Se establece una tregua entre castellanos y portugueses en los enfrentamientos por el Algarbe y se empiezan negociaciones que continuarán cuando muera FERNANDO III y que concluirán durante el reinado de ALFONSO X.

El gran salto dado hacia el sur por portugueses, castellanos y aragoneses en la primera mitad del siglo XIII en la Península Ibérica, deja configuradas las fronteras inter-peninsulares de forma casi inamovible durante más de dos siglos y medio, aunque hay, eso sí, reclamaciones territoriales y cambios y rectificaciones. Los tres grandes reinos hispanos se encuentran casi de repente con la ingente labor de reordenar y poblar el territorio conquistado desde la batalla de Las Navas (1212). A repoblar estos territorios vienen gentes del norte de la Península e incluso de fuera de ella, como genoveses o francos, que cubren los huecos dejados en algunas zonas por la marcha de la población musulmana. En algunas zonas, sin embargo, los reyes permiten a la población musulmana seguir viviendo, pues esrna hábiles agricultores, artesanos y comerciantes. De ahí las importantes bolsas de población mudéjar que uqedarán en el sur y este de España hasta el siglo XVI. Los judíos, pocos pero influyentes, prefieren quedarse tras la conquista cristiana del Mediodía peninsular.

FERNANDO III crea un Cuerpo consultivo de doce letrados, origen del Consejo Real de Castilla; instituye jueces reales y gobernadores que representan su autoridad en las provincias y evita a todo trance la guerra con los demás príncipes cristianos.

FERNANDO III intenta llevar la guerra al norte de Africa, dos años y medio después de haber entrado en Sevilla, su gran objetivo reconquistador, pero en los preparativos -en la fecha- le sorprende la muerte. (Fernando III consideraba natural continuar la reconquista en tierras africanas). Muere devolviendo a Dios, según sus palabres, “el reino que me diste, con aquel aprovechamiento que yo en él pude hacer”. Será canonizado por Clemente X en 1671 y sus restos se veneran en la Capilla Real de la catedral de Sevilla. La Iglesia lo recuerda el día 30 de mayo. FERNANDO III de Castilla, que ha extendido la cultura cristiana hasta el Mediterráneo y el Atlántico, al conquistar Murcia y Cádiz, se llamaba a sí mismo “Rey de las tres religiones”. El epitafio de FERNANDO III el Santo se redacta en latín, árabe y hebreo. De su tolerancia dan cuenta sus propios enemigos: cien dignatarios musulmanes, enviados por el rey de Granada, asisten con cirios en sus manos a las exequias del rey cristiano que ha sido su enemigo incansable. De sus conquistas ha dicho FERNANDO III que son “no por nuestros merecimientos, sino por los de Cristo, cuyo caballero nos somos; y por los ruegos de Santa María, cuyo siervo nos somos”.

Al morir Fernando III, es proclamado rey de Castilla y León, su hijo ALFONSO X el Sabio (1252-1284) quien ya desde mucho antes ha colaborado con él en las tareas de gobierno, tomando parte activa en la lucha contra los musulmanes y habiendo incorporado a Castilla la taifa de Murcia. Pero cuando sube al trono a la muerte de su padre, ya ha dado también muestras de sus verdaderas limitaciones en el ámbito político. Su reinado será absolutamente desastroso.

Los primeros años de gobierno de ALFONSO X serán una aparente continuación de la labor de su padre. Ordena construir las atarazanas de Sevilla con el propósito de pasar a África. Sigue la lucha contra los musulmanes, que resisten en el reino de Niebla. Se conquista Lebrija, Morón y Tejada y se acalla la sublevación de Jerez, aunque todo ello se considera tan sólo con los flecos de una reconquista ya terminada.

ALFONSO X el Sabio, rey de la Corona de Castilla, muestra en sus primeros tiempos apetencias reivindicativas, que se traducen en pactos sellados con bodas, sobre territorios portugueses, franceses y navarros. La península ibérica había quedado dividida en cinco reinos cristianos (Portugal, León, Castilla, Navarra, Aragón y Catalunya) y uno musulmán, Granada. Este reino corresponde, aproximadamente, a las tres provincias de hoy: Granada, Almería y Málaga. Durante el resto de la Edad Media, casi tres siglos, hubo muchas guerras tanto civiles corno entre reinos, pero las fronteras permanecieron bastante estables.

ALFONSO III de Portugal se casa con BEATRIZ, la hija bastarda de ALFONSO X de Castilla.

La jefatura de la casa de Suabia recae, por impensado azar, en la viuda de Fernando III, BEATRIZ, hija de Felipe de Suabia, y en los hijos de ésta, que eran siete varones y tres hembras. BEATRIZ es la madre de ALFONSO X, lo que lleva a éste a convertirse en aspirante a la corona de Alemania, aunque allí la sucesión no es por herencia sino por elección. Con el trono imperial vacante, Europa es un hervidero de intrigas y pretendientes, cada cual con sus alianzas y sus cabildeos. La candidatura de ALFONSO X es apoyada por los franceses y por los gibelinos italianos. ALFONSO X, encaprichado con su imperio, se titula “por la Gracia de Dios rey de Romanos y emperador electo” y mantiene una rumbosa Cancillería Imperial regentada por italianos y una campaña electoral interminable cuyo principal cometido consiste en sobornar a los príncipes electores. Otro candidato será RICARDO de Cornualles.

La situación en Navarra después de la muerte de su rey Teobaldo I, induce a ALFONSO X de Castilla a alegar supuestos derechos al trono navarro. Ante esta situación, y debiendo ausentarse TEOBALDO II de Navarra -todavía menor de edad- para tomar posesión del condado de Champagne, su madre MARGARITA de Borbón, pide a JAIME I de Aragón que defienda a su hijo. JAIME I , valiente pero poco hábil en la diplomacia, reincide en un nuevo tratado similar al que había firmado años antes con Sancho VII. En efecto, se firma en Tudela, entre MARGARITA de Borbón y el infante ALFONSO, primogénito de JAIME I, un tratado para ayuda ofensiva y defensiva, visto que seguían vigentes las pretensiones expansionistas castellanas, protagonizadas ahora por ALFONSO X el Sabio, hijo y sucesor de Fernando III.