El 31 de octubre Windischgratz -reaccionario- bombardea Viena hasta reducirla a la sumisión, al tiempo que Radetzky pone fin a la revuelta en Italia.

JUAN de Austria no consigue formar un gobierno en el recientemente creado Parlamento alemán por lo que dimite.

Windischgratz, jefe de gobierno austríaco, dirigente reaccionario, ante las revoluciones de 1848 comprende la necesidad de un nuevo y joven emperador, pues FERNANDO I se ha comprometido irreversiblemente a causa de su vinculación con el odiado METTERNICH que ha huido. FERNANDO I es obligado a abdicar en su hermano Francisco Carlos. Pero al renunciar éste a la corona, su ambiciosa esposa Sofía de Baviera logra que el primero de sus hijos varones, Francisco José, sea coronado al cumplir dieciocho años como FRANCISCO JOSÉ I (1848-1916). En su diario FERNANDO I escribe: «El asunto acabó con el nuevo Emperador arrodillado ante su viejo emperador y Señor, debo decir, yo, pidiéndole su bendición, la cual di, poniendo ambas manos sobre su cabeza y haciendo el signo de la Santa Cruz… entonces lo abracé y besé a nuestro nuevo Señor».

Durante los primeros años del reinado de FRANCISCO JOSÉ I, la idea dominante será la centralización: gobierno del Imperio mediante el lenguaje alemán y la eficiencia alemana. La vida en la corte de Viena es muy brillante, animada por los bailes en que se interpretan los valses de Johann Strauss. Pero FRANCISCO JOSÉ I no es músico y prefiere los desfiles militares. También le gusta irse a descansar a casa de una actriz del Burgtheater, Katharina Schratt, con la que comparte los sencillos placeres de la vida burguesa. La centralización germánica será enojosa para las nacionalidades no germánicas, y especialmente para los magiares.

San Marino acoge temporalmente en el Monte Titano, a mediados del siglo XIX, al unionista José Garibaldi -francmasón-, perseguido por las tropas austriacas.

El médico húngaro Ignaz Philipp Semmelweiss trata de obligar en 1847 a los médicos de un hospital austríaco que dirige, a lavarse las manos con productos químicos fuertes antes de atender los partos. La tasa de mortalidad puerperal cae como resultado de esa medida. Pero a los médicos no les agrada lavarse las manos, y tomando como pretexto la rebelión húngara, repudian -un tiempo después- al húngaro que les atormenta. La tasa de mortalidad vuelve a aumentar, pero nadie parece otorgarle importancia.

Tras la represión de que es objeto en 1849, Hungría continúa inquieta. Austria tiene motivos para sentirse preocupada por un nuevo levantamiento húngaro, coincidiendo con un momento en que sus fuerzas armadas están ocupadas en otra parte. Un ejército austríaco al mando de Windischgratz invade ese país el 5 de enero de 1849 y toma Budapest fácilmente, reduciendo a Hungría  a una mera provincia austríaca. Pero Kossuth proclama una «República húngara» en la parte oriental y esto, al menos, brinda una oportunidad a Nicolás I de Rusia.

Cerdeña trata de aprovechar el intervalo para obtener ayuda de los franceses, pero éstos están ocupados en reprimir los desórdenes que han seguido al levantamiento de 1848. Sin embargo, la presión liberal obliga a Carlos Alberto de Cerdeña a luchar de nuevo, aun sin ayuda francesa, y el 23 de marzo de 1849, Radetzky le derrota, más decisivamente todavía, en la batalla de Novara, en Lombardía occidental. Carlos Alberto se ve forzado a abdicar en su hijo, quien reinará como Víctor Manuel II.

El Parlamento alemán, ante la dimisión de JUAN de Austria y la no aceptación por parte de Austria del proyecto de Constitución presentado en octubre pasado, decide la creación de la «Pequeña Alemania», dejando al margen a Austria y ofreciendo la corona a FEDERICO GUILLERMO IV de Prusia, pero el rey no acepta el poder que le ofrece una institución revolucionaria. Tras la retirada de austriacos y prusianos, el disminuido Parlamento se traslada a Stuttgart, donde es disuelto el 16 de junio. Termina así el sueño de una Alemania unida sobre la base de la voluntad popular; se mantiene por el contrario, la rivalidad austro-prusiana, que llevará a los alemanes al enfrentamiento en el campo de la economía del pensamiento y de las armas. La irrupción en toda Europa de las clases populares pidiendo no sólo cambios políticos, sino, sobre todo, cambios económicos y sociales, ha asustado a la burguesía alemana que renuncia a hacer su revolución política para asegurar su poder económico.

Con ocasión de las revoluciones de 1848, NICOLÁS I de Rusia, que durante todo su reinado permanece fiel al espíritu de la Santa Alianza, presiona sobre los soberanos europeos para que mantengan su intransigencia, llegando incluso a prestar su ejército al emperador de Austria para aplastar la sublevación húngara, lo que le valdrá el mote de «el gendarme de Europa». Así, el emperador de Austria, FRANCISCO JOSÉ I, sólo aliándose con el zar ruso puede ahogar en sangre la heroica guerra de independencia húngara que dura un año. El 13 de agosto de 1849 las tropas húngaras deponen las armas en Világos, tras unos días de combate. No obstante, cuantos esfuerzos harán los Habsburgo por centralizar y germanizar el país se estrellarán contra el nacionalismo húngaro.