FELIPE V promulga el Decreto de Nueva Planta para el Principado de Catalunya sometido a la aprobación del Consejo de Castilla, por el que se reorganiza de un modo total el régimen político y jurídico del Principado, anulando los fueros catalanes y pasando la máxima autoridad al Capitán General asistido por la Real Audiencia. (Queda abolido -en consecuencia- el cargo de lloctinent o virrey). El llamado Decreto de Nueva Planta sustituye el sistema anterior en Catalunya por otro donde la autoridad real es omnímoda. Al frente de los municipios se pone a regidores vitalicios designados por la Corona, normalmente nobles, terminando con la participación de mercaderes, artistas (profesionales liberales) y menestrales (artesanos y tenderos), elegidos por insaculación periódicamente. En cambio se mantiene el régimen señorial en la mayor parte del territorio. El sistema anterior no era democrático según las pautas presentes, pero el divorcio entre las clases populares y las instituciones políticas se hará mucho mayor a partir de 1714.

Los decretos de Nueva planta, promulgados por Felipe V, tenían como modelo las instituciones castellanas y obedecían a la cultura política francesa de construir un Estado fuertemente centralizado y lograr la unidad de la Corona. El monarca suprimió el régimen político-administrativo de los tres reinos y del principado (Aragón, Valencia, Mallorca y Catalunya) y lo sustituyó por instituciones castellanas pero también por otras indianas (capitán general, audiencia) y aragonesas (intendente). De ahí que no pueda hablarse de imposición de Castilla, sino del aparato centralista del Estado, controlado por los franceses. Es más, un hecho evidente es que Aragón siguió existiendo como tal y en modo alguno se forzó su fusión con Castilla.

El Reino de Cerdeña, es el nombre dado a las posesiones de la casa de Saboya en 1720, cuando la isla de Cerdeña le es obsequiada al rey Victor Amadeo II para compensar la pérdida de Sicilia a manos del Imperio austríaco. Aparte de Cerdeña, el reino incluye Saboya, Piamonte y Niza; tras el Congreso de Viena en 1815 será incluida Liguria, con su ciudad capital: Génova. Oficialmente su nombre completo es:Reino de Cerdeña, Chipre y Jerusalén, Ducado de Saboya y Montferrat, Principado de Piamonte.

Catalunya sigue con su legislación civil propia y en cuanto a la política, se establece una expresamente para el Principado, modificándose especialmente para Catalunya el estado de derecho, como lo expresaba gráficamente la manera de encabezar los soberanos los documentos, usando, no la denominación de Rey de España, sino la de cada una de las antiguas nacionalidades, como así también en su proclamación, al ser levantados los estandartes de Barcelona, se dió el grito de Castella y Catalunya pel rei Ferran VI, reconociéndose así la existencia legal de la nación catalana.

Agradecido el rey CARLOS III a los catalanes por sus manifestaciones afectuosas, condona a todo el Principado, antes de abandonar Catalunya para dirigirse hacia Madrid, las cantidades que se debían por razón del catastro creado por FELIPE V, hasta el 31/12/1759, manifestándoles, además, que “se reservaba S.M. hacer, con mayor conocimiento, que experimentara el benemérito Principado los mayores efectos de su Real Munificencia”. Las aclamaciones del pueblo catalán acompañaron al rey hasta la salida de Catalunya.

FERNANDO (futuro Fernando VII) es jurado heredero en las Cortes en Madrid a poco de ocupar su padre -CARLOS IV- el trono. A este acto acude la representación catalana como Diputación del Principado de Catalunya, reminiscencia de la abolida Generalitat. La juventud de FERNANDO transcurre en la poco edificante corte de aquellos tiempos, dominada por Manuel GODOY.

La continua llegada de refugiados franceses que huyen de la revolución, crea serios problemas a Catalunya. El Capitán General, conde de LACY, se preocupa de la distribución de los refugiados por todo el territorio del Principado, para evitar excesivas aglomeraciones; no obstante, gran parte de ellos se concentran en Barcelona, ocupando todos los hostales y pensiones. Vienen muchos personajes importantes, pero también muchos comerciantes, artesanos, técnicos y hasta obreros, que buscan trabajo, ya sea de su profesión o de otras improvisadas. A pesar de que esto supone un problema de competitividad con los trabajadores autóctonos, las noticias alarmantes que van llegando sobre la situación en Francia influyen para despertar un gran movimiento de simpatía hacia los refugiados.

Los afrancesados catalanes, entre los cuales destacan las figuras de Tomàs Puig, Antoni Ferrater y Juan Madinaveytia, han apoyado a las autoridades francesas cuando éstas han ocupado militarmente el territorio del Principado. Los afrancesados ideológicos lo son por convicción. Muy influidos por las ideas de renovación de la Ilustración, creen que las reformas que introduciría la Francia de Napoleón beneficiaría al conjunto del país. Otros catalanes, sobre todo los funcionarios, colaboran a la fuerza con los franceses, puesto que tienen miedo de las represalias. Un tercer grupo de afrancesados lo representaban los “caragirats”, hombres sin escrúpulos que se ponen al servicio del francés por dinero. El “caragirat” más famoso de la Guerra del Francés será el traginer de la Fraga Josep Pujol, por mote Boquica.

En Catalunya, las partidas de hombres armados, denominados guerrilleros, y el sometent de las villas rurales logran un protagonismo especial en la lucha contra los invasores, que nunca tendrán un control absoluto del Principado, especialmente de los caminos. Los guerrilleros atacan los transportes e interceptan las comunicaciones, debilitando la capacidad de actuación de los franceses, que deben destinar un elevado número de soldados a las guarniciones y a la protección de los convoyes. En Esparraguera, el 14 de junio, los franceses dirigidos por el general Chabran, son detenidos por una mezcla de mercenarios suizos, guardias valones, militares españoles que han huído de la guarnición de Barcelona y somatenes de Manresa, Igualada y otras poblaciones vecinas. También de manera similar sucede en el Ordal, con una columna que se dirige a Tarragona. Pero el ejército francés es mucho más fuerte y conseguirá afianzarse en las ciudades y pueblos más importantes. Las milicias catalanas contribuyen tanto, por lo menos, como el ejército regular, a la defensa de Catalunya.

El cuartel general de los catalanes está establecido en Vilafranca. La Junta ha ordenado (9/1808) que todos los tercios del Principado asedien Barcelona que sigue sometida a los franceses. Así se hace y el general Duhesme queda cerrado materialmente dentro de la ciudad. Parte de las fuerzas que han llegado a la Península con el emperador, bajan hacia Barcelona. Vencen en Roses, Llinàs, Valls y, en la fecha, vencen a las tropas castellanas y catalanas en la línea del Llobregat dispersándolas con notables pérdidas.