Pío VII en “Ecclesiam a Jesu Christo” de 13 sept. de 1821 condena la afiliación a la masonería.

En 1823, el rey JUAN VI de Portugal emite un decreto contra la masonería.

FERNANDO VII desde los baños de Sacedón en Guadalajara (España), donde se hallaban los reyes por motivos de salud, expide una real cédula (1 de agosto de 1824) que prohibe para siempre en España e Indias (lease América Latina) las sociedades de francmasones y otras cualesquiera secretas. Se amnistia a quienes hayan pertenecido a ellas pero a condición de presentarse espontáneamente a las autoridades en solicitud de indulto, señalando la logia o sociedad en que han estado, entregando todos los diplomas, insignias y papeles relativos a la asociación. Respecto a los que no se «espontaneaban», se excitaba a los delatores, dispensándoles de la obligación de afianzar de calumnia y de cuantos requisitos las leyes exigían para la admisión de las delaciones, bastando para proceder el dicho solo de una persona digna de crédito.

León XII en “Quo Graviora” de 13 de marzo de 1825 condena la afiliacion a la masonería.

Pío VIII en “Traditi Humilitati”, encíclica de 24 de mayo de 1829 condena la afiliación a la masonería.

Gregorio XVI en “Mirari Vos”, encíclica del 15 de agosto de 1832 condena la afiliación a la masonería.

Pío IX en “Qui Pluribus”, encíclica del 9 nov. 1846, condena la afiliación a la masonería.

ISABEL II se opone a la masonería. Concretamente se enfrenta con el infante FRANCISCO de Paula, a su vez Gran Maestre, dispuesto a destronarla. En este año, concretamente, las logias de Madrid se agrupan militarmente para desterrar a la reina, sin conseguirlo.

En Portugal, el 21 oct. 1848, el conde de Tomar, ministro de la reina María II, firma con el internuncio un concordato, ampliado en 1857 para los territorios de Ultramar, que, a pesar de ratificar la confiscación de los bienes eclesiásticos y la supresión de los diezmos, permite el regreso de los religiosos expulsados y concede una subvención para el mantenimiento de los párrocos. El movimiento anticlerical, sostenido por la masonería, se hace, sin embargo, sentir nuevamente, sobre todo a partir de 1865, año en que tuvo lugar una violenta campaña en favor del matrimonio civil.

FERRER I GUÀRDIA, nace en Alella en 1859, es el séptimo de 11 hijos de una familia de pequeños campesinos. La muerte de su padre le aleja temporalmente, con apenas 13 años de edad, del mundo escolar y marcha a Barcelona que vivirá entusiasta la Primera República. En este ambiente se iniciará en la masonería (adscribiéndose a La Verdad, de Barcelona), en la lectura de Voltaire y otros revolucionarios franceses, en los viajes al extranjero, las prácticas naturalistas.