Suntuosa ceremonia de la firma del nuevo tratado de la UE o de la Reforma en el monasterio de los Jerónimos que se ha convertido en un acto de exaltación europeísta en el que los líderes europeos se han conjurado para mirar hacia el futuro y dejar atrás los años de crisis e introspección. Sobre el tratado de Lisboa no pesa la amenaza de referendos conflictivos, como ocurría con la ambiciosa Constitución que firmaron en Roma en el 2004. El tratado de Lisboa ha tenido que sacrificar los símbolos para contentar a ingleses, polacos y checos, reacios a cualquier gesto con el que la UE se asemeje a la idea de un superestado. Aunque con menos peso político y simbólico, el nuevo tratado recoge no obstante los principales avances del embrión constitucional, como un nuevo reparto de poder que agiliza la toma de decisiones, la carta de derechos fundamentales, el nombramiento de un presidente y el final del veto en unas 40 áreas – cooperación judicial y policial, por ejemplo, pero no otras más peliagudas, como fiscalidad o exteriores-.

La Unión Europea levanta las sanciones diplomáticas a Cuba

Turquía y Armenia firman, en la fecha, un complicado e histórico inicio de normalización de sus relaciones, lastradas por un pleito secular. Ante la presencia, entre otros, de los ministros de Exteriores de Rusia, Estado Unidos, Francia y la UE, los jefes de las diplomacias turca y armenia estampan sus firmas en dos acuerdos que han sido fruto de los buenos oficios de Suiza. El primero de estos acuerdos trata sobre el establecimiento de relaciones diplomáticas, que afirma la inviolabilidad de fronteras, lo que supone el reconocimiento de las fronteras establecidas en el acuerdo de Lausana de 1924, es decir, la renuncia a los territorios de Turquía meridional, que el nacionalismo armenio reivindicaba como suyos desde el siglo XIX, e indirectamente, el reconocimiento de la anomalía de la conquista armenia del territorio de Nagorno Karabaj y zonas adyacentes, que pertenecen a Azerbaiyán, pero que Armenia ocupa militarmente desde finales de los ochenta. El segundo documento contiene compromisos sobre estabilidad de la región, solución pacífica de los conflictos, y para la apertura de la frontera de 325 kilómetros, que Turquía cerró en 1993 en solidaridad con Azerbaiyán, tras sólo dos años de apertura.

Yves Leterme, libre de sospechas, regresa al poder en Bélgica tras la designación de Van Rompuy como presidente del Consejo de la UE.

La Cumbre del Clima de Copenhague se cierra con un acuerdo de mínimos que concretan a puerta cerrada EE UU. con China y otros gigantes en desarrollo como India, Sudáfrica y Brasil. La Unión Europea no participó en la negociación final y tan sólo se limitó a aceptar el pacto.

El presidente serbio, Boris Tadic, entrega a la presidencia de la UE, la petición de su ingreso a la UE, y afirma que su objetivo es la integración en el 2014. “No se puede dar la fecha por segura –manifestó Tadic–, pero si nos marcamos esa meta, podemos conseguirlo”. La iniciativa serbia se esperaba. Dos acontecimientos recientes dieron el impulso decisivo para que así fuera: la abolición de los visados de entrada para los serbios (y también para montenegrinos y macedonios) a los países comunitarios y el desbloqueo de un acuerdo comercial con la UE que representa una versión reducida del acuerdo de asociación global.

España asume la Presidencia del Consejo de la Unión Europea, sucediendo a Suecia. Desde el primer momento la situación económica española provocará recelos en los demás países europeos. La prensa extranjera de referencia censura la debilidad política de Zapatero y el declive de la economía española.

Tras dos jornadas casi ininterrumpidas de negociaciones en Bruselas, los Veintiocho y el primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, ha cerrado un acuerdo que permite a Europa retornar a Turquía a todo migrante —incluidos los refugiados— que arribe a las islas griegas desde este momento. A cambio, la UE activará un procedimiento de acogida de sirios más ambicioso que el actual. Con este controvertido trato, la UE espera sellar la ruta migratoria del mar Egeo. Los detalles del acuerdo muestran, no obstante, que las expulsiones apenas suponen una amenaza para lograr el objetivo que buscaba la UE: sellar la ruta del mar Egeo, por la que el año pasado llegaron a territorio europeo casi 900.000 refugiados. Bruselas confía en romper el modelo de negocio de las mafias y, sobre todo, en que Turquía frene las salidas desde su territorio, algo que hasta ahora no ha garantizado.