Alrededor de la fecha, los cimerios son eclipsados por los escitas, otro pueblo iranío originario del Asia central o, tal vez, de Siberia. Los escitas son gobernados por poderosos jefes, a quienes entierran en cámaras subterráneas con ofrendas de armas, joyas, caballos, carretas y sacrificios humanos, y son cubiertos por un kurgan o túmulo. Un grupo importante de tumbas que se hallará en Pazyryk, en los montes Altai revelará que los escitas ornamentan sus cuerpos con elaborados tatuajes. Los escitas crean un vigoroso estilo artístico basado en estilizadas figuras de animales. Con el tiempo, entre otras razones por las invasiones de las tribus guerreras asiáticas, los habitantes de la región comienzan a organizarse en grupos sociales cada vez mayores y a construir poblados fortificados. Un ejemplo de este tipo de construcción es el castro de Biskupin (siglo VIII aC), situado en una isla lacustre y rodeado por un talud, en el cual habitan alrededor de 1000-1200 personas.

Un hecho clave en la cultura de los escitas es la domesticación del caballo, y el entorno en el cual se desarrolla que abarca el vasto territorio de las estepas eurasiáticas. La aparición de los jinetes altera el curso de la historia humana. No se sabe cómo se llaman a sí mismos esos jinetes de las estepas, quienes luego se agruparán en la forma de bandas de merodeadores hostiles. Puesto que estas tribus no conocen la escritura, los nombres que se les da son generalizaciones hechas por pueblos extranjeros (griego y chino), que, en distintos tiempos y lugares, se cruzarán con los escitas y escribirán sobre ellos.

El territorio de los escitas incluirán casi 6.000 km de estepa, desde Hungría hasta Manchuria. Son hombres barbados, con rostros curtidos por el clima y largas cabelleras desaliñadas. Beben de los cráneos de sus enemigos muertos en batalla y ostentan los cueros cabelludos de sus víctimas como trofeos o botines de guerra. En un tiempo donde las naciones no han formado todavía sus regimientos de caballería, y sólo poseen infantería y carros de guerra, el pueblo escita, debido a que utiliza caballos y también debido a su inherente habilidad como arqueros, despliega devastadoras maniobras dotadas de gran movilidad. Sus prendas, armamento y tácticas exhiben un nivel de experiencia que es el resultado de muchas generaciones de gente viviendo prácticamente a caballo.

La frontera del Imperio asirio se rompe por casi todas partes: del lado de Elam, en Fenicia, hacia Arabia, al norte y al este, donde los medos y los persas dan señales de vida y donde desembocarán, desde el Cáucaso, los invasores nómadas, los escitas.

Los escitas, en persecución de los cimerios, también han invadido la zona del Asia Menor. Por fín, arrasan a los cimerios. Después de esto, los cimerios se mezclan con la población circundante y desaparecen de la historia. (Las tribus nómadas, por impresionantes que puedan ser sus victorias, suelen ser relativamente escasas en número. Una vez se ha detenido su avance, contraen matrimonios mixtos con los pueblos de alrededor, aceptan la cultura dominante y pierden su identidad).

Los escitas, sin embargo, son repelidos por CIAXARES de Media y se retiran de nuevo hacia el norte, al territorio actual de Ucrania, donde continúan representando un peligro.

Una vez los cimerios han desaparecido de la historia como pueblo, y los escitas se han retirado a Ucrania, Lidia queda sin rival en Asia Menor occidental, convirtiéndose en un poderoso reino bajo ALIATES (619-560 aC). Por entonces los lidios dominan las ciudades-Estado griegas de la costa egea de Asia Menor, pero lo mismo que los monarcas egipcios de su tiempo, admiran la cultura griega y tratan con lenidad a estas ciudades.

A finales del siglo VI aC., los escitas dominan el territorio actualmente ocupado por Ucrania (la planicie que se extiende hacia el oeste, desde los mares Negro y de Azov hasta la desembocadura del río Danubio. Subyugan a los campesinos que viven en las márgenes de la estepa y valles fluviales, y someten a las colonias comerciales asentadas en las riberas septentrionales del Mar Negro (Ponto Euxino), tales como Oliva, Tiras y Teodosia. Los habitantes de estas ciudades llaman “Escitia” a este enorme territorio gobernado por esos pueblos nómades, y “escitas” a sus jinetes.

El poder de los escitas decae en el siglo III aC y su lugar en las estepas occidentales va siendo ocupado por unos nuevos nómadas: los sármatas. Los vencidos escitas probablemente no son exterminados, sino absorbidos por los sármatas. La práctica de asimilar a los pueblos rivales derrotados explica tanto el rápido crecimiento de los pueblos de las estepas como su rápida extinción. La cantidad de miembros de una tribu victoriosa aumenta con la suma de los enemigos asimilados y con la de otras tribus que se unen voluntariamente a ella para compartir el prestigio y el botín de los vencedores. Por las misma razón, un pueblo aparentemente poderoso y numeroso puede desaparecer de la noche a la mañana. Aunque son muy destructivos, los ejércitos nómadas muy raramente hacen conquistas duraderas más allá de las zona de las estepas. Éstas son el único lugar donde hay pastos suficientes para alimentar las ingentes cantidades de caballos que necesitan los ejércitos nómadas. En las zonas que conquistan de manera duradera más allá de las estepas, como la India y China, los nómadas abandonan su modo de vida y se asimilan a la cultura de la más numerosa población establecida.