Nace LEONARDO da Vinci. Su nacimiento fue ilegítimo, fruto de los amoríos juveniles del notario Ser PIERO da Vinci con una criada llamada CATERINA. Semejante origen no constituia un baldón en la Italia del Renacimiento: en casi todas las grandes familias había bastardos y el trato que se les daba en poco difería del dispensado a los hijos legítimos, pues generalmente se les reconocía y recibían su parte de la herencia paterna. El hecho de haber nacido al margen del matrimonio no impedía el acceso a la señoría de los Estados, y ni siquiera al solio pontificio.

Leonardo da Vinci, empezó a trabajar con VERROCCHIO a los catorce años, apenas llegó a Florencia procedente de la zona rural, donde había nacido. La elección del taller de VERROCCHIO para el aprendizaje de su hijo confirma el certero juicio de Piero da Vinci, pues se trataba del taller más afamado de Florencia y los años que LEONARDO pasó en él fueron decisivos para la formación de su talento. Cuando maestro y alumno se separaron circularon sobre ellos diversas historias: Una de ellas nos habla de que VERROCCHIO quedó tan impresionado ante el ángel que aparece en el ángulo extremo izquierdo del cuadro “El bautismo de Cristo”, que abandonó para siempre los pinceles, convencido de que jamás podría igualarlo.

Según otras memorias de la época, pesó sobre los dos una grave sospecha, ya que rumores insistentes acusaban al maestro de tendencia contra natura. El pecado de sodomía no tenía nada de raro en los ambientes artísticos del renacimiento, e incluso cabe decir que, más o menos, todos los talleres sufrían su contagio. Tales rumores no respetaron siquiera a un BOTICELLI y a un MIGUEL ÁNGEL, pero en lo que a LEONARDO se refiere, éste parecía apoyarlos con la belleza casi femenina de su rostro y su extraña abstinencia en cuanto a relaciones femeninas, a pesar de que a un muchacho tan atractivo no debían faltarle ocasiones.

La religión era para LEONARDO DE VINCI como una búsqueda perpetua. “¡Este es el modo de conocer al Creador de tantas cosas admirables -escribió más tarde- y éste es el modo de amar a semejante inventor!. En realidad el gran amor nace del profundo conocimiento de aquello que se ama; y si no lo conoces poco o nada podrás amarlo”. Esta sed de conocimiento era en LEONARDO tan absorbente que el artista se aisló de los demás intereses humanos; no sólo del amor, sino también del dinero, de la búsqueda de la gloria, e incluso de la política, tan influyente en todas las épocas en el ánimo de los toscanos.

LEONARDO DE VINCI sirvió con indiferencia a toda clase de señores: a los Médicis y al usurpador del ducado de Milán, a la libre República florentina y a un tirano siniestro como CÉSAR BORGIA, al Vaticano y al rey de Francia. En su elección de lugares y de protectores, siguió unos criterios exclusivamente prácticos, sin que interviniesen en ellos juicios morales o preferencias políticas. Era fundamentalmente, como muchos intelectuales del Renacimiento, un sin patria. Dedicaba el tiempo libre a la investigación de los fenómenos de la naturaleza, por considerar que le era necesario conocer el mundo físico ambiental para el completo desarrollo de su arte creador.

Los humanistas no tomaron sus nuevas ideas de la Biblia, sino observando e investigando a los seres humanos y la naturaleza. Así lo hizo también el italiano Leonardo da Vinci (nacido el 15 de abril de 1452), encarnación del nuevo hombre renacentista. Leonardo no se limitó a crear obras de arte como la famosa Mona Lisa y La última cena, sino que fue también escultor, científico, arquitecto, técnico e inventor. De él se conocen incluso planos para construir máquinas voladoras. Diseccionó cadáveres porque quería comprender cómo está formado y cómo funciona el ser humano, y plasmó sus observaciones en dibujos anatómicos. Pero aquel genio universal que fue Leonardo da Vinci era tan consciente de su responsabilidad como científico e inventor como desearíamos que fuese todo hombre o mujer de ciencia: “Sé”, escribió, “cómo se puede permanecer mucho tiempo bajo el agua y sin recibir alimentos. Pero no voy a hacerlo público ni explicárselo a nadie, pues los seres humanos son malvados y utilizarían ese arte para asesinar incluso en el fondo del mar. Perforarían los cascos de los barcos y los hundirían con todas las personas que llevan dentro”.

LEONARDO pasó de Florencia a Milán. Florencia, a pesar de todo su esplendor, resultaba para él demasiado literario y clasicizante. Entre los florentinos él era juzgado como un hombre sin cultura porque no le interesaba el latín y todavía menos el griego, y prefería aprender directamente a partir de la naturaleza y de la experiencia. En cambio, en Milán, todo lo contrario de Florencia, las matemáticas y la mecánica eran tenidas en gran estima. Fue su elección la típica de un científico. Un pintor que se hubiese considerado únicamente como tal hubiese permanecido en Florencia. Sin embargo cobraba poco y tarde y ello le reportaba, lógicamente, muchos problemas.

Con la caída de los SFORZA, comenzó para LEONARDO un período de vida errante e inquieta. El pueblo lo tenía por mago, brujo o alquimista y contemplaba sus experimentos con una suspicacia no exenta de temor. Los poderosos le asediaban con sus peticiones de aparatos festivos y máquinas guerreras, obligándole a aplazar indefinidamente la realización de los proyectos auténticamente constructivos que bullían en su cerebro.

En 1490 Leonardo Da Vinci también incursiona en los misterios del fondo marino. Seguramente no con fines bélicos, todo lo contrario, mas bien para poder apreciar los colores, la belleza de todo aquello que ciertamente llamaron su atención. Para ello diseñó y construyó, con forma de tubo rígido, y alguna parte vidriada, lo que no difería demasiado con el de Alejandro Magno.

El interés por la costa sahariana data del siglo XVI cuando, por el Tratado de Cintra, en la fecha, la monarquía portuguesa, que controla la costa occidental, reconoce a Castilla el derecho a establecer una base en las costas saharianas delante de las islas Canarias. Pero la colonización no cristalizará.