Estados Unidos dan a conocer enérgicamente su desagrado ante la absorción de Indochina por el expansionista Imperio japonés. El 26 de septiembre de 1940, los Estados Unidos establecen el embargo de las exportaciones de acero al Japón, y al día siguiente este país se unirá a Alemania e Italia en una alianza tripartita.

Después de firmar, en la fecha, el pacto tripartito con el III Reich y con Japón, Italia declara la guerra a las potencias occidentales. La falta de preparación militar y la impopularidad del conflicto convertirán la situación bélica en un desastre nacional.

EEl día 27 de septiembre de 1940 tiene lugar en la Cancillería de Berlín, y presidida por Adolf HITLER, la firma denominada Pacto Tripartito que une los intereses políticos, militares y económicos de Alemania, Italia y el Imperio japonés. En el plano técnico se trata de hecho de un desarrollo del tratado Antikomintern -dirigido contra un posible expansionismo soviético- que el Reich había promovido en noviembre de 1935. En 1940, la situación ha dado un giro en beneficio de las potencias totalitarias y todo hace pensar en la viabilidad y efectividad de este nuevo acuerdo, que sirve para sellar de forma visible unas connivencias ya manifestadas bajo todas las formas posibles con anterioridad. Por este Pacto, Japón reconoce el liderazgo de Alemania e Italia en Europa y las dos potencias fascistas aceptan la hegemonía nipona en Asia. Además, y aquí está la clave del pacto, los tres firmantes prometen emplear cualquier medio político, económico o militar para ayudarse en caso de ser atacados por cualquier potencia no involucrada, en la guerra europea o en el conflicto chino-japonés. El pacto va dirigido evidentemente contra EEUU. y, también, contra la U.R.S.S. En este año y en el siguiente, se adherirán Hungría,  Rumanía, Eslovaquia, Bulgaria, Yugoslavia y Croacia.

A partir del momento de la firma del Pacto Tripartito -Alemania, Italia y Japón-, Hitler y Mussolini tratan de incluir en el pacto a sus homólogos del continente, Pétain y FRANCO en primer lugar. Sin embargo, el resultado de las conversaciones mantenidas en este sentido no resultará positivo. El general español presentará en la conferencia de Hendaya una serie de condiciones inaceptables al tiempo que muestra la imagen de un país exhausto y desangrado después de tres años de enfrentamiento civil. Por su parte, el mariscal francés solicita de su sometido pueblo la colaboración con el ocupante, pero no se decidirá a firmar el tratado. La Unión Soviética, asimismo presionada para que entre a formar parte del acuerdo, mantendrá una actitud negativa no explícita pero reveladora de sus temores con respecto a los futuros efectos del mismo.

Mientras tanto, Alemania ha dispuesto barcazas en los puertos del norte de Francia y en los Países Bajos, destinadas a transportar a un ejército invasor hasta Gran Bretaña el 27 de septiembre. Pero los aviones británicos destruyen la mayor parte de las embarcaciones, y a fines de septiembre está claro que el bombardeo aéreo de Gran Bretaña no ha alcanzado sus propósitos, y que no habrá invasión.

Finalmente, cansado de esperar e impresionado por las bajas (desde el 10 de julio de 1940 hasta octubre del mismo año, 1.733 aviones según cifras alemanas y 2.698 según fuentes británicas) HITLER decide cancelar la operación «León Marino» en la llamada «Batalla de Inglaterra», y ordena comenzar con un nuevo tipo de incursión aérea: el bombardeo nocturno indiscriminado aprovechando la oscuridad de la noche para evitar lo máximo posiba los cazas británicos y sus sistemas antiaéreos. En cierto modo, aquella es la forma inconfesa de aceptar la victoria británica y la primera derrota de la hasta entonces todopoderosa Luftwaffe.

Se producen las deportaciones de los «no alemanes» de Alsacia-Lorena, el Sarre y Baden.

Los acuerdos de paz que siguieron a la Gran Guerra, asignaron Transilvania a Rumania. Pero en esta región siguen viviendo unos dos millones de pesonas de raza magiar (los sículos). El gobierno de Budapest sabe muy bien que los sículos quieren seguir siendo húngaros y, por esto, en el verano de 1940, han tratado de persuadir a los rumanos de que les devuelvan la provincia. La diplomacia no sirve y parece que las dos naciones van a entrar en guerra. Esto no es del agrado del Hitler, que no desea que sus accesos a los vitales yacimientos petroliferos de Rumania se vean amenazados por un conflicto. Las potencias del Eje se ofrecen para mediar y parece que se ha alcanzado un compromiso: Rumania retendrá el oeste de Transilvania, mientras que la zona ocupada por los sículos volverá al dominio húngaro.

Lamentablemente para los rumanos, esto significa que dos millones de ellos se encontrarán ahora bajo el gobierno húngaro. El resentimieno rumano lleva a su primer ministro, el general Ion Antonescu, a forzar a la abdicación al rey Carol II y sustituirlo por su hijo, el príncipel Miguel. A continuación, Antonescu pide ayuda militar a Alemania: Hider se siente muy feliz de enviar tropas, que empiezan a llegar en octubre de 1940. Mussolini, irritado porque Hitler no le ha hablado de la ocupación de Rumania, decide demostrar su importancia invadiendo Grecia. Sus generales -y no por primera vez- se mostrarán horrorizados; lo mismo le ocurrirá a Hitler cuando se entere del plan.

HITLER viaja a Italia para intentar que Mussolini renuncie a la invasión de Grecia. Previamente se encuentra con FRANCO. El encuentro de FRANCO y ADOLF HITLER tiene lugar, el 23 de octubre, en la estación ferroviaria de Hendaya. Durante la entrevista, HITLER pide aclaraciones a FRANCO sobre la participación de España en el conflicto bélico y FRANCO expone sus pretensiones imperialistas en África al tiempo que presenta una catastrófica situación económica del país para eludir el compromiso con Alemania. Las conversaciones concluyen sin que ambos dictadores alcancen una resolución concreta. El encuentro en Hendaya es el centro de interés de la prensa de la dictadura y está rodeado de gran expectación. A FRANCO le ha acompañado en la entrevista, Serrano el nuevo ministro de Asuntos Exteriores de España.