INDULGENCIAS

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Las indulgencias como remisión por parte de la Iglesia de la pena temporal se aceptó a finales del s III.


Las indulgencias como remisión por parte de la Iglesia de la pena temporal debida al pecado perdonado en virtud de los méritos de Cristo y los santos, posiblemente hayan de conectarse con la autorización que a finales del siglo III la Iglesia dispensa para conseguir la intercesión de los confesores y de los que esperan el martirio como medio para acortar la duración de la disciplina canónica. Cuando durante el medievo se comienza a profesar la creencia en el purgatorio, resulta relativamente fácil aceptar la idea de que la intercesión y méritos de los santos pueden disminuir las penas en el mencionado lugar. Pese a todo, no se tienen noticias de indulgencias generales antes del siglo XI y hasta el siglo XII, la práctica no comenzará a extenderse.

URBANO II concede una indulgencia plenaria a cuantos participen en la Primera Cruzada ccntra el Islam.


URBANO II concedió una indulgencia plenaria a cuantos participaran en aquella Primera Cruzada contra el Islam, y la multitud, enardecida, rompió a gritar: ¡Dios lo quiere!, grito que pronto se convertiría en lema de los cruzados. Miles y miles de cristianos de toda clase y condición -principalmente franceses ya que el papa URBANO II pasó varios meses por Francia predicando la cruzada- «tomaron la cruz», y como los legionarios de Constantino antes de la batalla de Puente Milvio, se «cruzaron», es decir, pintaron cruces en sus escudos y las cosieron a sus ropas sobre el hombro izquierdo. No hay noticias de indulgencias generales antes del s. XI. A partir del siglo XII, la práctica comenzará a extenderse por toda la Iglesia. Se otorgará indulgencia plenaria a los que participan en las diversas cruzadas y a los obispos se les permite conceder las mismas en la dedicación de Iglesias y sus aniversarios.

Jan Hus proteste contra los abusos del poder temporal de los papas en nombre de la fidelidad apostólica.


En 1412, el tráfico de las indulgencias publicadas por Juan XXII, para sufragar los gastos de la cruzada contra LADISLAO, rey de Nápoles, da ocasión para que Jan Hus proteste contra los abusos del poder temporal en nombre de la fidelidad apostólica. Llamado entonces a comparecer ante los legados pontificios y sincerarse, da una respuesta que es como un presagio de su martirio: «Dispuesto estoy -dice- a obedecer al papa, siempre que sus mandatos estén conformes con las máximas apostólicas; pero si son contrarios, no obedeceré, aunque vea al verdugo ante mí preparado a ejecutarme».

LEÓN X encarga a Rafael Sanzio construir la basílica de San Pedro, cuyo coste le obligará a recabar fondos intensificando la venta de bulas de indulgencia.


LEÓN X encarga a Rafael Sanzio construir la basílica de San Pedro, cuyo coste le obligará a recabar fondos intensificando la venta de bulas de indulgencia. El papa LEÓN X renueva la indulgencia -concedida por su antecesor JULIO II- para adelantar las obras de la basílica de S.Pedro en Roma. A este fin, los fieles, después de contritos, confesados y comulgados, entre otras cosas buenas, a las que iba aneja la indulgencia, habían de dar una limosna en metálico para la construcción de la basílica de S.Pedro. De hecho fueron innumerables las iglesias para las que se allegaron por este medio los fondos necesarios para su construcción o reparación, lo mismo que se hizo para muchos otros fines sociales, como, por ejemplo, para levantar centros de asistencia y para la construcción de puentes. El sistema de indulgencias era en general bien recibido por el pueblo cristiano. En cuanto a la iglesia de S.Pedro, se trataba de un santuario, en que toda la cristiandad estaba interesada.

En Württenberg, el descontento provocado por la creciente presión fiscal aglutina a las clases inferior, campesinado y proletariado urbano.


En Württenberg, el descontento provocado por la creciente presión fiscal aglutina a las clases inferior, campesinado y proletariado urbano, en la primavera y verano de 1514. Como administrador supremo de todo el asunto de las indulgencias para la mayor parte de Alemania es nombrado el príncipe de la casa de los Hohenzollern ALBERTO de Brandeburgo que desde el año 1514 es arzobispo de Magdeburgo y administrador del Obispado de Halberstadt.

Alberto de Brandenburgo es nombrado arzobispo de Maguncia.


En 1515, Alberto de Brandeburgo es nombrado arzobispo de Maguncia. Para reunir la cantidad necesaria para pagar a Roma los derechos que eran de ley al recibir un obispado, Alberto se hace prestar una fuerte suma por la banca Fugger de Augsburgo. Para cubrir la deuda se le concede la mitad de las limosnas que ingresen de las que se recojan para la iglesia de S.Pedro. Esta concesión no es decorosa, tratándose de indulgencias

JUAN TETZEL, a quien el arzobispo Alberto ha encomendado la predicación de la indulgencia concedida por LEÓN X no cumple con la suficiente dignidad.


JUAN TETZEL, fraile dominico a quien el arzobispo Alberto ha encomendado la predicación de la indulgencia concedida por LEÓN X con el objeto de construir la basílica de S.Pedro de Roma, no cumple su oficio con la suficiente dignidad; en lugar de atenerse al uso tradicional de la Iglesia, se atiene a las instrucciones de Alberto, según las cuales para ganar la indulgencia basta la entrega de la limosna. Es fácilmente explicable y nada injusto que alguien levante su protesta.

MARTÍN LUTERO fija en la puerta de la Iglesia de la Universidad de Wittenberg, sus 95 proposiciones.


MARTÍN LUTERO, según la leyenda, fija en la puerta de la Iglesia de la Universidad de Wittenberg, un documento que contiene 95 proposiciones contra los predicadores de indulgencias y contra muchas de sus doctrinas, sobre las que el autor declara estar dispuesto a discutir con cualquiera, de palabra o por escrito. De hecho, este gesto es simbólico e inventado más tarde. En realidad, LUTERO, a raiz de un enfado por un asunto de indulgencias, envía las 95 proposiciones o tesis a los obispos afectados y a amigos para que las impriman rápidamente. La imprenta, el revolucionario invento de Guttemberg, resulta clave en el aceleradísimo éxito del escrito, considerado el origen del protestantismo, la auténtica obsesión de los papas en los siglos siguientes. Y es que la Reforma pretende volver a la Iglesia romana al papel de siempre, dejando para los Césares los temas políticos, y para los papas, los asuntos de Dios.

Algunas de las 95 tesis de LUTERO van contra abusos reales, pero la acritud con que están escritas las hace desorbitadas.


Algunas de las 95 tesis de LUTERO van contra abusos reales, pero la acritud con que están escritas las hace desorbitadas. Leyéndolas, da la impresión de que la cristiandad entera está indignada con el hecho de que se construya una nueva basílica; además, parece que Roma entera está siendo reconstruida con dinero alemán. Lo malo es que LUTERO se ha atrevido a decir lo que muchos burgueses alemanes piensan. Y aun peor, que se ataca con vigor la doctrina teológica que sirve de fundamento a las indulgencias. «Proclamo», dice LUTERO, «que el Papa no tiene jurisdicción sobre el purgatorio… si la tuviera, podría abolirlo, haciendo que nadie fuera a él». Tras lo cual concluye que las indulgencias suponen un serio peligro para la salvación. Dice, además, que los predicadores de indulgencias se equivocan o cuentan conscientemente falsedades a la gente. «Cualquier cristiano que sienta verdadero arrepentimiento y dolor por sus pecados, obtendrá el perdón pleno de su culpa y su pena, incluso sin indulgencias, sólo por la gracia de Dios», escribe.

Después de la actitud de LUTERO, Alemania entera no habla de otra cosa. Silencio del Papado.


Pronto, Alemania entera no habla de otra cosa. Reina un gran descontento -en parte justificado- con la actitud del Papado y con lo que sucede en Roma. Si, en estas circunstancias, LEÓN X aclarase la doctrina de las indulgencias, como hará luego, tal vez la «Reforma» nunca se hubiese producido. Pero obra con lentitud y deja que siga la controversia, fomentada por la rivalidad entre los agustinos y los dominicos. Muchos se sienten entusiasmados por el hecho de que alguien llame por fin públicamente por su nombre a la penosa situación de la Iglesia católica y lo hace, además, en un lenguaje claro y comprensible para todos. Por otra parte, a Lutero le mueve el mismo afán que a los reformadores anteriores: el nacionalismo. Wyclif había apelado a los nacionalistas ingleses que objetaban que el dinero iba siempre a parar a los cofres italianos del Papa. De la misma manera, Hus invocó el nacionalismo bohemio y ahora Lutero hace otro tanto con el nacionalismo alemán. Pero Lutero dispone de algo que les faltó a Wyclif y Hus: la imprenta.