GENERALITAT DE CATALUNYA

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La abadía de Montserrat se pone del lado de la Generalitat durante la Guerra de Sucesión.


La abadía de Montserrat se pone del lado de la Generalitat durante la Guerra de Sucesión.

Es convocada la Junta de los Brazos Generales de Catalunya, la Generalitat y el Consejo de Ciento.


En la última etapa de la Guerra de Sucesión, la Generalitat ocupa un lugar secundario ya que es la Junta de los Brazos Generales (miembros de los tres estamentos, sin el rey) la que tiene el mando supremo de Catalunya. En la fecha, es convocada, pues, la Junta de los Brazos Generales de Catalunya, la Generalitat y el Consejo de Ciento. Aunque los Brazos Militar y Eclesiástico y los diputados de la Generalitat, ante la desproporción existente entre las fuerzas catalanas (ya sin el apoyo de las tropas de la Gran Alianza) y las de FELIPE V, se inclinan por la aceptación del rey Borbón y de rendirse incondicionalmente, el Brazo Real o Popular decide votar a favor de la resistencia. Al fin se impondrán las tesis del Brazo Popular. Rafael CASANOVA, como ciutadà honrat participa en la votación: es partidario de la claudicación.

Se confia el mando de las tropas que han de defender la ciudad, al teniente general ANTONIO de Villarroel.


Ante la decisión del brazo popular de ir a la resistencia, la Generalitat, cuando en la fecha termina la reunión de la Junta de Brazos, una vez más hace una llamada a la defensa de la ciudad de Barcelona, para reclutar soldados y tropas. Se confia el mando de las mismas, que se compondrán de unos 12.000 hombres, al teniente general ANTONIO de Villarroel. Por su parte, CASANOVA dirigirá los aspectos políticos de la resistencia. Paralelamente, se pone en marcha una intensa actividad diplomática, enviándose embajadores a las cortes de Viena, Londres y La Haya en busca de apoyos a la «causa catalana».

La Generalitat se dirige a todo el pueblo catalán y le pide que quiera defender la «nació catalana».


En la fecha, la Generalitat se dirige a todo el pueblo catalán y le pide que quiera defender la «nació catalana» y «nostra amada pàtria», lo cual quedará «en eterna memòria de nostres advenidors».

Después de 13 meses, unos 20.000 soldados borbónicos entran en la ciudad de Barcelona.


Después de 13 meses, unos 20.000 soldados borbónicos entran en la ciudad de Barcelona alrededor de las 5 de la madrugada, aprovechando siete brechas de la muralla abiertas por la artillería. A lo largo del día, el duque de Berwick hace entrar en combate las tropas de reserva. La defensa de la ciudad corre a cargo de 6.000 hombres, la mayoría -unos 4.500- miembros de la Coronela bajo las órdenes de Rafael CASANOVA y Antoni de VILLARROEL. La resistencia continúa calle por calle cobrándose más de 4.000 víctimas. Se dan páginas tan heroicas como la que protagoniza la Compañía de Notarios Públicos que contraataca en el sector del baluarte de Santa Clara y resiste hasta su total exterminio. Parece ser que se producen más víctimas entre los sitiadores que entre los sitiados, que el duque de Berwick pidió en más de una ocasión la rendición para evitar derramamiento de sangre, y que ordenó que no se saquease la ciudad ni se tocase las propiedades de sus habitantes.

Inmediatamente después de la capitulación de la ciudad de Barcelona, son disueltas las instituciones catalanas


Inmediatamente después de la capitulación de la ciudad de Barcelona, son disueltas las instituciones catalanas: el Consejo de Ciento y la Diputació. Se nombra la «Real Junta Superior de Justicia y Gobierno», que preside José PATIÑO sustituyendo a las autoridades políticas del Principado. Una anécdota que ilustra el sentido de violencia social del momento es la denominación que tiene el servicio del retrete. Para unos era «can Felip», en clara alusión al monarca enemigo. Para otros era «el Cien», en alusión al Consell de Cent que será suprimido. La Diputació o Generalitat (aunque era más conocida durante este período con el nombre de Diputació), no volverá a revivir -y entonces sobre unas bases radicalmente diferentes en todos los órdenes- hasta que la proclamación de la Segunda República hizo posible la aprobación del Estatut d’Autonomia de 1932, que estableció su restauración.