FERNANDO II de Aragón (1479 - 1516), V de Castilla (1475 - 1504), II de Sicilia (1468 1516) y III de Nápoles (1504 - 1516)

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Ignorando que ha descubierto un nuevo continente, COLÓN fallece en Valladolid. Enterrado en Sevilla.


De vuelta de América, ignorando (?) aún que ha descubierto un nuevo continente, Cristobal COLÓN se ha refugiado en la ciudad de Valladolid donde fallece, en la fecha, prácticamente ignorado. En sus últimos momentos le acompañan sus dos hijos Diego y Fernando que son los principales beneficiarios (según el testamento redactado el día anterior) de una herencia que es más teórica que real. Diego es el hijo que COLÓN ha tenido con su esposa portuguesa Felipa Moniz de Perestrello y Fernando es el hijo que ha tenido con su amante Beatriz Enríquez. Tras su muerte, se lleva a cabo en su cuerpo el proceso llamado descarnación, mediante el cual se quita toda la carne de los huesos. Se le entierra inicialmente en Valladolid y posteriormente será trasladado al Monasterio de la Cartuja en Sevilla. Por deseo de su hijo Diego, será trasladado más tarde a Santo Domingo en 1542. Tras la conquista de la isla de Santo Domingo en 1795 por los franceses, se trasladarán sus restos a La Habana, y tras la guerra de la independencia de Cuba en 1898, se volverán a trasladar a la Catedral de Sevilla, donde reposarán en un suntuoso catafalco.

La llegada de FELIPE y JUANA a Castilla, procedentes de Flandes, pondrá fin a la primera regencia de FERNANDO el Católico.


La llegada de FELIPE y JUANA a Castilla, procedentes de Flandes, pondrá fin a la primera regencia de FERNANDO el Católico, toda vez que se harán cargo del trono a finales del mes de julio. Para evitar una guerra civil, FERNANDO cede el gobierno de Castilla a FELIPE el Hermoso. Pero FELIPE se enajenará pronto las voluntades de los castellanos por el modo de tratar a Dª JUANA y por otorgar los empleos más honoríficos a flamencos y alemanes.

Sale una armada de Barcelona hacia Nápoles. Se considera como la última propiamente catalana que se ha hecho a la mar.


FERNANDO de Aragón, habiendo recibido noticias de Nápoles nada elogiosas de la fidelidad de GONZALO de Córdoba, dispone una expedición con una gran armada, que podemos considerar como la última propiamente catalana que se ha hecho a la mar. Además del rey y su esposa GERMANA van en la expedición importantes personajes de la Catalunya. En la fecha, sale la armada de Barcelona, llegando a Nápoles el 1 de Noviembre, después de hacer escala en Génova, donde GONZALO de Córdoba da explicaciones que satisfacen al rey.

Felipe el Hermosos, apenas dos meses después de ser reconocido rey de Castilla y León, fallece en Burgos.


Apenas dos meses después de reconocerlo como rey de Castilla y León, fallece, en la fecha, en Burgos, FELIPE I el Hermoso. La muerte inesperada de su marido, con sólo 27 años, trastorna definitivamente a JUANA.  FELIPE  estaba ejerciendo como gobernador de Castilla juntamente con Juana  y con su suegro Fernando. La muerte fue a causa de un acaloramiento contraído el día anterior jugando a pelota, seguido de una bebida excesivamente fría, aunque no faltó quienes la achacaran a los abusos sexuales del promiscuo príncipe. Con esa muerte se remata el estado mental de su viuda, que se mantuvo durante meses junto al hediondo cadáver de su marido, prohibiendo a ninguna mujer que se acercara a él, y anduvo así deambulando hasta sepultarlo en Granada. Desde ese momento, la locura de la reina fue irreversible y tuvo que ser confinada, originando no pocos transtornos en la corte.

Asume momentáneamente la regencia el religioso franciscano Francisco Jiménez de CISNEROS.


Asume momentáneamente la regencia en la Corona de Castilla y Aragón, el religioso franciscano que ha sido confesor de la reina, Francisco Jiménez de CISNEROS. El orden logrado años atrás por los Reyes Católicos prácticamente ha desaparecido. En su lugar impera la anarquía. Mientras renacen las luchas de bandos en diversas ciudades, algunos ricos hombres campan a sus anchas.

JUANA emprende viaje a Tordesillas donde quiere que su marido sea enterrado provisionalmente antes de enterrarlo en Granada.


JUANA quiere que su marido sea enterrado en el Panteón Real de Granada; mientras tanto, exige que sea depositado en Tordesillas. Emprende, pues, en la fecha, un largo y penoso viaje, acompañada por numerosa comitiva, por tierras de Castilla, desde Burgos a Tordesillas. El viaje se hace de noche, lo que suscita nuevos comentarios sobre la salud mental de la reina.

En Nápoles, GONZALO FERNÁNDEZ de Córdoba se acostumbrará al lujo y a ser eso, un vicerrey, prácticamente un monarca.


En Nápoles, GONZALO FERNÁNDEZ de Córdoba se acostumbrará al lujo y a ser eso, un vicerrey, prácticamente un monarca, y tal vez por ello, tal vez porque siempre fue hombre de Isabel y de Castilla y no tanto de FERNANDO II de Aragón, éste lo apartará del poder y le retirará el mando de tropas y hombres. Ahí es donde surge la leyenda de que el Rey Católico le pide cuentas a FERNÁNDEZ de Córdoba de sus gastos de campaña y sobre sus derroches en la gestión del virreinato napolitano. Las cuentas del Gran Capitán son eso, una leyenda sin base histórica, pero alcanzaron gran difusión durante todo el XIX, hasta el punto de que en el actual Museo del Ejército, en Madrid, pueden leerse unas ¿cuentas del Gran Capitán? probablemente tan poco auténticas como la Tizona del Cid Campeador que el mismo museo luce con orgullo. Las cuentas, además, han tenido varias versiones, y ello demuestra que carecemos de documento original y que nos hallamos ante una tradición oral que hizo fortuna…

Cuentas del Gran Capitán.


En cualquier caso, cuando el rey Fernando le pide al Gran Capitán la justificación de los gastos de la conquista de Nápoles y las cuentas de su gestión al frente del reino italiano, el general responde con una relación de partidas que la leyenda quiere que diga algo así como: \”Doscientos mil setecientos treinta y seis ducados y nueve reales en frailes, monjas y pobres, para que rogasen a Dios por la prosperidad de las armas españolas. Cien millones en picos, palas y azadones (para enterrar a los muertos del adversario). Cien mil ducados en guantes perfumados para preservar a las tropas del mal olor de los cadáveres de sus enemigos. Ciento sesenta mil ducados en poner y renovar campanas destruidas por el uso continuo de repicar todos los días por nuevas victorias conseguidas sobre el enemigo. Cien millones por mi paciencia en escuchar ayer que el Rey pedía cuentas al que le ha regalado un reino\”. Es sólo una de las versiones de este inverosímil episodio, pero ejemplifica por qué desde que la leyenda cobra fama, las cuentas del Gran Capitán han pasado a ser sinónimo de gasto o de relación contable hecho de forma arbitraria y sin justificación alguna. La altanería y el desprecio implícito al monarca brillan adornando la leyenda de quien, tras ganarse el ducado de Santángelo y una inmensa popularidad entre sus hombres, acabó sin mando y sin plaza y sin el favor del rey.