MARCO JUNIO BRUTO (Hijo adoptivo de Julio César)

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JULIO CÉSAR prepara una gran expedición a Oriente contra los partos.


En la primavera del 44aC, JULIO CÉSAR prepara una gran expedición a Oriente contra los partos. El recuerdo de Carre, batalla en la que los romanos fueron vencidos por los partos y en la que Craso resultó muerto, hace la guerra contra los partos muy impopular. El nombramiento de dictador perpetuo por el que César ejerce más bien como un monarca y la propuesta de luchar contra Partia llegan a excitar la reacción de los espíritus republicanos más irreductibles que, unidos al partido senatorial, dan vida a una conjuración que es capitaneada por el propio hijo adoptivo de Julio César, Marco Junio BRUTO y también por Cayo Casio Longino, ambos pretores de este año. Esta es la razón por la que se trama su muerte y no la idea, bastante extendida, de que intentase convertir a Roma en una monarquía. Ciertamente, los poderes de un dictador no son menores que los de un monarca (aunque tampoco lo han sido los que algunos cónsules han ejercido en la práctica), pero CÉSAR no contempla la posibilidad de que tales poderes sean hereditarios.

A Marco Bruto le parece que César, ávido de gloria y poder, ha traicionado a los de su propia clase.


Marco BRUTO, sobrino de Catón y partidario de circunstancias de Pompeyo, ha abandonado la causa perdida y obtiene el perdón de CÉSAR, quien le nombra gobernador de la Galia Cisalpina y, en 44 aC., pretor. Aparte de los remordimientos por haber abandonado a los republicanos, a BRUTO le parece que CÉSAR, ávido de gloria y de poder, ha traicionado a su propia clase para convertirse en un siniestro aristócrata monárquico. Además, están los amores de CÉSAR con su madre Servilia, que son la comidilla de toda Roma. El asesinato de CÉSAR debe realizarse antes de que éste marche para luchar contra los partos. Los conspiradores lo han fijado para los idus de marzo, durante la sesión del Senado.

Desde principios de marzo del 44 aC corren vagos rumores por Roma acerca de un complot contra César.


Desde principios de marzo de ese mismo año corren vagos rumores por Roma acerca de un complot y esas voces llegan a oídos del propio CÉSAR, quien apenas les presta atención. Seguro de su poder, su intención es presentarse el 15 de marzo (los idus de ese mes) a la sesión del Senado.

Esta noche está dominada por las pesadillas: Tanto Calpurnia como César tienen sueños extraños.


No obstante, la noche anterior al fatídico día estuvo dominada por las pesadillas: Calpurnia, la mujer de CÉSAR, soñó que el techo de la casa se derrumbaba y que CÉSAR caía asesinado en su regazo mientras las puertas del dormitorio se abrían de par en par. También el dictador tuvo una visión nocturna: soñó que volaba sobre las nubes y daba la mano al mismísimo Júpiter. Aunque no era supersticioso, la agitación de Calpurnia lo alarmó. Además, los adivinos le advirtieron que los sacrificios presagiaban algo infausto, por lo que incluso llegó a pensar en anular la reunión del Senado, enviando al cónsul Marco Antonio, su brazo derecho, a despedir a los senadores en su lugar. Pero de pronto intervino un hombre que gozaba de su plena confianza, Décimo BRUTO, presente en casa de César con el propósito de vigilarlo y procurar que no cambiase de programa. Décimo Bruto hizo mofa de los adivinos y advirtió a César que posponer la reunión a la espera de que su mujer tuviese mejores sueños sería interpretado como una ofensa al Senado.

Los asesinos del César creen que el pueblo los tomará bajo su protección. Nada más lejos de la realidad.


El cuerpo de CÉSAR queda tendido en el atrio desierto durante un tiempo. El médico Antistio analiza el cadáver y revela que de las 23 heridas que presenta, sólo una ha sido mortal. Poco después llegan tres esclavos que lo cargan en una litera para llevarlo a casa. Los conjurados no han tenido el coraje de arrojar sus restos al Tíber, como estaba planeado, y esta humana debilidad les hace perder la partida, pues es justamente el uso político y emotivo de aquel cadáver lo que permite el contraataque de los cesarianos. César yace muerto. Sus asesinos creen que el pueblo, satisfecho por la muerte del tirano, los tomará bajo su protección. Nada más lejos de la realidad. Los senadores y el mismo Marco Antonio, atemorizados y perplejos, se dispersan y en Roma comienza a reinar el pánico. Los conjurados, por su parte, se retiran al Capitolio para dar gracias a los dioses del Estado. No tenían otros planes que acabar con el tirano y restaurar la libertad.

César muere traspasado por veintitrés puñaladas. La plebe urbana se mantendrá fiel a su recuerdo.


Hace algún tiempo que un adivino ha advertido a JULIO CÉSAR de un gran peligro que le espera en los idus de marzo. En aquel día CÉSAR, al dirigirse al Senado para hacer ratificar sus voluntades, encuentra al adivino y sonriendo le dice: “Ya han llegado los idus de marzo”. “Sí -responde el adivino-, pero todavía no han pasado”. En los idus de marzo del año -44, los conjurados, en número de sesenta, se lanzan sobre CÉSAR intentando matarle, ante el temor de que pretenda coronarse “Rey” o “Emperador”, pero él se defiende heroicamente hasta que ve a BRUTO, al que ama como un hijo, con la espada desenvainada. Entonces, perdiendo toda voluntad de resistir, se cubre con su mano gritando: “¿Tú, también, BRUTO, hijo mío?”. Y dejándose caer a los pies de la estatua de su antiguo enemigo POMPEYO, muere traspasado por veintitrés puñaladas. La plebe urbana se mantendrá fiel a su recuerdo.

JULIO CÉSAR ha sido asesinado por lo que era, no por lo que habría podido llegar a ser.


JULIO CÉSAR ha sido asesinado por lo que era, no por lo que habría podido llegar a ser. La dictadura perpetua había alejado toda esperanza de retorno a un gobierno constitucional, de modo que para los conspiradores el presente era intolerable y el futuro sin esperanza. Era, pues, necesario actuar deprisa y acabar con el tirano, antes que el paso del tiempo y los beneficios de la paz y el orden calmasen los resentimientos contra él. “Hombres de honor”, Marco Bruto y sus aliados se han convertido en asesinos para suprimir a un aristócrata, amigo y beneficiario suyo, en aras de la dignidad y los intereses de su propia clase (cuya hegemonía colectiva en Roma a través del Senado se veía amenazada por la dictadura de César. JULIO CÉSAR ha sabido imponerse con autoridad en un momento de transformaciones sociales y políticas, acabando con el régimen republicano, anacrónico e incompatible con el poder absoluto, que exigen los tiempos, iniciando la época imperial. Y es que Roma, orgullosa de su tradición republicana, no está madura para semejante cambio.

LÉPIDO asume el consulado, mientras ANTONIO y OCTAVIO marchan a enfrentarse con su adversarios.


El Triunvirato, delegan en LÉPIDO la misión de negociar con SEXTO Pompeyo para terminar de una vez con la guerra civil en Hispania. También en este año, LÉPIDO asume el consulado, mientras ANTONIO y OCTAVIO marchan al este a enfrentarse con sus adversarios BRUTO y CASIO, asesinos de César, a quienes vencerán en Filipos (Macedonia oriental), dando así al traste con las esperanzas del Partido Republicano. BRUTO y CASIO se suicidan.