Austria, después de la derrota de Sadowa en la guerra austroprusiana, se ve obligada a reconocer por el Tratado de Praga, en la fecha, la disolución de la Confederación Germánica de 1815; también tiene que ceder Venecia a Italia. Austria se encuentra sin Alemania e Italia, con el ejército destruido, las finanzas arruinadas y enfrentada a húngaros y a eslavos. Prusia reorganizará Alemania al norte del Mainz y anexionará Hannover, Hesse-Kassel, Nassau y Frankfurt.

ISABEL -“Sissi”-, esposa de FRANCISCO JOSÉ I, enamorada de Hungría, es la gran valedora del Ausgleich. Los sectores más conservadores de Viena jamás le perdonarán su apoyo a los levantiscos húngaros. Mientras, los magiares la adoran. En Budapest proliferan los monumentos a Isabel, y en su tumba, en la cripta de los capuchinos de Viena, aún hoy (2000) nunca faltan flores, muchas de ellas con las banderita húngara. Su amistad, casi enamoramiento platónico, con el político húngaro Gyula Andrássy le reportará rumores dolorosos, como que Maria Valeria -su cuarta y última hija- es hija del conde. Para disgusto de las malas lenguas, la niña resultará ser clavada a FRANCISCO JOSÉ, y el bulo no prosperará.

El emperador FRANCISCO JOSÉ I y la emperatriz ISABEL -“Sissi”- se declaran reyes de Hungría en Budapest (1867-1916). El rey sanciona los logros revolucionarios de Hungría de 1848, retorna a la constitucionalidad, el país cobra total soberanía en sus asuntos del interior, se forma un gobierno húngaro independiente, y solamente las carteras a cargo de los asuntos exteriores y los de guerra, así como de las finanzas de los mismos, quedan bajo administración común con los austríacos.

ISABEL -“Sissi”- era poco amiga del amor físico pero deseosa de dar compañía a su marido, Sissí fomentó la relación de FRANCISCO JOSÉ con Katharina Schratt, una actriz de Burgthea, con la que FRANCISCO JOSE ya había tenido relaciones antes de casarse con “Sissi”. Durante 30? años, Katharina correspondió a la adoración del emperador con absoluta sinceridad y fidelidad, y a la benevolencia de la emperatriz, a quien su marido seguía amando, con respeto absoluto. Psícólogos e historiadores han buceado en el porqué del singular comportamiento de la emperatriz ISABEL. Su melancolía tiene algo que ver con el temperamento de la familia Wittelsbach, varios de cuyos miembros conocieron la locura, pero también se debe a las muchas desgracias que hubo de soportar.

El 17 de noviembre de 1879 se abre oficialmente el canal de Suez. Están presentes, en las lucidas fiestas que se organizan, FRANCISCO JOSÉ I de Austria y la Emperatriz Eugenia de Francia. Para la ocasión se estrena Aida, de Giuseppe Verdi. No es simple coincidencia que el argumento de esta ópera trate de la conquista de la antigua Etiopía (hoy Sudán) por el Egipto faraónico.

FRANCISCO JOSÉ I, emperador de Austria, es un hombre rígido y ceremonioso que, aparte un inflexible sentido del deber, se ocupa de todas las minucias relacionadas con su condición regia. Es muy conservador y un devoto hijo de la Iglesia. Tiene un hijo, el gran duque RODOLFO, liberal y anticlerical, que desea otorgar mucha más libertad a las nacionalidades no reconocidas, y aflojar el dominio de la Iglesia. Pero su padre le aleja de todas las funciones oficiales y le obliga a un matrimonio infeliz. Con el tiempo, RODOLFO no puede soportar aquella vida, y, en la fecha, él y su amante, la baronesa María Vetsera, se suicidan en el pabellón imperial de caza de Mayerling. El suicidio de RODOLFO da lugar a un gran escándalo, y su madre, la emperatriz ISABEL, que en cualquier caso adolece de inestabilidad mental, nunca se recuperará del golpe y se dedicará a viajar febrilmente por Europa como una manera de olvidar.

El único hermano superviviente de FRANCISCO JOSÉ I y su heredero al trono, CARLOS LUIS, muere por causas naturales. FRANCISCO FERNANDO, el hijo mayor del fallecido CARLOS LUIS, se convierte en heredero del imperio Austro-Húngaro. El emperador siente por él un intenso desagrado.

La tragedia personal sigue cebándose en el emperador del Imperio Austro-Húngaro, FRANCISCO JOSÉ I, cuyo largo reinado continúa. La emperatriz ISABEL, ya de sesenta años de edad, continúa los viajes que ha emprendido tras el suicidio de su hijo Rodolfo. En la fecha, está instalada en el hotel Beau Rivage de Ginebra. En el día de la fecha, pasea junto a su dama de compañía, la condesa Sztaray, por la ribera del lago Leman, haciendo tiempo para tomar el vaporcillo. Cuando está a punto de llegar al embarcadero, un hombre tropieza con la emperatriz, quien, de resultas del encontronazo, cae al suelo. Se levanta rápidamente, diciendo que no se ha hecho daño. Sube a bordo, se queja de un dolor en el pecho: “¿Qué ha ocurrido exactamente?”, musita. Serán sus últimas palabras. Aquel hombre le ha clavado un estilete que ha atravesado su corazón. Al ser tan fino el instrumento utilizado, apenas se produce hemorragia y la sangre gotea lentamente lo que hace que el corazón se paralice muy despacio. Fallece en su habitación del hotel una hora después. No cabía imaginar que tuviera semejante fin una mujer indefensa, medio loca y que jamás ha ejercido la más mínima influencia política.

Audiencia de los cinco minutos: pese a que el Partido de la Independencia húngaro ha obtenido mayoría en la Cámara, el emperador austrohúngaro Francisco José declara que no está dispuesto a aceptar los postulados de dicha mayoría parlamentaria, y apoyándose en el ejército disuelve el Parlamento.

El Estado dualista, Austria-Hungría, que ha surgido del compromiso de 1867 es en teoría una monarquía constitucional, pero en la práctica FRANCISCO JOSÉ I gobierna casi siempre a base de decretos y apoyándose en la Iglesia, el ejército, la burocracia y la policía, puntos de apoyo tradicionales de los Habsburgo. El gran problema es el de los nacionalismos y el antagonismo germano-eslavo irá acentuándose en los primeros años del siglo XX. En la parte austríaca de la monarquía, el 26 de enero de 1907 se implanta el sufragio universal masculino.