El Neolítico Medio y Final representa la llegada al occidente europeo y a la Península Ibérica de grupos culturales procedentes del Próximo Oriente mediterráneo, este de Europa y de los Balcanes (4.500-2.500 aC.). Durante mucho tiempo se creerá, que la Cultura de Almería es el centro difusor del Neolítico Medio en la Península Ibérica. Posteriores descubrimientos en Catalunya revisarán esa tesis y asociarán los hallazgos catalanes con las culturas neolíticas de allende los Pirineos: la de Chassey, en Francia, la de Cortaillod, en Suiza o la de La Lagozza, en Italia. En Catalunya y el sur de Francia el yacimiento más característico es el de Momboló (4.500 aC.), pues esta cultura se extenderá por el Rosellón. También destacan el interesante yacimiento de Bauma de l’Espluga y otros de la zona de Montserrat. En Levante destaca la Cova de l’Or. Posiblemente el Neolítico Medio catalán se extenderá por Levante e incluso influirá en Andalucía (La Carigüela, Nerja), con yacimientos de claro origen e influencias europeas.

Con relación al final del Neolítico, un grupo perfectamente definido en Catalunya es el de la “cultura de los sepulcros de fosa” (3.000 al 2.500 aC), de la que sólo se conoce bien el tipo de enterramiento, que es lo que le da nombre. Se trata de una cultura agrícola y sedentaria plenamente desarrollada que se caracteriza por la manera de realizar sus enterramientos: agrupaciones de fosas excavadas en tierra que contienen ajuares funerarios con cerámicas lisas sin decorar. Las fosas acostumbran a estar cubiertas con losas de piedra para protergerlas. Estas tumbas, que están situadas debajo mismo de las cabañas o muy cerca de los poblados, se localizan cerca de los ríos, en zonas aptas para el cuidado del ganado.

La llegada de la Edad del Cobre trae la expansión de los asentamientos (hay más de 500 datados entre el año 3.000 y el 1.800 aC.) por toda la provincia de Granada (Iberia) caracterizándose por el uso de este nuevo metal, de los que se han encontrado numerosísimas piezas, y por la construcción de grandes monumentos megalíticos y construcciones funerarias, entre los que destacan los existentes en Montefrío, en el paraje conocido como La Peña de los Gitanos y los que existen en el valle del río Gor, éstos en íntimo contacto con la Cultura de los Millares, que se desarrolla en lo que hoy es la vecina provincia de Almería. En este etapa, se intensifica el desarrollo de la agricultura y con ella, se desarrollan nuevas técnicas y herramientas; de todo esto se conservan miles de piezas, entre las que destacan las hachas, los restos de molinos naviformes y de silos y la cerámica campaniforme. A esta época corresponden también los primeros restos descubiertos de pintura rupestre, cronológicamente bastante retrasados frente al resto de la península y de notable simplicidad; nuestras de este arte rupestre hay en la Piedera del Letrero de los Mártires (Huéscar) y en bastantes puntos diseminados por la Sierra de Harana o de los Llanos de Carchuna y en otros lugares dispersos por toda la provincia.

La arquitectura monumental más antigua que se conoce son los llamados “megalitos”. Se trata de monumentos funerarios y religiosos construidos a base de grandes bloques de piedra desbastada en formas cúbicas o paralelepípedas que se construyen en la Europa occidental. La forma megalítica más sencilla es el “menhir”, un simple bloque hincado verticalmente en el suelo. Existen también alineamientos de menhires y “cromlechs” (conjunto de menhires que encierran un espacio circular (Stonehenge, Inglaterra). Más complejo es el “dolmen”, puesto que tiene cubierta (Cueva de Menga, en Málaga). En Europa se extiende entre el 4.500 y el 1.500 aC. En la Península Ibérica la arquitectura megalítica transcurre del 3.000 al 1.500 aC. En Galicia, tenemos ejemplos de que los megalitos cumplían también funciones alejadas de los difuntos, como indicar las rutas de desplazamiento de los rebaños, etc…

Construcción del poderoso poblado fortificado de Los Millares (Almería). Esta ciudadela, que ha dado nombre a toda la cultura del área, está en conexión con otra serie de recintos con murallas dobles y a veces triples, desde Portugal -Vila Nova de Sao Pedro- al sureste peninsular. Sus esfuerzos defensivos hacen pensar en un ambiente hostil, o en la acumulación de riquezas codiciables por otros pueblos, fruto de la metalurgia del cobre y del comercio, con técnicas aprendidas de pueblos navegantes orientales. La existencia de poderosas jefaturas se percibe en los grandes enterramientos megalíticos, con cámaras y corredores construidos con grandes losas de piedra. En esta época se realizan en casi toda la Península Ibérica enterramientos colectivos sobre los que se levantan monumentos dolménicos para resaltar la importancia del clan o tribu.

En numerosas tumbas del sur de la Península Ibérica datadas en torno al 2.500 aC., han aparecido vasos de cerámica con forma de campana invertida (campaniforme) y con decoraciones incisas. Se trata de una cerámica lujosa que rápidamente se expande llegando a los más desarrollados pueblos europeos. En la Península Ibérica los estilos decorativos son muy variados, a veces son bandas horizontales (estilo Palmela de Portugal), otras son motivos geométricos incisos (Catalunya) y rellenados de pasta blanca (estilo Ciempozuelos), sin decoración (estilo liso del Argar), decoración a base de puntillado (Valle del Guadalquivir). Según algunos arqueólogos, tiene origen hispano. Así desde el Guadalquivir se extiende por toda la Península, dando lugar a los distintos grupos regionales. Pasa luego a las Baleares para, desde allí, alcanzar Cerdeña, Sicilia y el norte de Italia , desde donde se extiende al resto de Europa y luego a Gran Bretaña. De todas maneras, hay otras teorías al respecto.

Inicia la Primera Edad del bronce en la Península Ibérica (2.200-1.500 aC). La metalurgia del bronce provoca la expansión hacia Occidente de los pueblos de esta zona en busca de cobre y estaño, necesarios para la obtención del bronce. Como el sur de la Península Ibérica es rico en tales metales, estos pueblos se asientan en Levante, el sur y las estribaciones de Sierra Morena. Así, se inicia la explotación sistemática del subsuelo, para la extracción de minerales utilizados como materia prima en la elaboración de herramientas, objetos de adorno y armas de guerra. La fórmula secreta: fundir cobre y estaño en proporción de uno a nueve.

La Prehistoria valenciana carece de construcciones megalíticas, cuyo lugar lo ocupan las cuevas naturales; en ellas, se inhuman en ocasiones decenas de cadáveres, algunos con signos evidentes de haber sobrevivido a trepanaciones craneales. Los ídolos de hueso y los primeros objetos de metal, ya avanzado el III milenio antes de nuestra era, muestran influencias y contactos con el sudeste peninsular, también patentes en los materiales de sus poblados, que continúan ubicándose junto a las tierras de cultivo. En tumbas y casas de finales de este milenio, la cerámica campaniforme y los objeto metálicos que la acompañan presagian los cambios que conformarán la Edad del Bronce. Se han identificado yacimientos del Bronce argárico en las tierras meridionales, mientras por el resto del territorio se extiende el Bronce valenciano, con significativas diferencias en el ritual funerario y ajuares.

En la actual zona de Navarra, la cultura neolítica convierte a los cazadores en agricultores y pastores, y la Edad del Bronce siembra de dólmenes y talleres de sílex las zonas de pastoreo; en esta época la arquitectura megalítica se reparte por todo el territorio, desde Viana, Cirauqui y Artajona, a las sierras de Urbasa y Aralar, hasta alcanzar las cumbres pirenaicas.

Los cráneos de la Edad de Bronce (2.200-1.500 aC) encontrados en la parte montañosa de Euskal Herria, son ya en su mayoría del tipo vasco. Todo eso indica que el pueblo vasco no se forma fuera del país viniendo luego a quedarse en él. Indica que el pueblo vasco se origina en el Pirineo Occidental por evolución autóctona a partir del hombre de Cromagnon.