SAVONAROLA inicia de nuevo un ciclo de sermones. El Papa ALEJANDRO VI excomulga Florencia ya que la Signoria no impide al fraile hablar en público. Por este hecho, las mercancias florentinas no son aceptadas en ningún lugar. Por otra parte, tan duros son los ayunos y abstinencias de carne que se aruinan los carniceros, los impresores, los comerciantes de vinos, los grandes viñateros de la Toscana. El espíritu mercantil florentino, ve arruinado su posible comercio ante aquella austera tiranía de la virtud.
GIROLAMO SAVONAROLA
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Religioso dominico, predicador italiano, confesor del gobernador de Florencia, Lorenzo de Médici, organizador de las célebres hogueras de vanidad donde los florentinos estaban invitados a arrojar sus objetos de lujo y sus cosméticos, además de libros que consideraba licenciosos. Predicó contra el lujo, el lucro, la depravación de los poderosos y la corrupción de la Iglesia católica.
Al fin, el Papa Alejandro VI, logra de la Signoria la imposición efectiva de la prohibición de predicar a SAVONAROLA.
Al fin, ALEJANDRO VI, logra de la Signoria -que empieza a temer un levantamiento del pueblo- la imposición efectiva de la prohibición de predicar a GIROLAMO SAVONAROLA. Fray Jerónimo SAVONAROLA se despide de su pueblo y se retira al claustro de San Marcos. Desde ese momento, los acontecimientos adversos se precipitan.
El pueblo no sólo le da la espalda a Savonarola sino que se muestra francamente hostil.
El pueblo no sólo le da la espalda sino que se muestra francamente hostil y ya no es Roma la gran enemiga de SAVONAROLA , sino la propia Florencia gobernada ya por una Signoria donde predominan los «arrabiatti» (furiosos) -acérrimos enemigos de SAVONAROLA -. Un franciscano, Fray Francisco de Puglia, enemigo de los dominicos, desafía a SAVONAROLA desde el púlpito de Santa María. Reta a la prueba del fuego a quien sea capaz de defender la doctrina de SAVONAROLA y negar, por tanto, la invalidez de su excomunión.
En Florencia, el reto es aceptado por más de una fraile dominico… pero el 7 de abril, día señalado para la prueba aparecen mil excusas.
En Florencia, el reto es valientemente aceptado por más de una fraile dominico… pero el 7 de abril, día señalado para la prueba, con la plaza llena de gentío, aparecieron – por uno y otro bando- cuarenta mil excusas para llevarla a cabo. Primero se exigió que los hábitos fueran nuevos ya que los viejos podían estar encantados. Luego uno dijo que no entraría en el el fuego si no llevaba un crucifijo en la mano, ante lo que los franciscanos se escandalizaron. Entonces se habló de llevar el Santísimo Sacramento cosa que fue considerada más terrible todavía e hizo que se planteara una discusión teológica sobre si ardía o no la Sagrada Forma, todo ello ante la irritada y malsana suriosidad del pueblo. Entre tanto se puso a llover y el malhumor creció. No hubo manera de que se pusieran de acuerdo y la Signoria decidió dispersar a la masa ordenando que volvieran a sus casas cuando ya caía la tarde. No hubo tal prueba de fuego.
Y el pueblo de Florencia, privado del espectáculo y desengañado de tantas falsedades y promesas, se prepara para la venganza.
Y el pueblo, privado del espectáculo y desengañado de tantas falsas profecías y promesas, se prepara para la venganza. Al día siguiente, Domingo de Ramos -curiosa coincidencia- comienza la verdadera pasión de SAVONAROLA. Los «arrabiatti» florentinos, más poderosos que nunca, asaltan el convento de San Marcos y al grito de: «¡Al frate, al frate!» le hace prisionero. SAVONAROLA es entregado a los representantes de la autoridad quienes le conducen a la torre del Palacio Viejo. Allí es torturado hasta que firma el acta acusatoria. Su principal acusador en los juicios es un juez catalán, el eclesiástico y jurista Francesc de Remolins, enviado expresamente a Florencia como comisario pontificio.
Es leída a SAVONAROLA la condena de un tribunal civil: Se le condena a morir ahorcado y luego su cuerpo quemado en la hoguera.
Es leída a SAVONAROLA la condena de un tribunal civil: Se le condena a morir ahorcado y luego su cuerpo quemado en la hoguera.
Antes de ser ejecutado SAVONAROLA, el Obispo de Vasona, dominico y antiguo fraile de San Marcos, le separa de la Iglesia.
Antes de ser ejecutado SAVONAROLA, el Obispo de Vasona, dominico y antiguo fraile de San Marcos, le separa de la Iglesia con esta fórmula: Yo te separo de la Iglesia militante y triunfante. Sólo de la militante, lo otro no te corresponde a tí, le contesta SAVONAROLA. Cumpliéndose la sentencia, es ahorcado y su cadáver quemado en la hoguera en la plaza principal de Florencia (Plaza de la Signoria). También son ahorcados Fray Silvestre Maruffi y Fray Domingo de Pescia. Mientras chisporrotea la hoguera, el pueblo, sarcástico, pide al reo que se salve con un milagro. Este no se produce. Y el populacho de Florencia tiene, u vez más, su espectáculo. Éste es el conflicto eclesiástico más grave que surge en la época de Alejandro VI.
Para que ninguna reliquia de Savonarola pueda quedar de su paso por el mundo, sus cenizas son arrojadas al Arno.
Savonarola es ejecutado. Para que ninguna reliquia pueda quedar de su paso por el mundo, sus cenizas son arrojadas al Arno, que las arrastrará al mar. SAVONAROLA tenía cuarenta y cinco años. Había fracasado rotundamente en su finalidad, porque quiso manejar a la vez los engranajes de la religión y de la política. Pero su recuerdo quedó bien esculpido en la memoria de la ciudad ya que, con el paso del tiempo, el fraile acabó convirtiéndose en un héroe de los liberales italianos del Risorgimento, que cada año depositaban flores en el lugar donde fue ejecutado. Como víctima del poder de la Iglesia, Savonarola siempre ha ocupado un lugar en la mitología de la Florencia laica.
La rehabilitación de SAVONAROLA que desde años se está solicitando, no será completa si no se revisan la excomunión y el proceso que lo llevó al patíbulo.
La rehabilitación de SAVONAROLA que desde años se está solicitando, no será completa hasta que se revisen la excomunión y el proceso que lo llevó al patíbulo, camino imprescindible para que prospere la propuesta de beatificación avanzada por la diócesis de Florencia. Nada de ello será rápido, pero SAVONAROLA ya comienza a tener un lugar en la valiente revisión histórica emprendida por JUAN PABLO II, seguramente más por su denuncia profética, por este imperativo moralista tan grato a Karol Wojtyla, que por haber desafiado a la autoridad constituida.