FELIPE II el Prudente (Rey de España) (1556-1598)

Total de piezas: 300

Con la abdicación de CARLOS (V), y según los acuerdos de la Dieta de Augsburgo del mes anterior, queda abierto el camino al poder absoluto.


Con la abdicación de Carlos V, y teniendo en cuenta los acuerdos de la Dieta de Augsburgo del mes anterior, queda abierto el camino al poder absoluto de los reyes, que no estan dispuestos a obedecer otra autoridad que la suya. Algunos no dudan en prescindir de la autoridad del Papa en materia de religión, como ya había hecho ENRIQUE VIII en Inglaterra; otros se someten formalmente, pero de hecho siguen obrando como les viene en gana. Hasta el más ferviente católico de todos, FELIPE II, intenta en varias ocasiones presionar a los cardenales para que elijan a un Papa fácilmente manejable.

El duque de Alba, virrey de Nápoles, invade los estados pontificios.


El papa PABLO IV, aliado de Francia, procura atraer a Venecia a la Liga. Al igual que Julio II, sueña con liberar a Italia de los extranjeros, es decir, de los españoles. Francia duda, pero CATALINA de Médici, apasionada por los asuntos italianos, y FRANCISCO de Guisa, impaciente por nuevas victorias, bloquean la política de paz de Montmorency. El Papa impone la decisión multiplicando las provocaciones a los españoles, hasta el punto de que, en septiembre de 1556, el duque de Alba, virrey de Nápoles, invade los estados pontificios. ENRIQUE II, rey de Francia, su protector, se ve obligado a intervenir. FRANCISCO de Guisa nombrado lugarteniente general en Italia, marcha sobre Nápoles a través de los Apeninos.

FELIPE II viaja a Inglaterra preocupado por sus estados. Se reúne con María Tudor.


FELIPE II viaja -en la fecha- a Inglaterra preocupado por sus estados. MARÍA aguarda ilusionada a FELIPE en Greenwich. Ya reunidos, ambos salen hacia Whithall, pero la multitud no los aclama por las calles. Su popularidad ha disminuido considerablemente, pues el rey de España ha hecho este largo viaje a Inglaterra para pedir dinero con el que poder costear sus guerras contra Francia y el papado. FELIPE II consigue la ayuda requerida, no del parlamento anglosajón, sino de la propia MARÍA TUDOR, que logra préstamos particulares y declara -por amor a FELIPE II- la guerra a la nación francesa.

Los españoles vencen a los araucanos en la batalla de Mataquitos.


Los españoles vencen a los araucanos en la batalla de Mataquitos.

Esta pieza también aparece en ... CHILE

FELIPE II, que se encuentra en serios apuros económicos, comienza la invasión de Francia desde Flandes.


FELIPE II que se encuentra en serios apuros económicos, cuando, por fin, considera que cuenta con la fuerza suficiente, comienza la invasión de Francia desde Flandes. Unos 42.000 hombres, entre españoles, flamencos, borgoñones y, sobre todo, mercenarios alemanes, se adentran en territorio enemigo en julio de 1557 bajo el mando de Manuel Filiberto, duque de Saboya.

FELIPE II ordena el asedio y la toma de la ciudad de San Quintín, al Norte de Francia.


FELIPE II, decepcionando a su padre, que habría deseado un rápido progreso hasta París, muestra su prudencia, ordenando, en la fecha, fiesta de S. Lorenzo, el asedio y la toma de la ciudad de San Quintín, en vez de adoptar cualquier medida que supusiera temeridad y riesgo. Así, pues, el ejército español, tras realizar diversos amagos, procede a sitiar la ciudad de San Quintín, al norte de Francia, en la región de Picardía, actual departamento de Aisne. La desproporción de fuerzas es notable, pero la ciudad cuenta con buenas defensas, por lo que el sitio se adivina duro. Además, tras conocer los franceses la noticia, preparan un ejército de socorro comandado por el condestable Montmorency que suma unos 26.000 hombres. Montmorency confía en que, con la colaboración de los sitiados, obtendrá una fácil victoria. Su excesivo optimismo radica en la fe en sus capacidades y en su experiencia, así como en el desprecio que le inspira el duque de Saboya, que sólo cuenta 29 años.

El ejército franco-papal se desmorona cuando las tropas de FELIPE II infligen a las francesas el rotundo descalabro de San Quintín.


La mermada fuerza el ejército franco-papal se desmorona finalmente cuando el 10 de agosto de 1557 las tropas de FELIPE II infligen a las francesas el rotundo descalabro de San Quintín y el duque de Guisa es llamado precipitadamente a la defensa de su propio país. El duque de Alba entra en Roma sin oposición; allí encuentra al Papa destrozado y rendido que suplica la paz. Se le concede. PABLO IV se compromete a no fomentar ni hacer la guerra al monarca español y a no realizar nuevas fortificaciones en las plazas de soberanía eclesiástica.

La derrota francesa en San Quintín es total.


En el asedio de San Quintín, en el norte de Francia, el exceso de confianza del general galo Montmorency en el intento de socorro de la plaza, se ve sorprendido por el contraataque de la caballería española, lo que le obliga a replegarse a toda prisa. Pero sus tropas, agotadas por las marchas, son alcanzadas por las fuerzas de FELIPE II, encabezadas por la caballería del conde Egmont y obligadas a presentar batalla. La carnicería es total; mueren casi 9.000 franceses, entre ellos 300 miembros de la alta nobleza, y 8.000 resultan prisioneros, entre ellos Montmorency, mientras que las fuerzas del duque de Saboya apenas sufren 2.000 bajas.

San Quintín es tomada a sangre y fuego con la intervención del propio FELIPE II.


A pesar de la derrota de los franceses, San Quintín ha resistido durante quince días bajo el mando del almirante GASPAR de Coligny, un fanático hugonote que no duda en ahorcar a aquellos que flaquean en la defensa. Mientras tanto, llega el propio FELIPE II a las murallas de la ciudad con más de 20.000 hombres de refuerzos, entre los que se encuentran más de 5.000 ingleses. Durante esos días del asalto es la primera y única vez que el monarca se pone una armadura para arengar a las tropas, pero sin participar directamente en la batalla. FELIPE II no disimula en absoluto la repugnancia que le despierta aquel espectáculo sangriento, extrañándose de que su padre se sintiese tan a gusto en las batallas. Por fin, en la fecha, la ciudad es tomada a sangre y fuego, tras lo que sigue un horrible saqueo.

Tras el desastre de San Quintín, el rey francés, ENRIQUE II, toca a rebato y llama a todos los franceses a defender París.


Después de San Quintín, el rey francés, ENRIQUE II, toca a rebato y llama a todos los franceses a defender París. Hacia allí destaca a su mujer, CATALINA de Médici, provista de abundantes recursos monetarios, para levantar el ánimo de sus habitantes y preparar su defensa. Por su parte, el rey español, FELIPE II, procede a dictar a sus secretarios las cartas que habrán de partir inmediatamente a toda Europa dando parte de aquella victoria. Emotivas son las dirigidas a sus parientes, en las que aprovecha para encargar los pertinentes tedeums, y de más calado las enviadas a Italia, concretamente a Venecia, república a la que sugiere abandonar la alianza antiespañola, así como convencer al papa de lo mismo. Decenas de pinturas, tapices y grabados se encargan en Flandes y en España para conmemorar la batalla.