El Papa LEON X, ante la actitud de rebeldía de LUTERO, pasado el término anunciado, promulga, en la fecha, la bula de excomunión “Decet Romanun Pontificem”. Con la condenación de LUTERO, por una parte, se ratifica la división religiosa de Alemania y, por otra, da el romano pontífice su fallo definitivo en el asunto de los innovadores. Esto será de gran trascendencia, pues unos y otros sabrán ya en adelante a qué deben atenerse.

El emperador CARLOS (V) de convicciones profundamente católicas, apenas publicada la bula pontificia contra LUTERO, hace quemar públicamente sus escritos en Lieja, Colonia y Maguncia y, en general, no puede dudarse que emprende inmediatamente una activa campaña contra la nueva herejía. De hecho, a Carlos V le urge la Iglesia católica que emprenda una acción decidida contra los protestantes, y desde luego a él ya le gustaría poderlo hacer, pero Francia reclama su atención, y continúa reclamándosela hasta el fin de su reinado. Cuando Francia afloja la presión por un momento, SÓLIMAN la incrementa.

Excomulgado LUTERO por el papa LEÓN X, conforme al antiguo derecho alemán, el Estado debe proceder, por su parte contra él. Y así se hace en la dieta que, en la fecha, se celebra en Worms. FEDERICO el Sabio de Sajonia suplica que se escuche a LUTERO en la dieta. El legado del papa LEÓN X es de la opinión que no debe ser escuchado en la dieta, pues su causa está ya juzgada por el papa. Así lo hace ver en un célebre discurso de tres horas el 13 de febrero. Sin embargo, la mayoría decide que se le admita, con el objeto de exigirle una retractación e interrogarle sobre diversos puntos. La dieta anual, por otra parte, es una excelente ocasión, para plantear oficialmente la cuestión de las innovaciones luteranas.

Se celebra una Dieta en Worms. En esta reunión FERNANDO, hermano de CARLOS, es nombrado regente del Imperio y elevado al rango de archiduque. El emperador CARLOS (V) cede las posesiones germánicas de los Habsburgo, entre las que se encuentran los archiducados y ducados que hoy forman Austria, herencia de su abuelo, el emperador MAXIMILIANO I, a su hermano pequeño FERNANDO, nacido y criado en España, que a la sazón tiene 18 años.

LUTERO es llamado a Worms, a la Dieta que se celebra en presencia del emperador CARLOS (V) y en la de seis príncipes Electores de Alemania, los días 17 y 18 de abril de 1521. Ante el teólogo dominico Juan Eck, Lutero no se retracta de sus tesis sobre la libertad humana en la interpretación de la Biblia y afirma: «Mantengo lo dicho, no puedo variar. Que Dios me ayude. Amén». Palabras que son reflejo de su actitud, aunque tal vez nunca las ha pronunciado. El veredicto del Emperador es una tajante condena. Cuatro de los seis príncipes Electores le apoyan. Sólo el del Palatinado y el de Sajonia se abstienen. Es el verdadero inicio de la “Reforma” protestante. LUTERO es declarado “fuera de la Ley”.

El 26 de abril abandona la ciudad de Worms apoyado en el salvaconducto imperial. Camino de Wittenberg, LUTERO es «secuestrado» por tropas del Elector Federico de Sajonia, que lo conducen al Castillo de Wartburg. Se trata de mantenerle a salvo de un atentado o de un golpe de mano, por lo que permanece allí con nombre falso, trabajando en sus proyectos de «reforma» de la Iglesia. Parece que esta protección es por razones políticas, por ambición y por rapiña, pues eso les da la oportunidad de expoliar iglesias y monasterios de sus riquezas. Numerosos frailes y monjas aprovechan también la ocasión para abandonar la vida religiosa.

Después de la dieta de Worms, CARLOS (V) entrega al nuncio una declaración escrita por la que se compromete a defender la religión de sus padres aun al precio de su sangre y vida y, después de la partida de LUTERO, publica el célebre “edicto de Worms” de 25 de mayo de 1521 en el cual se proscribe decididamente en todo el imperio a LUTERO y a sus secuaces y se ordena sean quemados sus escritos. Ninguna consecuencia embarazosa representa para el hereje este edicto ya que se encuentra a salvo en la fortaleza de Wartburg.

En los meses que LUTERO se encuentra en la fortaleza de Wartburg redacta o comienza a componer un buen número de obras importantes. Mas no es todo paz y tranquilidad. Una documentación abundante, particularmente algunos testimonios del mismo LUTERO, confirmará el hecho de que durante los meses transcurridos en aquella soledad es objeto de persistentes ansiedades y luchas interiores. Ya el 13 de julio escribe a MELANCHTON que “ardía en su carne y en la lujuria”, y añade luego: “No sé si Dios se ha apartado de mí”. Más aún: insiste en la idea de que el demonio lo persigue y que tiene que mantener duras batallas con él. Prescindiendo de la veracidad de estos hechos, ciertamente podemos admitir que, con ocasión de las largas horas que tiene que pasar LUTERO en aquella soledad, se renuevan sus preocupaciones y angustias interiores y tiene que sostener duras batallas contra ellas.

Otro asunto turba la tranquilidad de LUTERO en la fortaleza de Wartburg. En efecto llegan de Erfurt noticias de que algunos estudiantes de Wittembreg, apoyados por grupos del pueblo se han dedicado a saquear las casas de los canónigos y a cometer otros atropellos. La agitación se intensifica cada vez más con la tolerancia del príncipe elector, hasta el extremo de destruir las imágenes de la iglesia, eliminar la misa y excitar a los religiosos y religiosas a abandonar sus conventos y romper el celibato. Ante noticias tan alarmantes, según parece, sale LUTERO de incógnito de la Wartburg vestido de caballero, está ocho días en Wittemberg, se informa de todo lo ocurrido y procura aplacar los ánimos. Sin embargo tiene que ceder a gran parte de las exigencias de los agitadores. Así, pues, con la plena aprobación de LUTERO se elimina definitivamente la misa privada, la obligación de la confesión, los ayunos y aún el celibato de los clérigos. Más aún: se alienta a los monjes, religiosos, sacerdotes y religiosas para que, saliendo de los conventos, contraigan matrimonio. Luego vuelve a su retiro donde ecribe su “Exhortación leal a guardarse de la sedición”. Sin embargo este escrito no obtiene el resultado apetecido.

El joven FRANCISCO I, tan ambicioso como ensoberbecido por su victoria de Marignano y consciente de los peligros del cerco que para Francia representa el Imperio de CARLOS I, no permanece inactivo: Trata de provocar conflictos en los dominios imperiales, en los Países Bajos, en Gante, en Lieja; incita a la desobediencia a los vasallos del emperador, como el duque de Gueldres y Roberto de la Marck, y anima al rey de Navarra, Enrique de Albret, a extenderse hacia España. Los dos rivales buscan aliados: el más cortejado es el rey Enrique VIII de Inglaterra, marido de Catalina de Aragón, tía de CARLOS I.