irán surgiendo motivos de disensión. NAPOLEÓN asiste rodeado por un gran despliegue de reyes y príncipes alemanes, todos ellos marionetas suyas. Allí trata asimismo de obligar a Alejandro de Rusia a adoptar una actitud antibritánica más resuelta, pero el zar se siene muy decepcionado de Napoleón. Está cansado de sus decisiones. ALEJANDRO ve con preocupación que NAPOLEÓN puede aniquilar Austria, colchón estratégico territorial que le separa de Francia. Al mismo tiempo, desaprueba que ésta reconstituya el Gran Ducado de Polonia, hostil a Rusia, y que ocupe Olderiburg, cuyo duque es tío del Zar. A este panorama poco halagüeño se une la situación económica. El bloqueo continental contra Gran Bretaña está arruinando la economía rusa, puesto que afecta gravemente a su agricultura y a su comercio, por lo que el Imperio lo va violando paulatinamente.

En 1811, toda Europa sufre la influencia de Napoleón, salvo Inglaterra y Portugal (ocupado en parte por Inglaterra), Cerdenya, Sicilia y Malta. Para acabar con Inglaterra, dueña de los mares desde Trafalgar (1805), el Emperador ha creído poder asfixiarla económicamente volviendo contra ella el arma del bloqueo que prohíbe la entrada de mercancías enemigas. Debe, por tanto, controlar toda Europa. De ahí la anexión o la administración directa de las zonas costeras. Tras la ocupación de los Estados Pontificios y la anexión de Holanda, el Imperio francés cuenta así con 130 departamentos. Algunos Estados son gobernados personalmente por Napoleón: el reino de Italia, donde el príncipe Eugenio le representa como virrey; las provincias Ilíricas (Dalmacia, Istria, Alta Carintia, Carniola, Friul y Croacia), de las que Marmont es gobernador.

Instituyendo un sistema familiar, Napoleón ha instaurado a sus parientes cercanos en los tronos europeos. Los «napoleónidas» gobiernan así el reino de Nápoles (Murat, su cuñado), el gran ducado de Toscana (Elisa, su hermana), el reino de Westfalia (Jerónimo, su hermano), el gran ducado de Beerg (Napoleón Luis, su sobrino), el reino de España (José, su hermano). Alemania del oeste y del centro, cuyos 36 Estados se reúnen en la Confederación del Rin, se halla bajo el protectorado oficial de Napoleón. En Suiza, éste es el mediador de la Confederación Helvética. El gran ducado de Varsovia está bajo su tutela. Otros Estados son, de grado o por fuerza, sus aliados oficiales: como Dinamarca y Rusia, pese a una alianza algo perjudicada, en 1808, por la actitud del zar en Erfurt.

La economía y las finanzas británicas se resienten del enorme esfuerzo realizado en su lucha contra Francia. En esta difícil coyuntura, JORGE III, presa de singular locura, -que en realidad es un transtorno del metabolismo, desconocido en este momento y que se ha llamado porfiria que presenta alteraciones cutáneas y fotosensibilidad-, es apartado del gobierno, del que se hace cargo, en calidad de regente, hasta su muerte (1811-1820), su hijo y sucesor, JORGE IV. El período que va de 1811 a 1820 se denomina por ello «Regencia»

Finalmente, algunos Estados se aproximan a Francia o intentan conseguir su amistad: Prusia, bajo la influencia de su ministro Hardenberg, se compromete en una alianza con Francia; Austria, tras la boda de NAPOLEÓN con María Luisa, se dispone a proporcionar un contingente; Suecia, que ha tomado como rey al mariscal francés Bernadotte, parece, tras larga hostilidad, dar pruebas de favorables disposiciones hacia Francia. A excepción de Inglaterra y del Imperio otomano, donde tras la muerte del sultán Selim III, la influencia francesa retrocede, el Emperador sólo parece tener, en Europa, amigos o aliados, pese a la incertidumbre de la alianza rusa. El prestigio de Napoleón y de sus alianzas dan a las ideas francesas una gran fuerza expansiva. Pero el arma del bloqueo se muestra ineficaz frente al contrabando que parte de las bases inglesas, favorecido por la hostilidad de la burguesía francesa y, sobre todo, por la de las poblaciones europeas, económicamente penalizadas y políticamente oprimidas.

Después de que los franceses evacuaran Egipto en 1801, los mamelucos lucharon con los turcos por el poder. Cuando Mehmet Ali tomó el control de Egipto en 1806, descubrió el enorme problema que representaban los antiguos príncipes esclavos. Decidió librarse de ellos invitando a los principales príncipes mamelucos a su residencia, con ocasión de la investidura de su hijo Tussum como general de las tropas de Arabia el 1 de marzo de 1811. Veinticuatro príncipes vestidos con uniforme de gala respondieron a la invitación, en compañía de unos cuatrocientos hombres. Todos fueron emboscados y masacrados. Los demás príncipes huyeron a Nubia y a Zanzíbar. Los mamelucos tuvieron una trascendencia de casi 600 años en la historia del Egipto musulmán.

MARÍA LUISA de Habsburgo-Lorena, con 23 años menos que NAPOLEÓN, ¡por fín! le da un heredero -el Aguilucho que recibió el título de Rey de Roma– el 20 de marzo de 1811. Su nombre es Francisco Carlos José Napoleón Bonaparte. Este no reinaría nunca en Francia (si acaso desde el 7.4.1814 en que abdica NAPOLEÓN I hasta el 24.4.1814 en que sube al trono de Francia Luis XVIII). Por ello, sus partidarios lo considerarán Napoleón II. En cambio, sí lo hará, en 1852, un nieto de JOSEFINA, NAPOLEÓN III (respetó el ordinal II para el Rey de Roma, ya fallecido de tuberculosis en 1832)

JOSÉ I, completamente descorazonado pide a su hermano que le permita renunciar a la Corona de España.

La expedición de las tropas francesas al mando de Masséna avanzando desde Salamanca, por Ciudad Rodrigo y Coímbra, quiere caer sobre Lisboa. Soult, por su parte, en una maniobra convergente, desde Sevilla ataca Badajoz y, por la orilla izquierda del Tajo, piensa dirigirse también a Lisboa. Ante la amenaza de un movimiento envolvente, se retira tras las líneas de Torres-Vedras. Durante meses, las tropas napoleónicas tratan de forzar las trincheras, fosos y posiciones artilleras montadas por Wellesley hasta que, aburrido de recibir más promesas que refuerzos, agotadas las posibilidades económicas de la región y con su retaguardia en peligro, Massena se ve obligado a abandonar sus posiciones para, en abril de 1811, regresar a España. WELLINGTON, que sigue los movimientos de los 65.000 infantes de Massena, sitia la ciudad de Almeida. El francés acude en socorro de la plaza, pero británicos y portugueses le esperan en la meseta de Fuentes de Oñoro, donde, en la fecha, es batido. A partir de ahora la guerra de España se convierte para los franceses en una auténtica pesadilla. La guerra languidece, la iniciativa francesa se pierde y se produce cierto equilibrio y estabilidad de fuerzas.