III Concilio de Braga presidido por el metropolitano Leodegisio, con asistencia de ocho obispos que confesando el credo niceno aprueban ocho cánones de disciplina eclesiástica. Concretamente el IV dice: «Que ningún clérigo tenga mujer en su casa, que no sea la misma madre, pues con el pretxto de hermanas o parientas puede haber otras familiaridades». Y el VI: «Que los obispos no castiguen con azotes a los clérigos condecorados, levitas, abades, presbíteros, sino en culas las más graves, y mortales». Y el VII: «Que no puede recibirse nada por las órdenes, como tinen establecidos los cánones contra la simonía». Concluyeron dando gracias a Dios y al rey WAMBA, cuya piedad y devoción los ha congregado.

Durante estos años parece que la unidad entre Roma y Constantinopla se vuelva a restablecer. El nuevo emperador CONSTANTINO IV pide al papa que convoque un concilio que resuelva definitivamente la cuestión del monotelismo. El papa AGATÓN I convoca previamente un sínodo en Roma para fijar la postura de Occidente. Asisten 125 obispos, se condena el monotelismo y se confirma la doctrina ortodoxa: en Cristo se dan dos operaciones y dos voluntades.

LEON II -papa- (17.8.682 – 3.7.683). Fue elegido a la muerte de AGATÓN, pero consagrado ocho meses más tarde por no haber sido confirmado antes por el emperador CONSTANTINO IV Pogonato. Ratificó lo acordado en el concilio de Constantinopla que condenó definitivamente el monotelismo, haciendo traducir del griego al latín sus conclusiones. Sin embargo, excluyó el nombre de Honorio de entre los condenados como herejes, manteniendo la admonición por no haber mantenido la pureza de la fe. Durante su pontificado volvió a su jurisdicción papal la sede de Rávena, separada de Roma por el emperador Constante II.

III Concilio provincial de Zaragoza en el que son fijados cinco cánones sobre la disciplina de la Iglesia.

El emperador JUSTINIANO II convoca en Constantinopla, para esta fecha, el que será conocido como Concilio «Quinisexto», también conocido como Segundo Concilio Trullano por haberse celebrado en la misma sala que el anterior. Se llamará quinisexto por ser un complemento de los anteriores concilios quinto y sexto ecuménicos (el II (553) y III (680) concilios de Constantinopla). Por lo que de hecho, este Concilio es el cuarto Concilio de Constantinopla, aunque la Iglesia Romana utiliza dicho nombre para designar al sexto concilio celebrado en Constantinopla, dado que no reconocerá ni este cuarto concilio del año 692, (que sí es importante para la Iglesia Ortodoxa pues pues contiene la parte principal para su derecho canónico) ni tampoco reconocerá el quinto del año 754.

En el Concilio «Quinisexto», hay un deseo de promulgar una serie de normas disciplinarias que no han abordado los dos concilios anteriores. En realidad se sabe muy poco de este concilio, pues sus actas no llegarán hasta nosotros. Sí sabemos que sólo asisten obispos de Oriente y que muchas de las medidas disciplinarias que se adoptan son, en realidad, un intento de adaptar Occidente a las costumbres orientales. Se confirma en él la disposición del concilio de Calcedonia, que concede al patriarca bizantino jurisdicción sobre? toda la Iglesia de Oriente. Se refleja en todos sus cánones una profunda aversión hacia Occidente.

El Papa CONSTANTINO condena sin paliativos la convocatoria del Concilio para restablecer el monotelismo efectuada por FELIPE BARDAS y en todo momento se enfrenta al usurpador del trono de Bizancio.

El emperador JUSTINIANO II es derrocado y asesinado por el usurpador FELIPE BARDAS (711-713) quien convoca un Concilio para restablecer el monotelismo.

En el momento de la invasión de Hispania por los moros, Toledo está sin pastor abandonada por SINDEREDO. Resulta difícil juzgar la situación sin disponer de datos precisos. De hecho encontramos a SINDEREDO todavía en Roma firmando en el sínodo celebrado en San Pedro en la fecha, bajo el pontificado de GREGORIO II.

En la fecha, el nuevo Papa, GREGORIO III, convoca un concilio en Roma en el que amenaza con la excomunión a los iconoclastas (quien destruye pinturas o esculturas sagradas, iconos). De hecho, el emperador LEÓN III el Isáurico ha intentando hacer firmar al papa un edicto prohibiendo las imágenes en los templos. El papa se ha negado, con lo que las relaciones Roma-Bizancio se enfrían aún más. Durante el siglo VIII, los iconoclastas, imbuidos de rigor religioso, temen que la veneración de las imágenes de Jesucristo, de la Virgen y de los santos -los iconos- degenere en idolatría. Las polémicas religiosas apasionan a todos los bizantinos, desde el emperador hasta el pueblo. La Iglesia bizantina y la Iglesia de Roma se disputan la dirección del mundo cristiano. Las diferencias litúrgicas y las querellas entre el papa de Roma y el patriarca de Constantinopla se irán sucediendo hasta que se produzca el cisma definitivo de 1054.