Los sucesos de mayo en Catalunya protagonizados por los enfrentamientos entre comunistas y anarquistas, unidos a problemas anteriores, provocan el cese del jefe del Gobierno republicano, Francisco LARGO CABALLERO, que no quiere actuar contra los anarquistas, a los que se culpa de los conflictos de Barcelona. La figura de LARGO CABALLERO ha sufrido un progresivo deterioro y es objeto de críticas por su forma de conducir la guerra. El descontento con su actuación se da tanto en la mayoría de los republicanos en general como en muchos de sus compañeros socialistas. Una vez perdida la confianza, al jefe del Gobierno no le queda otra alternativa que la salida del cargo, presentando su dimisión el 14 de mayo.

En España, el socialista Juan NEGRÍN, que goza del apoyo de los comunistas, es el nuevo presidente del Gobierno, cuyos objetivos primordiales son fortalecer al ejército y al Gobierno central para conseguir la victoria en la guerra. Los anarquistas ya no intervienen en el Ejecutivo. La República asume las Consejerías de Gobernación y Defensa de la Generalitat de Catalunya. Juan NEGRÍN forma el XXV Gobierno de la República (17/5/1937-5/4/1938)

Eugenio d’Ors es sorprendido residiendo en París por la Guerra Civil española. Allí permanece acongojado por el conflicto -sus tres hijos se alinean con el ejército de Franco— que asola España. A mediados de 1937 se traslada a Pamplona, allí reanuda su Glosario en el diario Arriba España, y comienza a colaborar en la reorganización de las instituciones culturales del bando nacional.

Los requetés vascos, al grito de «por Dios y por España», entran vencedores en Bilbao -capital de la efímera república de Euskadi- y ponen fin al primer Gobierno de Euskadi que se instalará en Barcelona en el mes de agosto. De nada ha servido su Cinturón de hierro. Y, sin embargo, estos dos patriotismos enfrentan a colectivos sociales que comparten una misma concepción religiosa del mundo y un mismo orden de valores. Proceden de la misma tradición antiliberal e integrista. La diferencia se reduce al marco de aplicación.

Perdido su territorio y con él su autogobierno, ¿cuál será la actitud de los nacionalistas: continuar la guerra fuera de Euskadi o rendirse al enemigo? En gran medida se cumple el vaticinio del presidente AZAÑA de que, al caer Bilbao, los nacionalistas arrojarían las armas, porque no se baten «por la causa de la República ni por la causa de España, a la que aborrecen, sino por su autonomía y semiindependencia». En efecto, en Bilbao y Baracaldo se entregan varios batallones nacionalistas tras liberar a los presos derechistas y evitar la voladura de Altos Hornos de Vizcaya y otras grandes fábricas (ordenada por el ministro PRIETO), que pasan a manos del Estado franquista y sirven a su economía de guerra.

La Iglesia española, que mayoritariamente ha mantenido una actitud contraria a la República, da soporte al bando insurrecto desde el principio de la Guerra Civil. Pero hay algunas excepciones importantes, como la gran mayoría de la Iglesia vasca y un sector de la catalana, encabezado por el cardenal Vidal i Barraquer. La violencia anticlerical, que se desarrolla en la zona republicana durante los primeros meses de la guerra, hacen que la Iglesia acentúe su postura favorable a los insurrectos.

Durante el mes de julio los republicanos se proponen atacar y romper las líneas franquistas que rodean Madrid por el Jarama, Usera y Brunete. El día 6 los republicanos inician la batalla por sorpresa, tras un ataque de distracción en Usera, y consiguen apoderarse de Brunete. Rápidamente el mando franquista ordena el envío de refuerzos a la zona: varias divisiones, 31 batallones y artillería pesada. También es enviada la Legión Cóndor alemana. Ofensiva que tiene lugar del 6 al 15 de julio.

El Gobierno de Euzkadi con AGUIRRE como presidente, fija su sede en Barcelona.

Como respuesta y ante la imposibilidad de auxiliar a aquel aislado territorio, el coronel Rojo planea una compleja operación ofensiva, cuyo objetivo es la ciudad de Zaragoza, importante centro logístico y nudo de comunicaciones de la vanguardia enemiga. Así, los republicanos lanzan una gran operación en el frente de Aragón, llevada a cabo por el general Sebastián Pozas al mando del ejército catalán, encaminada a distraer a los franquistas de sus avances en el Norte.

La ofensiva republicana comienza en ocho puntos, uno de los más atacados es el de Belchite, en poder de los nacionales desde el principio de la contienda civil. Ochenta mil soldados mandados por el general Pozas rodean el pueblo, defendido por unos dos mil, a las órdenes del coronel San Martín. La tardanza en atacar y las indecisiones del Ejército republicano permiten la llegada desde Zaragoza de enormes contingentes de tropas del bando nacional, entre ellos el tercio Almogávares, el de Montserrat, la Legión Cóndor y la Legión Italiana. Las casas, iglesias, parideras, etcétera de este pueblo de la estepa del Ebro desaparerán bajo los escombros. Los republicanos tomarán la ciudad tras veinte días de encarnizados combates que costarán la vida de varios miles de personas (los historiadores los cifran entre dos mil y diez mil) y dejan numerosos heridos. La ofensiva republicana será rechazada definitivamente el 3 de septiembre.