La guerra de Irak contra los kurdos en territorio turco es especialmente brutal durante los últimos años de la década de los ochenta, cuando el estado utiliza las mismas técnicas \”contraterroristas\” de la guerra sucia en Centroamérica, con escuadrones de la muerte, deportaciones masivas, y la creación de miles de milicianos del pueblo que reciben un salario y armas del estado para combatir a los guerrilleros en una especie de guerra civil. La implicación de civiles hace que también el PKK se cebe en ellos, asesinando a cientos de familiares de los \”colaboradores del Estado\”.

A partir de 1990, el PKK decide ampliar su actividad política y abrir su discurso ideológico, que empieza a abandonar la simbología de la guerra fría para centrarse más en el problema kurdo y su proyecto nacional.

La artillería, los tanques, el napalm y el mismo terror del ejército Iraki empujan a los kurdos hacia Turquia e Irán. El horror ha comenzado. La huida es desordenada por barrizales, fosas y pendientes escarpadas atravesando las nevadas montañas hacia Turquia e Irán. En Turquia son instalados en campos, que más parecen de concentración que de refugiados. Las condiciones sanitarias no existen, los alimentos son escasísimos y la ayuda internacional no llega. En suelo turco los kurdos de Irak sufren vejaciones, humillaciones, apaleamientos y hasta disparos por parte de las tropas del gobierno de Ankara, para el que las reivindicaciones de los kurdos que residen en Turquia son una permanente fuente de inestabilidad.

Sobre el fin de la ofensiva, EEUU. alienta la revuelta interna de los chiítas del sur y los kurdos del norte para que derroquen a SADDAM HUSSEIN. Pero las diferencias políticas entre ambos hacen imposible una alianza y Washington deja que los rebeldes sean aplastados por el todavía poderoso ejército Irakí. Más de un millón de kurdos buscarán refugio en Irán y Turquía para escapar a las fuerzas de Bagdad; miles morirán de hambre o frío al llegar el invierno.

Se pone en marcha una caravana militar aérea y terrestre de los países occidentales con fines humanitarios que comienzan a distribuir medicinas, ropas y alimentos. El paso siguiente será forzar a SADDAM HUSSEIN a retirar su tropas y la policia de las localidades del norte de Irak para permitir el regreso de los kurdos a unos campamentos instalados y controlados por los soldados de la fuerza internacional.

En Irak, EE.UU., Gran Bretaña y Francia definen zonas de exclusión aérea al norte del paralelo 37 y al sur del 32 para proteger a los kurdos y a los chiítas iraquíes, respectivamente.

En los foros internacionales, como las Naciones Unidas o la Comunidad Europea, se levantan algunas voces insinuando la necesidad de convocar una conferencia regional sobre la cuestión kurda con la participación de todos los Estados afectados por este problema: Irak, Turquia, Irán, Siria y la Unión Soviética. Pero a ninguno de los gobiernos de esas naciones les parece bien la idea ni tampoco a los vencedores de la guerra del Golfo.

Un teniente y seis soldados turcos mueren en una emboscada de la guerrilla del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en Celtikli, provincia de Bitlis. Con estas muertes se elevan a tres mil las víctimas mortales causadas por el PKK desde que hace siete años iniciara sus acciones armadas.

La guerra fría no favorece al pueblo kurdo. Para la Unión Soviética de Stalin un Kurdistán en el sur del imperio no plantea sino problemas. Y al llegar la hora de la emancipación -en la fecha- los kurdos no están dentro del mapa soviético y, a diferencia de Armenia y otras nuevas repùblicas caucásicas, se quedan fuera de cualquier posibilidad de contar con una cierta soberanía nacional.

SADDAM HUSSEIN accede a sentarse a dialogar con los líderes kurdos, que, desplazados a Bagdad, reciben promesas de autonomía para el Kurdistán Irakí (cinco millones de kurdos) y vuelven a oir el principio del partido Baas sobre la existencia de dos pueblos: el árabe y el kurdo, pero un solo Estado: Irak. En teoría el respeto a la lengua y cultura kurdas queda garantizado y la oposición kurda, a la vista de la reacción internacional, decide una vez más, sentarse a negociar. Sin embargo, la cuestión kurda se encuentra lejos de una solución definitiva, a pesar de que en 1992 la ONU establece el control sobre la región.