CORONA DE CASTILLA (1230-1716)

Total de piezas: 625

Una parte de la nobleza castellana se reserva el seguir considerando como heredero a ALFONSO.


En un acta secreta, una parte de la nobleza castellana encabezada por el marques de Villena se reserva el seguir considerando como heredero a ALFONSO, hermanastro de ENRIQUE IV y príncipe de Asturias, por la presunta ilegitimidad de JUANA, hija de ENRIQUE IV, conocida posteriormente como JUANA la Beltraneja, cuyos derechos sucesorios niegan. Parece que los propios nobles que proclaman la ilegitimidad de JUANA no esgrimen enseguida el argumento de su bastardía; se limitan a poner en duda sus derechos a la corona; más tarde tan sólo, deseando reforzar su posición, emplearán este argumento.

Nace y es jurada como heredera Juana, hija primogénita de Enrique IV y de Juana de Portugal.


En la fecha, nace y es jurada como heredera JUANA, hija primogénita de ENRIQUE IV y de su segunda esposa JUANA de Portugal. Este nacimiento desplaza aún más, como heredera, a ISABEL de Castilla. Algunos dicen que ENRIQUE IV es impotente, pero parece que sólo lo ha sido en su relación con BLANCA -su primera esposa- y por causa de hechizo según se cree. De hecho ENRIQUE IV fue un rey mujeriego.

Gibraltar es capturada para los cristianos a los reyes de Granada por las tropas de JUAN ALONSO de Guzmán.


Gibraltar después de mil y una visicitudes, finalmente, en la fecha, día de San Bernardo -patrón del actual Gibraltar-, es capturada para los cristianos a los reyes de Granada por las tropas de JUAN ALONSO de Guzmán, primer duque de Medinasidonia, testigo del ahogamiento de su padre ENRIQUE en 1436. A partir de entonces, Gibraltar es repoblado y la roca es convertida en base naval de apoyo contra las flotas piratas del Mediterráneo y en las incursiones españolas en el norte de Africa. «Yabal al-Tariq» será pronunciada Gibraltar por sus nuevos señores castellanos. (El nombre de Gibraltar permanecerá cuando los británicos se apoderen de ella en 1713). ENRIQUE IV, rey de Castilla, ese mismo año, 1462, añade a sus títulos el de «rey de Gibraltar».

JUAN II de Navarra y Aragón, contraataca avivando la guerra civil en el reino castellano.


ENRIQUE IV, a quien el nombramiento de rey o señor de Catalunya le interesa sólo en la medida en que cree poder debilitar a su enemigo y al partido aragonesista activo en Castilla, no cuenta con la habilidad de JUAN II, que contraataca avivando la guerra civil en el reino castellano. Finalmente, convencidos ambos monarcas de la inutilidad de una estrategia que les perjudica mutuamente, se avienen a aceptar el arbitraje de LUIS XI de Francia, que dicta una sentencia (Bayona, 23 de abril de 1463). ENRIQUE IV renuncia a los reinos de Catalunya y Navarra y por lo tanto se aviene a abandonar a los catalanes y a devolver a JUAN II posiciones navarras ocupadas por sus tropas; JUAN II, por su parte, hará concesiones semejantes en Castilla. Para ENRIQUE IV lo que era una magnífica oportunidad se ha convertido en un fracaso total. Sólo ha servido para demostrar lo nefasto que puede resultar un gobierno regido por los deseos de una nobleza que no piensa más que en sus propios intereses.

Cada vez se delimitan más dos bandos. Uno a favor de la autoridad del rey y otro a favor del Consejo.


Como consecuencia de la experiencia anterior con Catalunya y Navarra, ENRIQUE IV pone al frente del gobierno a BELTRÁN de la Cueva y a Pedro GONZÁLEZ, ambos pertenecientes a la familia MENDOZA, máxima defensora del poder real. Mientras Pedro GONZÁLEZ se pone al frente del Consejo, el rey realiza un largo viaje por Andalucía y nombra general del ejército fronterizo a BELTRÁN de la Cueva. Estos cambios llevan consigo la clara delimitación de dos bandos cada vez más fuertemente enfrentados: los defensores de la autoridad del rey, al que el Consejo debe auxiliarle, y los que consideran que este último debe imponer sus deseos al rey. El mantenimiento de ambas posturas y el problema sucesorio llevarán a la guerra civil.

Se dispone una nueva boda entre el portugués Alfonso V el Africano y la infanta Isabel de Castilla.


En abril de 1464 ENRIQUE IV y ALFONSO V el Africano, de Portugal, refuerzan su alianza, que deberán asentar aún más con el matrimonio de este último y la infanta ISABEL. El apoyo portugués, que los Mendoza ven como un contrapeso al que JUAN II de Aragón puede prestar a los nobles, tiene como consecuencia la conjura de éstos por hacerse con las personas de los infantes ALFONSO e ISABEL de Castilla, alegando que desean defenderlos frente a JUANA, cuyos derechos sucesorios niegan, aunque no esgrimen aún el argumento de su bastardía, como harán más adelante. Tal como se esperaba, JUAN II de Navarra se adhiere a la postura del almirante Enríquez, su suegro, en defensa de los derechos de ALFONSO.

Documento en el que varios de los nobles de Burgos niegan la legitimidad de Juana la Beltraneja.


Lectura ante el rey ENRIQUE IV del contexto insolente del célebre documento en que varios de los nobles de Burgos protestan de la legitimidad de JUANA la Beltraneja y piden el destierro de BELTRÁN de la Cueva. En este documento se acusa en particular a ENRIQUE IV de entregar el Estado a su favorito BELTRÁN de la Cueva y se le conmina a desheredar a la infanta JUANA, hija presunta de este último. Hasta este momento, en Castilla habían transcurrido diez años, los del reinado de ENRIQUE IV, de paz y de justicia. A partir de este momento, los disturbios comienzan como consecuencia de desacuerdos políticos, pretensiones de la nobleza, disputas dinásticas, pero no hasta el punto de justificar una condena sin paliativos al reinado de ENRIQUE IV.

ENRIQUE IV, rey de Castilla, incapaz de reprimir la oposición de una fracción de la nobleza castellana.


ENRIQUE IV, rey de Castilla, incapaz de reprimir la oposición de una fracción de la nobleza castellana, tiene que aceptar las condiciones de los nobles: el 30 de noviembre deshereda a su hija JUANA (sin declararla ilegítima, no obstante) y reconoce a su (del rey) hermanastro ALFONSO como heredero del trono.

Varios nobles proclaman rey de Castilla al infante Alfonso de Ávila buscando la capitulación de Enrique.


Conjurados varios nobles con el arzobispo de Toledo, Alfonso Carrillo a la cabeza, para destronar al rey ENRIQUE IV de Castilla, se reúnen ante las murallas de Avila, donde colocan en un trono en burlesca ceremonia un monigote con los atributos reales, despojándole después de los mismos -«Farsa de Avila»-. A continuación proclaman rey a su hermanastro, el infante ALFONSO de Ávila, un niño de 11 años de edad. Prosigue luego, la campaña de desprestigio contra ENRIQUE IV, su vida privada, sus desengaños conyugales. La meta que se persigue es obligar al rey a capitular, a librar el Estado a los nobles. Todos los medios son buenos. ENRIQUE IV contemporiza, cree que puede discutir; en este juego va de concesión en concesión dilapidando la poca autoridad que le queda.