Los primeros colonizadores conocidos de la costa mediterránea de África en tiempos históricos, son los fenicios que establecen en ella diversos puertos comerciales.

Entre 681 y 564 aC., Tiro cae bajo el dominio asirio y la principal colonia fenicia de Occidente, Cartago (en el actual Túnez) se convierte en la capital de las colonias fenicias occidentales.

Los Cartagineses -herederos de la obra de los fenicios- se establecen en la isla de Ibiza donde fundan la colonia de Ebessus. El interés por dominar esta isla radica, sin duda, en el valor estratégico de su posición que permite obstaculizar el comercio tartesso (al sur de la Península Ibérica) con el griego e intentar controlar el Mediterráneo central donde fundarán pequeñas factorías de distribución de ánforas como la d’Aldovesta en el valle del Ebro.

Con Tiro sometida primero a Asiria y luego a Caldea, las colonias fenicias occidentales llevan una existencia autónoma. Por estas fechas, la factoría de Cartago, (fundada en 814 aC en el norte de África), posee su propia flota y, gracias a su floreciente comercio, puede contratar a numerosos mercenarios. Así, domina y protege a las demás colonias fenicias. Controla la práctica totalidad de la costa norteafricana al oeste de Egipto, así como Sicilia occidental y otras islas mediterráneas: Cerdeña, Córcega y las Baleares. También mantiene colonias en la Península Ibérica. Al mando de los almirantes HANNON e HIMILCON, atravesando el estrecho de Gibraltar, visitan las costas occidentales de África y probablemente las de Europa.

NABUCODONOSOR, en su conquista de Fenicia, pone sitio a la ciudad de Tiro, la única que no se le ha sometido. El asedio duró del 585 al 573 aC en que fue conquistada.

El el año de la fecha, después de un asedio de trece años, los asirios (NABUCODONOSOR II) conquistan Tiro, la ciudad fenicia que controla casi todo el comercio tartésico.

El hueco que deja Tiro lo ocupan en seguida los avispados griegos foceos que llevan siglos compitiendo por el mercado de los metales. El Creciente Fértil no puede quedar privado de sus suministros de estaño. ¿De dónde procede casi todo el estaño?. De Bretaña y las islas Británicas. Los griegos foceos se hacen cargo de la cartera de clientes de los fenicio-tartesios y derivan el estaño por la ruta del Ródano y Saona hacia Massalia (Marsella), su gran emporio comercial. También los etruscos se apresuran a participar en el Mediterráneo. La tensión va creciendo. Pero la euforia durará poco porque los cartagineses, considerándose legítimos herederos de Tiro, arremeterán contra ellos y recuperarán sin contemplaciones los mercados perdidos. La malhumorada reacción cartaginesa dejará elocuentes huellas arqueológicas: en Sicilia y el Levante español se encontrarán numerosos rastros de poblados griegos destruidos a finales del siglo VI. En algunos casos el grueso estrato de cenizas probará que el saqueo ha sido seguido de incendio.

A mediados del siglo VI aC. se acaba la fase fenicia y comienza la cartaginesa o púnica en Occidente. Los fenicios y los púnicos difundirán por el Occidente su cultura y el culto a sus dioses (Melkart y Astarte de Tiro y Tanit de Cartago).

A ALEJANDRO Magno se le resiste Tiro, la próspera ciudad Fenicia cuya conquista había costado trece años a los asirios. En efecto, Alejandro se dirige a la conquista de Egipto al frente de un ejército compuesto por más de cuarenta mil hombres al que sigue por mar una escuadra de ciento sesenta naves.Tiro se niega a abrirle las puertas. El joven Alejandro decide detener su marcha hasta que conquiste aquel emporio desde el que se controla buena parte del comercio mediterráneo. No es tarea fácil. Tiro es una isla enfrente de las playas del continente. Todo su entorno está amurallado, de modo que ni siquiera queda espacio para realizar un desembarco de tropas.

ALEJANDRO Magno decide construir in istmo artificial de seiscientos metros de largo que convierta la isla de Tiro en península y le permita atacarla por tierra. Al cabo de siete meses, cuando el dique está por fin construido, grandes torres rodantes de madera se deslizan por su calzada camino de la ciudad. Estos artilugios de cincuenta metros de altura, llamados “helépolos”, constan de una serie de pisos superpuestos desde cuyas plataformas los arqueros de Alejandro hostigan a los defensores de la muralla. El dique alterará en un futuro la geografía del litoral. En efecto, a lo largo de dos milenios las mareas irán acumulando arena a uno y otro lado del dique y hoy la antigua isla es una península unida a la costa por un amplio istmo, cuyo origen artificial nadie sospecharía a primera vista.