REFERENCIAS DE LA BIBLIA

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El filósofo platónico romano CELSO escribe, por estas fechas, «Discurso verdadero», contra los cristianos. CELSO s


El filósofo platónico romano CELSO escribe, por estas fechas, «Discurso verdadero», contra los cristianos. CELSO se siente indignado por la creencia cristiana en la intervención divina en este mundo, en los milagros, en la resurrección de Cristo, en el infierno para los no creyentes, por la exigencia de una fe que considera irracional y por la incompatibilidad de su monoteismo con cualquier reconocimiento del culto pagano. De hecho, ataca frontalmente acusando a los cristianos de ateísmo. Resulta chocante esta acusación de ateísmo hacia los cristianos, pero para la mente romana, el rechazo de sus dioses oficiales y el de los dioses de otras religiones equivalen a negar la existencia de Dios. CELSO piensa que el cristianismo está triunfando gracias a la explotación de los incultos y las mujeres, no por el poder y coherencia intelectual de sus doctrinas o por la revolución moral de sus grandes exigencias éticas. Cree que un puñado de intelectuales deshonestamente intentan hacerla respetable mediante argumentaciones sofisticadas y recurriendo a la interpretación alegórica de pasajes oscuros de la Biblia.

La reacción contra el gnosticismo y el montanismo acelera la formación del canon del Nuevo Testamento.


La reacción contra el gnosticismo y el montanismo no sólo alienta el pensamiento sobre la doctrina cristiana, sino que también acelera la formación del canon del Nuevo Testamento, proceso que en lo fundamental, se completa hacia la fecha. La Biblia es en si misma insuficiente para articular de manera clara algunos puntos esenciales de la fe cristiana frente a las distorsiones heréticas. Pero la Iglesia del siglo II es muy consciente de ser la guardiana de una tradición sagrada de la cual las Escrituras son el principal componente, pero no el único. S.IRENEO, ya obispo de Lyon (189-202), escribe una «Refutación» insistiendo sobre la fe apostólica de la Iglesia en la unidad de la creación y la redención, y consecuentemente del Antiguo y el Nuevo Testamento, en el que Cristo como nuevo Adán, recupera a la humanidad perdida.

Las comunidades cristianas muestran su respeto por la virginidad y la castidad por el Reino.


Desde el principio, las comunidades cristianas mostraron su respeto por la elección de la virginidad y la castidad por el Reino. Esta opción se basaba en el ejemplo y la enseñanza de Jesús (Mt 19,12; 22,30) y de Pablo (1 Cor 7). Las agrupaciones de viudas de 1 Tim 5, las cuatro hijas de Felipe y las vírgenes que profetizan (Hch 21,8-9) serían los primeros indicios de una vida consagrada. Para los siglos II y III, los testimonios sobre hombres y mujeres que eligen el camino del ascetismo y la castidad son cada vez más numerosos. A la motivación cristiana -dejar todo por el Reino- se pueden añadir otras motivaciones. Algunos hombres han elegido la castidad por disgusto ante la inmoralidad del ambiente; para las mujeres, la virginidad puede ser una manera de liberarse de la sujeción social que supone el matrimonio, el punto de partida de una emancipación.

Las primera pinturas cristianas son datables de finales del s. II y aún entonces no son objeto de culto.


El uso de las imágenes aparece expresamente prohibido en la Biblia (Ex 20;4). Esta prohibición fue mantenida estrictamente por los primeros cristianos y, de hecho, las primera pinturas cristianas son datables de finales del s. II y aún entonces no son objeto de culto. (De hecho, el culto a las imágenes no parece ser anterior al s. IV e incluso el uso del crucifijo no se producirá hasta el siglo X)

En los primeros siglos, el Estado se presenta ante los cristianos como una realidad ambigua.


En los primeros siglos, el Estado se presenta ante los cristianos como una realidad ambigua. La corriente del Apocalipsis de Juan y de sus comentaristas ve en el Estado romano a Babilonia o a la Bestia, porque este Estado es idólatra y persigue a la Iglesia. Será entregado a la aniquilación como el coloso con pies de barro. Por otro lado, algunos cristianos, esperando un regreso inminente de Cristo (la parusía), se desinteresan por los asuntos del mundo. Sin embargo, siguiendo (Rom 13;1-7) y (1 Pe 2;13), los apologistas no cesan de proclamar su lealtad ya que consideran al emperador como divino, le obedecen, rezan por él y pagan los impuestos.

Apocalipsis de Pablo. Libro apócrifo


Apocalipsis de Pablo. Libro apócrifo escrito en griego entre el 240 y el 250, casi con toda seguridad en Egipto -lo que explicaría que lo conociera Orígenes-. No nos ha llegado el texto original pero sí una revisión del texto griego realizada a finales del s. IV. Supuestamente intenta narrar las visiones de Pablo de las que se nos hace referencia en 2 Corintios 12,2. En la descripción de los condenados en el infierno se incluye a diversos miembros del clero y también se habla de la mitigación de las penas del mismo en domingo. Ambos aspectos serán recogidos por distintos autores medievales como Dante.

El griego es también la primera lengua de la Iglesia.


El griego es también la primera lengua de la Iglesia. Los cristianos utilizan la versión griega de la Biblia, llamada de los Setenta. El Nuevo Testamento ha sido escrito en griego, así como las obras cristianas v los textos litúrgicos, incluso en Roma, hasta el siglo III. Por otra parte, el latín será utilizado en la Iglesia como lengua habitual, primero en África, desde finales del siglo II, después en Roma y a continuación en todo el occidente cristiano a lo largo del siglo III.

En el siglo III las diaconisas están atestiguadas de una forma clara en Siria.


Según el NT, algunas mujeres siguen a Jesús (Lc 8;1-3) y después participan en el anuncio del Evangelio y en la profecía (Rom 16;1-3) (Flp 4;2-3) (1Cor 11;4-5) ( Hech 21;9). Pero es difícil encontrar paralelos exactos con los ministerios masculinos: epíscopo, obispo, presbítero, diacono. Las reticencias con respecto al papel activo de las mujeres en las asambleas son importantes (1 Cor 14;34) ( 1Tim 2;11-14). Aparece un «orden de las viudas» en las comunidades (1Tim 5;3-16). Se dedicaba a la oración y a diversos servicios entre las mujeres, como la visita a las enfermas. Sin embargo, en el siglo III las diaconisas están atestiguadas de una forma clara en Siria. Son el equivalente de los diáconos en el ministerio entre las mujeres y reciben la imposición de manos. En cuanto a las «vírgenes» que a menudo constituyen un grupo distinto en la comunidad, no se puede hablar en sentido estricto de un ministerio, aunque aparece una cierta convergencia entre la función de las viudas, las diaconisas y las vírgenes.