URBANO II (Papa)(1088-1099)

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URBANO II concede una indulgencia plenaria a cuantos participen en la Primera Cruzada ccntra el Islam.


URBANO II concedió una indulgencia plenaria a cuantos participaran en aquella Primera Cruzada contra el Islam, y la multitud, enardecida, rompió a gritar: ¡Dios lo quiere!, grito que pronto se convertiría en lema de los cruzados. Miles y miles de cristianos de toda clase y condición -principalmente franceses ya que el papa URBANO II pasó varios meses por Francia predicando la cruzada- «tomaron la cruz», y como los legionarios de Constantino antes de la batalla de Puente Milvio, se «cruzaron», es decir, pintaron cruces en sus escudos y las cosieron a sus ropas sobre el hombro izquierdo. No hay noticias de indulgencias generales antes del s. XI. A partir del siglo XII, la práctica comenzará a extenderse por toda la Iglesia. Se otorgará indulgencia plenaria a los que participan en las diversas cruzadas y a los obispos se les permite conceder las mismas en la dedicación de Iglesias y sus aniversarios.

La restauración de la Seo de Tarragona ilusiona a URBANO II.


Uno de los resultados de la desaparición de Berenguer Ramon II será la revisión de su política en relación a la Santa Sede, seguida probablemente de la revisión de toda su política interna en general. Todos los actos de Berenguer Ramon II llevados a cabo después del fratricido, serán considerados nulos lo que planteará una serie de situaciones litigiosas. Con la excusa de poner fin a estos litigios, el papa URBANO II enviará a Catalunya un gran personaje de su confianza: el arzobispo de Toledo, el cluniacense BERNAT de Sahagún. Su misión será también atender a la restauración de la Seo de Tarragona que tanto ilusiona a URBANO II y que parece ha quedado en el olvido.

Fallece Ademaro de Monteil, que acompañaba a los cruzados como representante del papa Urbano II


Poco después de la toma de Antioquía por la Primera Cruzada, fallece Ademaro de Monteil, obispo de Le Puy que acompañaba a los cruzados como representante del papa URBANO II. Su muerte elimina la posibilidad de mantener unidos a los cruzados y de que el papa pueda controlar a los mismos.