Fallece en Wels, en la fecha, MAXIMILIANO I, emperador del SIRG, abuelo paterno de CARLOS I. Sus restos reposarán en la capilla de San Jorge de Wiener Neustadt.

También se presenta para optar al título de Emperador del Sacro Imperio, ENRIQUE VIII de Inglaterra empujado por el cardenal Wolsey que sueña con llegar a ser papa.

Para acelerar la elección de emperador después de que haya fallecido MAXIMILIANO I, las tropas de la poderosa liga de Suabia, mandadas por el caballero Franz von Sickingen, marchan sobre Francfort, sede de las deliberaciones, amenazando con apoderarse de la ciudad.

El joven CARLOS despliega una intensa batalla diplomática, dirigida por su tía Margarita de Austria, que sigue como Gobernadora de los Países Bajos, y compra las voluntades de los siete “Príncipes Electores”, comité de notables que, desde 1354, tiene encomendada la misión de la elección del emperador, de acuerdo con la “Bula de Oro” del emperador Carlos IV. Es necesario emplear 850.000 florines de oro, “Guldens”, en sobornos y hacer varias promesas en diferentes cortes europeas. Una de ellas es la posible cesión a Francia del, recientemente incorporado a la Corona de Castilla, Reino de Navarra. De la exorbitante cifra, prestada por los banqueros italianos, 543.000 florines lo son por el banquero Jacobo Fugger.

Estando CARLOS I en Barcelona, se celebra, en la fecha, un imponente funeral por el abuelo del rey emperador del SIRG, MAXIMILIANO I, con una larga procesión a la que asisten las máximas autoridades y la mayoría de los embajadores. El caballo del rey, en el ofertorio, llega hasta delante del túmulo, en el que se ha puesto una estatua yacente del emperador, pasando por el coro de la seo, con una silla de acero y llevando los símbolos del imperio. Barcelona tiene entonces unos 32.000 habitantes.

La Casa de Habsburgo lleva casi un siglo al frente del Sacro Imperio Romano Germánico, desde la elección de Federico III en 1440, pero su hijo Maximiliano I nunca ha sido coronado por el Papa como emperador y, por tanto, la sucesión de CARLOS puede ser abiertamente cuestionada. Para CARLOS I y su equipo flamenco se convierte en objetivo prioritario hacerse con la sucesión del Imperio. FRANCISCO I de Francia, alarmado por el peligro que esto puede suponer para una Francia rodeada por naciones en poder de Carlos, también opta a la sucesión. Por su parte el Papa LEÓN X, que teme la concentración de poder en el flamenco-español, heredero de los reinos italianos de su abuelo materno, decide oponerse a las pretensiones de CARLOS.

El Papa LEÓN X -que apoya a FRANCISCO I de Valois- cede y al fin el 22 de junio de 1519, en Frankfurt, en la Iglesia de San Bartolomé, CARLOS elegido como candidato a emperador del SIRG por el arzobispo de Maguncia.

En un debate público, que tiene lugar en Leipzig durante los meses de junio y julio, entre Juan ECK, de la Universidad de Ingolstadt, contrario a LUTERO y KARLSTADT, seguidor de LUTERO, éste, que tambien interviene personalmente, sale completamente derrotado. Este resultado le enfurece más todavía y le hace arremeter no sólo contra LEÓN X, sino contra todos los Papas, a quienes acusa de ser «el colectivo Anticristo». Rechaza la acusación de ser «bohemiano» (es decir, hussita), pero después declara abiertamente que «todos somos hussitas sin saberlo». Eck, entonces, informa al Papa de lo sucedido, diciendo que Lutero es «un hussita sajón».

Estando CARLOS I en Barcelona, recibe, en la fecha, la noticia de que ha sido elegido como candidato a emperador del Sacro Imperio Romano Germánico como sucesor de su abuelo paterno Maximiliano. Desde este momento todas las preocupaciones del joven rey y de sus consejeros girarán en torno al Imperio. Bajo una apariencia fría, CARLOS I es generoso, inteligente, con una voluntad y una capacidad de trabajo fuera de lo común. Apasionado por la música y por la pintura, será amigo de Tiziano, que nos dejará muchos retratos suyos. Tendrá predilección por los objetos de lujo, por los manjares refinados, pero se atendrá a una norma de gran sobriedad en todo lo que se refiera a su persona, vistiéndose siempre de terciopelo negro y participando en fiestas y juegos en raras ocasiones.

España tiene sólo una importancia secundaria a los ojos de CARLOS I de España, que vuelca toda su atención en el imperio. La corona imperial es electiva, y, desde hace algunos años, Maximiliano I ha intentado, por medio de importantes subvenciones, poner de acuerdo a los siete grandes electores acerca de la candidatura de su nieto. CARLOS I, rico y poderoso, se dispone a presentarse a la elección imperial que tendrá lugar en Colonia. A pesar de que la Casa de Austria está vinculada con el trono imperial en su linea hereditaria, tal vinculación no impide que a la muerte del Emperador se abra el tradicional proceso por el que un cuerpo de siete príncipes electores debe designar entre varios candidatos al nuevo Rey de Romanos quien, una vez coronado, se convertírá en el káiser titular del Imperio.