Ya desde el primer momento del bombardeo sobre Barcelona, García Lacalle, jefe de la escuadra de caza por aquel entonces, solicita el envío urgente de cazas I-16, siéndole negados estos por el mando que alega la crítica situación del frente, carente de suficiente aviación. La situación de la moral de la población es muy mala, ya el segundo día de los bombardeos. Miles de personas toman el camino de la huída al campo. Casi todas las tiendas cierran y las carreteras de salida de Barcelona se llenan de gente que escapa llevándose todo tipo de enseres. La ofensiva de Aragón esté en pleno apogeo. Los franquistas han conquistado siete mil kilómetros cuadrados de terreno, ocupando las poblaciones de Alcañiz, Caspe, Calanda, Alcoriza y Montalbán, continuando con su imparable avance. En esas condiciones Barcelona queda indefensa y los aviones enemigos pueden efectuar sus servicios con total impunidad.

En mayo de 1938 se reanudan los bombardeos de la Aviazione Legionaria sobre Barcelona y su provincia, Valencia y Alicante. Aunque Gran Bretaña protesta ante Alemania e Italia por estas matanzas de población civil, estas últimas potencias se sienten demasiado fuertes como para siquiera prestarles atención y los raids continuan hasta el final de la guerra.

Durísimo bombardeo aéreo contra Barcelona.

Concentración en Barcelona de los interbrigadistas antes de abandonar nuestro suelo. La capital catalana sufre, por otra parte, un nuevo y grave bombardeo.

El 28 de octubre de 1938 desfilan las Brigadas Internacionales en Barcelona, a las que la población despide con todo su agradecimiento y a quien Dolores Ibárruri, Pasionaria, dedica un emotivo discurso de despedida.

Los nacionales, en un fulgurante avance desde Lleida conquistan Tarragona menos de un mes después de haber iniciado la ofensiva.

La entrada del ejército franquista en Barcelona, el 26 de enero de 1939, supone la implantación de un régimen especial de ocupación, muestra evidente de la importancia política que la dictadura otorga a esta conquista. El régimen especial se prolongará hasta el 1 de agosto de este mismo año, con la creación de unos «Servicios de ocupación de Barcelona», dirigidos por el general de brigada Eliseo Álvarez Arenas. Supondrá, sobre todo, un intenso trabajo represivo de prohibición de todo lo que pueda recordar la Catalunya autónoma y el catalanismo, ya sean equipamientos culturales o monumentales, inspirado por el ministro Serrano Suñer. Una de les dedicaciones preferentes es la prohibición de la lengua catalana en todo tipo de usos, incluso en la correspondencia privada. Se inunda Catalunya de carteles con textos como: «Si eres español, habla español» o «Si eres español, habla el idioma del Imperio». Al mismo tiempo, se inicia un interés constante por construir monumentos a los caídos del ejército franquista. Catalunya puede darse por tomada, y empieza un éxodo de centenares de miles de refugiados hacia la frontera francesa.

Para muchos de los españoles afectos al Frente popular la caída de Catalunya a principios de 1939, significa simplemente el final de la Guerra Civil y el ya inmediato reconocimiento de FRANCO por parte de Francia y Gran Bretaña parece ratificar esta impresión. En realidad, la conciencia de que se ha llegado a esa situación está ya totalmente generalizada aunque la reacción de las autoridades militares y políticas republicanas respecto de ella sea muy diferente, como testimonio de la desintegración a la que se está asistiendo.

Gran desfile militar (100.000 hombres) de las fuerzas franquistas en Barcelona. La ocupación de Catalunya comporta el hundimiento de la República.

El 4 de marzo, desde Cartagena, el almirante Buiza y buena parte de los mandos republicanos que quieren poner término a cualquier precio a la guerra, dan tan sólo tres días a NEGRÍN para que se rinda y abandone el Gobierno. Así, la conspiración contra el Gobierno es iniciada por elementos republicanos, pero su divisa (Por España y la paz) pronto es sustituida por gritos a favor de FRANCO de quienes quieren aprovechar la ocasión -entre ellos el coronel Armentia- para cambiar de bando. Por un momento, las baterías de la costa son franquistas y la flota republicana. Para acabar de complicar la situación, en cuanto se tiene noticias de lo que sucede, FRANCO dispone la realización de un desembarco en Cartagena o cerca de ella. Se toman las disposiciones para ello de manera algo precipitada (por ejemplo, no formando convoy y enviando los buques de transporte sin escolta y algunos hasta sin radio), embarcando a las fuerzas en Castellón.