Tras participar en una campaña en León junto a ALFONSO VIII de Castilla, PEDRO II de Aragón convoca en setiembre de 1197, una curia regia en Daroca, donde jura los fueros y toma posesión oficial de sus reinos. Luego prosigue junto al rey castellano la campaña contra León y Navarra.

La atención del califa Abu Yusuf es reclamada por los asuntos africanos y por ello, ya que apoya a León en sus luchas con Castilla, concierta una tregua con ALFONSO VIII de Castilla que se prolongará por espacio de diez años. Con ello queda abierto el camino para que León y Castilla alcancen la paz.

ALFONSO VIII de Castilla sigue conservando el deseo de recuperar el País Vasco, en manos de Navarra. Por ello, se reúne, en la fecha, en Calatayud, con PEDRO II de Aragón y ambos reafirman su alianza y acuerdan su mutua colaboración en la lucha contra SANCHO VII el Fuerte de Navarra, repartiéndose los territorios que puedan conquistar en aquel reino, cuya parte oriental corresponderá a PEDRO II, mientras la occidental -que contiene el País Vasco- será para ALFONSO VIII.

Luego inician sus ataques. ALFONSO VIII ataca Navarra por el oeste mientras el rey aragonés PEDRO II inicia la ofensiva por la frontera opuesta.

Para evitar el doble ataque a que es sometido, SANCHO VII, rey de Navarra, pide una tregua al rey aragonés, PEDRO II, a quien ofrece la mano de su hermana. La tregua se acepta, pero la boda no podrá celebrarse ya que el papa la prohíbe por el grado de parentesco entre ambos novios, mediante bula de 11 de febrero de 1199. Con ello, el posible acuerdo entre Navarra y Aragón se viene abajo.

ALFONSO VIII, sin hacer caso de la tregua existente, y sin contar con la alianza de Aragón, decide, por su cuenta, resolver, de una vez por todas y en su favor, el largo pleito castellano-navarro acerca de Vasconia. No se da otra operación digna de este nombre que el asedio y conquista de Vitoria, que rendida al cabo de unos meses, es incorporada a Castilla junto con Guipúzcoa que lo hace por el camino del pacto. La intervención del señor de Vizcaya, DIEGO LÓPEZ de Haro, en esta guerra, es tan considerable que cuando la victoria se consuma, ALFONSO VIII le otorga el gobierno de Álava y Guipúzcoa. El rey castellano da por terminada su acción bélica contra Navarra. Sus actividades posteriores en aquella zona se encaminarán a repoblar con castellanos los territorios recien anexionados a su reino. Mientras todo esto ocurre, SANCHO VII el Fuerte se encuentra en al-Ándalus intentando conseguir ayuda económica de los almohades.

En el siglo XIII, el Reino de Castilla, en aras a poseer los puertos vascos del Cantábrico para poder dar salida a los productos de la meseta y poder comerciar de esta forma con Brujas (Flandes), aprovecha la debilidad política y económica del Reino de Navarra. Un reino, que no puede seguir expandiéndonse hacia el sur en la reconquista, al haber quedado encorsetado entre los reinos de Castilla y Aragón, y que del mismo modo, es incapaz de poner fin, a las guerras civiles entre fracciones banderizas que se disputan el control de las tres regiones vascongadas y de Navarra durante gran parte de la Edad Media. El Reino de Navarra, en su decadencia política y económica, es incapaz de poner orden en sus territorios, Castilla, viendo esta decadencia, se aprovecha de estas rivalidades apoyando según en qué región a uno u otro bando. Con unas contrapartidas políticas que conllevan la separación de estas regiones del Reino de Navarra y posterior pertenencia de éstas a Castilla.

El rey castellano ALFONSO VIII aprovecha que el rey navarro SANCHO VII el Fuerte se encuentra en África para invadir Álava y sitiar Vitoria. Como Guipúzcoa pertenece ya a Castilla, es necesario que Álava también forme parte de este reino, pues no hay forma alguna de llegar desde Castilla hasta Guipúzcoa por vía terrestre. También hay que tener en cuenta que no existe una conciencia nacional navarra o vasca que conlleve un sentimiento de unidad Navarra. Existe por el contrario, un fuerte arraigo del Señorío como entidad política de cada una de las regiones y una fuerte identidad alavesa, guipuzcoana y vizcaína. Por otro lado la unión a Castilla no resulta nada traumática desde el punto de vista lingüístico, cultural y social, dado que en la parte norte de Castilla se habla euskara. Guipúzkoa, como contrapartida por el apoyo castellano al bando que tiene la supremacía en el territorio, tuvo que aceptar como señor al rey de Castilla en el 1200.

La presencia judía en la Hispania cristiana, en especial durante los siglos XII y XIII, es altamente significativa, como lo es en el Califato de Córdoba, donde la tolerancia religiosa les permite florecer en el campo de las letras, la ciencia y la política. Los reinos cristianos del Alto Medievo, sobre todo Castilla y León, forman sociedades constituidas principalmente por nobles terratenientes y campesinos y ocupadas habitualmente en guerras civiles o de reconquista; la comunidad judía, con su alto nivel de cultura, sus conocimientos del mundo árabe y su habilidad comercial, resulta útil y beneficiosa. Los monarcas tienen poder directo sobre los judíos, a los que consideran sus siervos, y se hacen responsables de su seguridad a cambio de cuantiosos impuestos.

Un documento de esta fecha, afirma que ALFONSO VIII ejerce el mando en Castilla, Álava, Campezo, Marañón, Guipúzcoa y S.Sebastián.