Las tertulias en los bares y en los centros culturales logran una importancia capital entre los intelectuales barceloneses de principio de siglo XX. Apertura de «Els Quatre Gats» el 12 de junio de 1897. Santiago Rusiñol escribió el anuncio: A las personas de buen gusto, a los ciudadanos de río a río, a los que además del alimento para su cuerpo necesitan alimentar el espíritu, Pere Romeu les anuncia que en la calle de Montsió: «(…) estará abierto un establecimiento tan propio del disfrute de los ojos como nutrido de buenas cosas para complacer el paladar (Ramon Casas, Santiago Rusiñol y Miquel Utrillo son los promotores. En «Els cuatre gats» expondrán Regoyos, Nonell, Pichot, Gosé o Picasso. Se organizarán veladas musicales con las intervenciones de Enric Granados e Isaac Albéniz. También se harán espectáculos de títeres, como los de Julià y Juli Pi, sombras chinas, etc. La revista «Els cuatre gats», se publicará entre febrero y mayo de 1899, la dirigida por Pere Romeu y saldrán quince números.

Verdaguer ha pasado estos dos últimos años en la pobreza total y bajo la presión de ver que su salud mental y moral es puesta en duda, pero no claudica. Verdaguer decide reemprender sus artículos en la prensa. Ahora una segunda serie bajo el epígrafe: «Un sacerdote perseguido». En la fecha, aparece el primero también en La Publicidad. Se publicarán veintiseis hasta el mes de noviembre, sin cambios aparentes en la actitud de Verdaguer y del obispo.

Verdaguer cansado del esfuerzo y de la tensión, pide la intercesión de los padres agustinos del Escorial, donde tiene algunos amigos. Inesperadamente, la nueva vía da resultados. A través del obispo de Madrid, y con la intercesión del nuncio de Roma, finalmente Morgades acepta levantar la suspensión de las licencias sacerdotales y permitir la estancia de Verdaguer en Barcelona siempre que firme una retractación pública de su insubordinación.

En España, a lo largo del siglo XIX, se construyen relatos ideológicos distintos que culminarán, alrededor de la crisis de 1898, con la aparición de dos nacionalismos antagónicos: el españolista y el catalanista. El imaginario cultural y patriótico de cada uno de estos relatos es el disfraz de los sectores dirigentes, pero se trata de un imaginario emotivo: penetra en los poros de la realidad social y genera fortísimos sentimientos identitarios. El polo político de Madrid impondrá históricamente su fuerza. Pero la mística resistencialista o victimista reforzará el simbolismo del polo catalán. Ninguna de las dos polaridades conseguirá, sin embargo, imponerse con claridad. El drama de los diversos nacionalismos hispánicos residirá en su incapacidad: no consiguen borrar o desprenderse del antagonista.

Verdaguer firma, en la fecha, la retractación que le ha puesto como condición el obispo de Vic, Morgades.

El 11 de febrero aparece el decreto que levanta el castigo a Jacinto Verdaguer, de acuerdo con las últimas conversaciones. El sacerdote puede decir misa de nuevo. Una vez pactado el retorno a Barcelona, el obispo Catalá le hace un lugar en la iglesia de Betlem, situada enfrente del palacio de los Comillas, en la otra acera de la Rambla, donde recupera una relativa normalidad. Se dedica a asistir entierros, que le sirven para tener un sueldo y una situación estable. Pero ya es viejo y se encuentra agotado.

Antoni GAUDÍ inicia la construcción de la casa Calvet en la calle Caspe 48 (Barcelona) 1898-1900. El proyecto tiene fecha de marzo 1898.

Las reacciones ante la guerra de independencia de las colonias españolas son muy diversas en Catalunya. El diario ‘La Renaixensa’ se muestra favorable a la concesión de la autonomía en Cuba desde el primer momento. El semanario ‘La Voz de Catalunya’, más moderado al comienzo, ha sido crítico con la guerra, defendía argumentos pacifistas y mencionaba el alto coste que podía llegar a tener. Verdaguer y Callís se muestra también partidario de la autonomía. En junio de 1898, la Unión Catalanista hace público el documento ‘A los catalanes’, que ha redactado PRAT DE LA RIBA, donde se pide el fin inmediato de la Guerra de Cuba. El Fomento del Trabajo Nacional está preocupado por las repercusiones de la guerra sobre el comercio colonial. La propaganda oficial arrastra los partidos dinásticos y buena parte de los republicanos a apoyar a la posición española en el conflicto. Sólo se muestran contrarios algunos federales y la prensa anarquista. Aún no siendo unánime, la opinión del catalanismo es comprensiva con la lucha nacional de Cuba, porque la entiende como un precedente importante para una reorganización del estado, que puede servir a los intereses de Catalunya. Estas opiniones son difíciles sin embargo de expresar directamente debido a la censura.

El general POLAVIEJA, entra en relación con el Foment del Treball Nacional y con algunos miembros de la Unió Catalanista para pedirles soporte para un programa regeneracionista.

Las propuestas del general POLAVIEJA quedan recogidas en un manifiesto del mes de septiembre de 1898. En éste se culpa de la crisis a los políticos de oficio y al sistema de partidos y se proponen reformas del ejército, la liquidación del caciquismo, la? incorporación deles clases neutras al sistema y un tímido proceso de descentralización. Este programa incluye una serie de reformas de la Administración, al mismo tiempo que favorece la descentralización del estado. «Para el logro de mis propósitos -escribe POLAVIEJA al arquitecto catalán Domenec MONTANER- no me cansaré de repetir que no quiero constituir un partido político.» POLAVIEJA parece pensar únicamente en una suerte de apoyo social, de personas y de asociaciones de cualquier género, que le permitan presentarse en Palacio a pedir el poder, sin necesidad del respaldo de una organización para gobernar. Lo mismo dirán los polaviejistas de la Junta de Adhesiones: «Pretendemos únicamente que todas las fuerzas vivas de la nación se agrupen y organicen a la mayor brevedad», para que, una vez aceptada la idea de la regeneración, «la lleven al terreno de la práctica». Pero ¿cómo?