SEVERO incorpora, como tercer co-emperador, a su otro hijo GETA (209-211).

Muy debilitado por la gota, SEVERO se retira a York (Britania), donde fallece el 4 de febrero de 211 a la edad de 65 años. Según algunas fuentes, en su lecho de muerte Severo pronuncia una frase que aún hoy sigue siendo famosa: «Mantened la paz, enriqueced a los soldados y burlaos del resto». Le sigue un período de semianarquía. SEVERO ha estado casado con Julia Domma, mujer de gran belleza y muy inteligente. Ha ejercido un gran influjo sobre SEVERO y lo seguirá ejerciendo no sólo sobre su hijo Caracalla, sino también en varios subsiguientes emperadores de corto reinado. De hecho, ha llegado a Roma acompañada de su hermana Julia Mesa y de dos sobrinas, Julia Soemias y Julia Mamea. Esta cuatro princesas sirias, forman una camarilla que desde el palacio proponen cambios y aconsejan en todos los asuntos de gran importancia. Puede decirse que desde 211 al 235 el Imperio romano estará regido por mujeres y además sirias y no romanas.

Habiendo fallecido en la fecha el emperador Septimio SEVERO, suben al trono del Imperio romano, conjuntamente los dos hijos de Septimio Severo: Antonino Basiano -a quien se conoce por CARACALLA (211-217) por su costumbre de vestir una túnica gálica llamada «caracallus»- Y GETA (211) .

Las relaciones de CARACALLA con su hermano GETA no son buenas. Hay una constante rivalidad entre ambos que se ha agravado con la muerte en Britania de su padre en febrero de 211. CARACALLA no quiere compartir el poder con su hermano. Se produce un enfrentamiento que culmina en la fecha, con el asesinato de GETA que muere en brazos de su madre Julia Domna. Los motivos pueden ser varios. Algunos historiadores suponen celos y el ansia del poder. Otros apuntan que CARACALLA se adelanta de esta manera a un levantamiento de GETA con sus partidarios. El hecho es que desde ese momento, CARACALLA emprende una campaña de venganza a los apoyos de su hermano que finalizará con un amplio número de muertos -se cifran en 20.000 los asesinados-, demostrando su cruel carácter.

La Historia enseña que una decadencia general como la que sufre el Imperio romano trae muchas veces como consecuencia el que una nación busque un punto de apoyo firme en la tierra y trate de poner un dique a las corrientes hostiles a la religión, en las que ve una de las causas de su decadencia, y se esfuerza por ahondar las raíces del sentimiento religioso en el hombre y en el pueblo, y fortalecer con ello el sentido social y el respeto a la autoridad. Así ocurre en el periodo decadente del Imperio romano. El movimiento religioso es promovido, sobre todo, por dos mujeres : Julia Domna, mujer del emperador Septimio Severo, hija del gran sacerdote de Apolo, el Hijo del Sol en Edesa (Siria), y Julia Mamea, una sobrina de Julia Domna. Estas tentativas de renovación religiosa y de fortalecimiento del Imperio podían resultar fácilmente peligrosísimas para el cristianismo, en el caso de que lograran rehabilitar y de imponer exclusivamente a los dioses tradicionales romanos. Pero se propone simplemente fomentar el culto de toda divinidad.

En Roma impulsa CARACALLA importantes construcciones, como las termas que llevan su nombre (212).

El emperador CARACALLA se muestra favorable a los cristianos. En efecto, no se excluye a los cristianos de la amnistía otorgada con motivo de la ascensión de este emperador al trono imperial ni hay excepción para ellos al otorgarse el título de ciudadano romano a todos los súbditos libres. No obstante, también bajo un emperador tan bien dispuesto a favor de los cristianos nos encontramos con numerosos casos de gobernadores que actúan por propia cuenta contra ellos, y no nos extraña ver que bajo CARACALLA fuesen los cristianos duramente perseguidos en Numidia, Mauritania y en particular en la provincia de Africa. Hay que notar que CARACALLA recibió de joven la influencia de una educación cristiana. Incluso durante el imperio de CARACALLA, y posterormente en el de su sobrino Heliogábalo, se soñará con la fusión de todas las religiones.

El derecho de ciudadanía romana que el emperador CARACALLA ha otorgado a todos los habitantes del Imperio que no sean esclavos, también corresponde, lógicamente, a los hispanos aunque apenas influye en la situación de Hispania, pues casi todas sus tierras y pueblos están totalmente romanizados desde la época de Vespasiano. Roma ha dejado de ser una ciudad que gobierna en su provecho territorios obtenidos por conquista, para convertirse en un solo Imperio en el que todos sus habitantes son iguales, sin importar el lugar de nacimiento. Estas transformaciones, casi imperceptibles para sus contemporáneos, conducirán poco a poco a que Roma sea una ciudad más dentro de su propio Imperio, y darán comienzo a su lenta decadencia.

Durante el primer año del reinado del emperador CARACALLA, mediante la «Constitutio Antoniniana», se extiende el derecho de ciudadanía romana a todos los habitantes del Imperio que no sean esclavos, dando un gran impulso a la romanización, al dejar al margen de la ciudadanía sólo a las poblaciones rurales y a los bárbaros instalados en las fronteras. Pero por esta época la ciudadanía ya no significa mucho aparte el privilegio de afirmar «soy ciudadano romano». Los ciudadanos ya no participan en el gobierno en forma alguna, y su principal función consiste en pagar un impuesto de sucesión (que es la razón que ha podido mover a CARACALLA a pesar que para S. Agustín el edicto de CARACALLA ha sido un «acto generoso y humano»). Y es que los gastos estatales crecen sin cesar, pues las guerras contra los germanos son costosas, y, por otra parte, CARACALLA necesita costear sus estravagancias, tales como sus colosales termas en Roma.

CARACALLA fue también un emperador guerrero, admirador de las gestas de Alejandro Magno: vence a los alamanes junto al río Meno (213). Los alamanes, confederación de tribus germánicas que, emigrados desde las tierras del Norte, están situados, en la fecha, en la orilla derecha del Rin, entre el Main y el lago Constanza son mencionados por primera vez, en la fecha, por Dión Casio. Su nombre (que significa «todos los hombres») parece indicar que eran el agrupamiento de varias tribus: hermundures (hermiones), jutungos, bucinobantes, lentienses, semmones, cuados y teutones. También se los engloba dentro de los suevos junto con otros pueblos.