PÍO IX (Papa) (1846-1878)

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Se inaugura el Concilio Ecuménico Vaticano I (XX Concilio Ecuménico).


Se inaugura el Concilio Vaticano I, (XX Concilio Ecuménico). Durará desde el 8/12/1869 hasta 20/10/1870. Convocado por Pío IX. Congregará a 700 obispos, sentando la infalibilidad excathedra del papa en materia de doctrina concerniene a la fe y la moral. El concilio será aplazado sine die cuando las tropas italianas entren en Roma.

Proclamación del Dogma de la infalibilidad Pontificia en el Concilio Vaticano I convocado por PÍO IX.


Se proclama el Dogma de la infalibilidad Pontificia. En la votación final, todos los Padres conciliares, menos dos, votarán a favor del mismo. Los dos disidentes serán el Obispo de Riccio de Cajazzo (Sicilia) y el Obispo Fitzgerald de Little Rock, Arkansas (EEUU.), pero en cuanto conocen el resultado de la votación, lo admiten. Este dogma de la Infalibilidad Pontificia, el vulgo cree -sobre todo entre los no católicos- que quiere decir que el Papa no se equivoca en nada de lo que dice cuando en realidad, el papa sólo es infalible en materia de fe y de costumbres (cuestiones morales) cuando habla ex cathedra, es decir, revestido de toda su autoridad como Cabeza de la Iglesia y Vicario de Cristo. Y la infalibilidad consiste, únicamente, en que el Espíritu Santo vela para que no diga nada que pueda inducir a error a la Iglesia. Históricamente, la definición de la infalibilidad del papa significa la culminación de un proceso que ya había comenzado en el Concilio de Trento, donde se dejó de tratar el tema debido a las corrientes episcopalistas y nacionalistas.

En Prusia, el dogma de la Infalibilidad es el pretexto para atacar a la Iglesia con mayor virulencia.


El Dogma de la Infalibilidad Pontificia produce mucho revuelo en algunos países. De acuerdo con él, si el pontífice se pronuncia como tal sobre materias de fe y moral, no puede equivocarse. Esta decisión incrementa los sentimientos antipapales de las instituciones seculares, incluidos los gobiernos de potencias católicas. En Prusia, donde el Primer Ministro BISMARCK ha desatado una campaña contra los católicos (conocida como Kulturkampf), sirve de pretexto para atacar a la Iglesia con mayor virulencia. Pero los católicos alemanes, que están numerosamente representados en el Reichstag (Parlamento), se defienden muy bien, y su líder, Windthorst, se encara con BISMARCK y le dice: «Tratáis de morder un bloque de granito». Mientras tanto, un eminente periodista alemán, dándoselas de profeta escribe: «Hagan lo que hagan los ultramontanos (es decir, los «papistas»), el poder político de la Iglesia romana ha muerto y el eclesiástico agoniza… Pío IX… ha aniquilado al Papado. Los contrarios a este dogma aducen, entre otros, los casos de Liberio, Honorio I, Vigilio.

En cuanto está claro que Francia va a perder la guerra, las tropas italianas marchan sobre Roma.


En cuanto está claro que Francia va a perder la guerra, las tropas italianas marchan sobre Roma. Italia es aliada de Prusia en la guerra franco-prusiana, por lo que cuenta con el beneplácito de Bismarck para actuar sin reparos contra las posesiones del pontífice profrancés PÍO IX. Éste reúne ocho mil soldados en un desesperado intento de resistir, mas el insuficiente ejército papal no puede contener a las divisiones italianas que marchan patrióticamente enardecidas sobre Roma. Se empieza a bombardear la ciudad, y PÍO IX, para evitar derramamientos de sangre, capitula. El 20 de septiembre de 1870 entran en la capital del flamante reino de Italia en cuyo palacio del Quirinal establece su corte el rey Víctor Manuel II. Son anexados por plebiscito los Estados Pontificios, que forman tres cuartas partes de la Lazio actual. Este año se unifica políticamente la península italiana desde el Po hasta Calabria, por primera vez desde el Imperio Romano. La única excepción es la República de San Marino (la república más antigua del mundo), cuya política exterior, sin embargo, se delega en el Reino de Italia.

Roma se convierte en la capital del reino. PÍO IX, se niega a reconocer el reino de Italia.


El 2 de octubre, Roma se convierte en la capital del reino. PÍO IX, se niega a reconocer el reino de Italia, a establecer relaciones diplomáticas con él y rechaza las garantías personales que se ofrecen y excomulga al rey VÍCTOR MANUEL II de Saboya. Mediante la bula Non Expedit, prohíbe a los católicos, bajo severas penas canónicas, toda participación activa en la política italiana, incluido el sufragio.

De hecho, dos o tres años después de la Gloriosa, el clima en España ya es favorable a los Borbones.


De hecho, dos o tres años después de la Gloriosa, el clima en España ya es favorable a los Borbones. La burguesía periférica, especialmente la vasca y la catalana, confía en una política económica más moderna y liberal, aunque proteccionista en la industria textil. Se pide también un mayor control del movimiento? obrero. La España rural y la burocracia urbana reclaman estabilidad y el orden público asegurado. Los católicos están divididos. Los partidarios de un catolicismo tradicional apoyan al pretendiente carlista, pero otros muchos, inspirados por el propio papa Pío IX, desean el advenimiento de un monarca católico que devuelva a la Iglesia muchos de los bienes desamortizados y que apoye nuevamente la enseñanza religiosa, sin excesos de ningún tipo, sin arbitrariedades y sobre todo sin el peligroso rechazo a la modernidad que recomiendan los carlistas.

Pío IX en un gesto muy significativo, proclama a San Alfonso Maria de Ligorio como Doctor de la Iglesia.


En el campo de la teología moral, el jansenismo ha dejado su huella, generando una teología Moral que se caracteriza por un rigorismo muy acentuado; se puede sintetizar señalando que entiende que las obras de los no-cristianos no tienen absolutamente ningún valor; además rechazan el dolor de atrición (en contradicción con el Concilio de Trento) por considerarlo sumamente imperfecto. Frente a esta postura moral, surge ya en el siglo XVIII la figura de S. Alfonso María de Ligorio cuya renovación en este campo es recomendada por Roma en numerosas ocasiones; Pío IX, en este sentido, en un gesto muy significativo, proclama a San Alfonso Maria de Ligorio como Doctor de la Iglesia en 1871, a petición de un número muy elevado del episcopado mundial (unos 600 obispos). Esta nueva perspectiva moral es acogida con entusiasmo por los clérigos.

A partir de ahora, PÍO IX y los Papas que le sucederán (hasta Pío XI) se considerarán como prisioneros.


El 13 de mayo de 1871, la nueva nación italiana trata de ablandar al Papa dispensándole honores regios y brindándole plena libertad para llevar a cabo sus deberes religiosos. Declara inviolable su persona y permite su libre comunicación con todos los católicos del mundo, y también se muestra dispuesto a que envie y reciba representantes diplomáticos, que gozarán de idénticas inmunidades que los seculares. Conservará el pleno dominio del palacio Vaticano del Laterano y de la Villa de Castelgandolfofo «para su uso», así como una asignación de tres millones y cuarto de francos y no estará sujeto a otras leyes que las suyas. PÍO IX se niega a aceptar nada. Como Pío VII, declara que no puede renunciar a unos derechos que no son suyos. Y a partir de ese momento, él y los Papas que le sucederán (hasta Pío XI) se considerarán como prisioneros. En cualquier caso, los Estados Pontificios desaparecen de hecho y el poder temporal de los Papas se convierte en un mero recuerdo.